Archivo de la etiqueta: Comunismo

SARTRE CAMUS ANARQUISMO

El lamentable efecto Sartre

A mediados del baqueteado siglo XX, los filósofos Jean Paul Sartre y Albert Camus se enzarzaron en una polémica irresoluble, que alcanzó su momento álgido cuando la revista Les Temps Modernes, que al parecer reflejaba el pensamiento y las intenciones políticas del inefable Sartre, publicó una crítica devastadora y maledicente sobre la gran obra de Albert Camus El hombre rebelde. En dicha reseña, firmada por un tal Francis Jeanson, pero auspiciada por la tantas veces valorada Simone de Beauvoir, se negaba hondura intelectual a un libro que hoy, afortunadamente, se considera uno de los grandes de su tiempo. Hay que decir que Camus, que se acercaría paulatinamente a los valores libertarios, provenía igualmente del comunismo, pero nunca justificó los desmanes del socialismo autoritario. Sartre, conocedor por supuesto de las atrocidades del estalinismo, sobre las que él mismo acabó reconociendo que mintió en alguna ocasión, no creía en tercera vía alguna y ponía su foco crítico en un capitalismo que sumía a la mayor parte de la humanidad en la pobreza, la ignorancia y la explotación. Según una lógica atroz, sería necesario el sacrificio de innumerables personas en los llamados regímenes socialistas en aras de un supuesto paraíso futuro sin clases. Camus, junto a los anarquistas, se mantuvo fiel a unos principios morales y nunca justificó medios inicuos ni dictadura alguna, fuera fascista o comunista, cuyos resultados represivos y totalitarios fueron muy similares.

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Marx y los anarquistas

El anarquismo, aunque tenga una extensa prehistoria, nace en la primera mitad del siglo XIX; por lo tanto, al igual que el marxismo, es consecuencia de la Revolución francesa, del triunfo de la burguesía, de la formación de la clase obrera y del desarrollo del capitalismo industrial. Por muchos precedentes que podamos señalar, no podemos hablar de anarquismo explícito antes de Proudhon; dejaremos para más adelante, la primera y significativa controversia que tuvo este autor con Marx.

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ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Hablando de libertad (con cierta ira)

Resulta ya extremadamente preocupante, y será cosa de la «involución intelectual» que diría una amiga mía, cómo calan los discursos abiertamente simplistas y grotescos. Es posible que uno de los años colaterales que ha hecho el socialismo estatista, una de cuyas variantes en versión totalitaria es lo que el imaginario popular entiende por comunismo a estas alturas, está en el hecho de que gobernantes que deberían ser vistos como lo que son, inicuos e irrisorios, se llenen la boca de libertad sin asomo alguno de vergüenza. Comunismo o libertad, que dijo la indescriptible tipa que preside la capital de este inefable país, llamado Reino de España, y es la libertad que repite sin sonrojo un esperpento como el nuevo presidente de la pobre Argentina. Libertad, para esta gente, es todo lo que no guste a su liberalismo insolidario, usando el subterfugio constante de rechazar la opresión estatal, ellos que están al frente de gobiernos, y alabando el esfuerzo individual sustentado en sálvate tú mismo explotando a los demás. Es especialmente terrible que infinidad de jóvenes, que acabarán siendo carne de cañón en sociedades basadas en la explotación laboral, compren sin rubor el discurso de esa libertad basada en el emprendimiento, en la acumulación de riqueza y en una meritocracia, que también resulta falaz en la práctica.

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MURRAY BOOKCHIN MARXISMO

Murray Bookchin y el marxismo

Murray-Bookchin-Marx-Marxismo-Anarquismo-AcraciaSiguiendo el folleto de Bookchin, ¡Escucha, marxista!, de reciente edición este año, repasamos la valiosa visión de Murray Bookchin sobre el marxismo; lo que ha aportado de válido a la teoría revolucionaria y lo que sencillamente se ha demostrado falso, pero desgraciadamente sublimado de forma acrítica por sus seguidores más doctrinarios

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CORNELIUS CASTORIADIS ANARQUISMO

Cornelius Castoriadis y la conquista de la autonomía

Cornelius Castoriadis (1922-1997), que desempeñó en la Segunda Guerra Mundial un papel activo en la resistencia griega contra el Ejército alemán, quedará marcado por los acontecimientos posteriores al conflicto bélico: la Guerra Fría, el estalinismo, las guerras coloniales en Francia (Indochina, primero, y después Argelia), la desobediencia civil, las revueltas del 68… Si Castoriadis fue en sus inicios un marxista de pro, evolucionará hacia una crítica furibunda del mismo.

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Erich Fromm y la herencia marxista

Fromm es un peculiar sintetizador de la obra de Freud y de Marx, sus análisis son a la vez existenciales, psicológicos y sociales. Una de los factores más presentes en sus obsesiones fue el autoritarismo; recordemos que en su influyente obra, demostró que existen varios mecanismos que inducen al hombre a huir de la libertad. Fromm considera que esa huída, en el ser humano, es una huída de sí mismo y una de las formas que adopta el «instinto de muerte» freudiano. En sus trabajos, en los que se ha querido ver una especie de «psicoanálisis humanístico», se subrayan los aspectos sociales y morales de la práctica del psicoanálisis, en gran medida por considerar que la enfermedad mental presenta características sociales y morales. Dediquemos este texto a recordar la visión de Fromm sobre Marx y sobre la praxis marxista.

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¿Rojipardismo?

En los últimos tiempos, vuelvo a escuchar con relativa frecuencia el término «rojipardismo», que viene a significar, lo habéis adivinado, la convergencia de discursos de extrema izquierda con los de la extrema derecha. Habría que dilucidar, lo primero, a qué diablos nos referimos en concreto con esas reiteradas etiquetas extremistas; me temo que la confusión semántica imperante en la llamada posmodernidad no ayuda demasiado. En primer lugar, parece un debate muy del gusto de cierta derecha, esos inefables «liberales» patrios, que relacionan toda forma de socialismo con la amenaza totalitaria. Por otro lado, nada nuevo. He de confesar que, por circunstancias que no vienen a cuento, tuve que leerme la obrita del inefable Friedrich Hayek, Camino de servidumbre, citada hasta la saciedad por los defensores de un capitalismo sin (apenas) barrerras. En dicho libro, sin subterfugio alguno, se vincula como parte de la misma familia socialista a fascismo y comunismo; esa vía, como reza el título, conduce a otorgarle el poder absoluto a una minoría y al desastre de la gestión totalitaria. Hayek, como no puede ser de otro modo, aboga por la propiedad privada y el libre mercado; cualquier tipo de planificación económica, nos conduce al horror, tal y como podía comprobarse en el momento de la gestación del libro, años 40, con el nazismo y el estalinismo, que vendrían a ser cosas muy parecidas. Camino de servidumbre, curiosamente, se publica casi al mismo tiempo que otro clásico de tesis opuestas, aunque considerablemente más voluminoso (y, creo, riguroso), La gran transformación; en esta obra, Karl Polanyi, critica precisamente el liberalismo económico, que supuso la ruptura de todo vínculo comunitario debido a la conversión en el siglo XIX de la sociedad en un gran mercado donde la mayoría de las personas se convierten, también, en mercancia.

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Anarquistas en Ucrania

Leo que los anarquistas ucranianos se dividen, ante la agresión militar rusa, entre el antibelicismo o forzarse a intervenir con las armas. Una vez más, la elección entre dos males, pero no se trata en ningún caso de defender el Estado ucraniano o de mantenerse firmes en sus principios contrarios a todo militarismo, sino de tener que luchar finalmente por sus vidas. Que no nos veamos en un escenario así. Hay quien ha querido hacer ciertas comparaciones entre la guerra en Ucrania, sobre todo a la hora de armar a la población civil, y el conflicto militar en España iniciado en 1936 tras el golpe militar de Franco y sus secuaces. No entraré en semejante despropósito, pero es hora de recordar otros hechos en territorio ucraniano, hace más de un siglo, que sí es posible que pudieran compararse con la guerra civil (y social) en escenario hispano. Los anarquistas ucranianos, hoy, son una fuerza testimonial, pero hubo un tiempo en que tenían una influencia considerable, no solo en aquel país, también en el conjunto de Rusia. No es demasiado conocida la historia del Néstor Majnó, junto a la revolución que se llevó a cabo en Ucrania enfrentada al zarismo, a los llamados ejércitos blancos y a un poder emergente bolchevique, que acabó reprimiéndola severamente.

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Rosa Luxemburgo, el comienzo del marxismo heterodoxo

Leyendo los textos de una figura marxista como Rosa Luxemburgo (1871-1919) se puede apreciar en qué medida se oponen al espíritu totalitario que caracterizó el comunismo nacido en la Revolución rusa de 1917. Una crítica lúcida al desarrollo del socialismo de Estado no puede limitarse a Stalin, como tantas veces se hace, sino comenzar con Lenin y Trotski. El militarismo prusiano asesinó de forma canalla, en la noche del 15 de enero de 1919, tanto a Luxemburgo como a su compañero Karl Liebknecht, dos destacadas figuras del movimiento socialista alemán de comienzos del siglo XX.

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Escohotado y los adversarios del comercio

Hace escasos días, falleció el filósofo Antonio Escohotado, un autor que me causa sentimientos (muy) enfrentados. Antes de nada, aclarar que a nivel vital pienso que no podía estar más distante de lo que este hombre le gustaba proclamar sobre él mismo; dicho esto, estaba muy de acuerdo con él en según qué cosas, como su visión sobre lo necesario de la despenalización de las drogas y la necesidad de la máxima información sobre sus efectos para, precisamente, combatir su adicción aceptando que su uso está muy extendido. Y es que una de las obras más reconocidas de Escohotado es, precisamente, Historia general de las drogas; él mismo, presumía de haberlas probado todas y haber anotado todos y cada uno de sus efectos sin ayuda alguna de la comunidad médica, algo que a priori tampoco es que me resulte digno de alabanza. Como dije, por cosas como esta y por muchas otras, un enorme trecho vital me separa de según que actitudes de Escohotado, a pesar de la fascinación que ejercía sobre algunas personas; y, por supuesto, no poseo moralismo alguno sobre la alteración de la conciencia con el uso de ciertas sustancias y, por otra parte, dadas las conciencias que a veces se observan, no diría yo que no será mejor alterarlas por el medio que fuere. Bromas aparte, apuntemos sobre la que consideraba Escohotado, finalmente, la obra de su vida, que no es otra que la voluminosa trilogía de Los enemigos del comercio. De momento, no pondremos la sospecha al comprobar que las alabanzas, algo papanatas, al genio de Escohotado se producen principalmente por personajes «liberales» recalcitrantes y, tal vez, poco críticos y demasiado propensos a barrer para casa.

Antes de nada, hay que partir de que una de las referencias intelectuales del autor que nos trata es, nada menos, que Hegel; la influencia de este filósofo es, obviamente, enorme, aunque tengo la sensación de que no siempre positiva. Es más, es posible que no puedan explicarse los regímenes totalitarios del siglo XX sin el idealismo hegeliano y sus loas al Estado; frente a ello, desde mi nada pobre, ni humilde, y algo prejuiciosa perspectiva, prefiero al bueno de Kant bien filtrado por Bakunin y el anarquismo posterior, donde se prima la ética frente a cualquier concepción política impuesta en esa abstracción llamada «bien común». Otra aseveración de Escohotado es reiterar que él no es «antinada», lo cual me parece una necedad impropia de alguien al que se le presupone cierta altura intelectual. A mí mismo, en no pocas ocasiones, se me he acusado de ser demasiado «anti»; uno piensa que solo alguien manifiestamente plano y acrítico, es decir, alguien que ha dejado de pensar, puede no ser contrario a tantas cosas. Pero, vayamos con las cientos de páginas vertidas en los tres libros de Los enemigos del comercio, que parecen esforzarse en alabar, de modo algo simplista y lineal, al comercio y en defenestrar a sus supuestos refractarios (principalmente, el comunismo de raíz marxista).

Y es que Los enemigos del comercio parece una obra, fundamentalmente, anticomunista y me parece que esto ya traicionaría esa autoimpuesta condición de Escohotado como «no contrario a nada»; está claro que tiene una especial inquina a Marx, intelectual y también personal, y hacia todos aquellos que edificaron sistemas autoritarios en su nombre. Me remito a la entrada anterior, donde mencionaba un supuesto paradigma anticomunista que es posible que sea aplicable a la obra que nos trata: se trata de exagerar los muertos producidos por un lado y obviar los acaecidos por el otro (léase, el capitalismo, aunque Escohotado no lo llame así). Pero, no voy a entrar en una guerra de cifras, algo que por otra parte es aplicable a regímenes autoritarios de todo tipo y, si no, que se lo digan a los defensores, desgraciadamente bastantes en este inefable país, de ese esperpento asesino que fue Franco y la dictadura que encabezó perpetuada en el tiempo. Si estamos de acuerdo con Escohotado en su aversión teórica por todo mesianismo y por todo autoritarismo, conceptos muy vinculados, no podemos estarlo en su lectura simplista de que el liberalismo, léase libertad de comercio a nivel económico y democracia parlamentaria en el campo político, es sinónimo de civilización, progreso y prosperidad. Y no lo podemos estar, aceptando por supuesto lo benévolo de ciertos presupuestos liberales, porque el sufrimiento y los excluidos, en un mundo político y económico que se parece mucho al que apologiza nuestro recién desaparecido autor, siguen siendo demasiados. Y ello a pesar de, o tal vez por, la alabada creación de riqueza, que aseguran acabará algún día con la pobreza. Parafraseando al clásico, no es que seamos enemigos del comercio y la propiedad, es que la propiedad y el comercio nos considera enemigos.

Juan Cáspar