Hablemos de rebeldía (y actuemos)

Cada vez que aparece el menor asomo de crisis existencial en mi vida (caldo de cultivo para las creencias más disparatadas), cada vez que se produce la mínima tentación idealista, autoritaria o alienante (¿no es todo algo muy similar?), cada vez que asoma la amenaza de alguna estúpida abstracción supuestamente liberadora, corro raudo a releer al bueno de Albert Camus. Y, especialmente, uno de los grandes libros del Siglo XX, El hombre rebelde. Hoy, tiempos confusos, en que los más inicuos reaccionarios fundamentalistas se presentan como «auténticos» rebeldes y defensores del individuo, bien es verdad que justificados en parte en cierta izquierda empecinada una y otra vez en medidas coactivas en nombre de un supuesto bien común, es más necesario que nunca oxigenar el cerebro y pasar a la acción. Ello, en nombre de un espíritu verdaderamente libertario con, por supuesto, algunos tics nihilistas que nos empujen a rechazar tanta superchería en todos los ámbitos de la vida de esta especie peculiar llamada sapiens. Son tiempos de reivindicar una auténtica rebeldía, en nombre de un extenso comportamiento ético, para combatir el sufrimiento de tantas personas en tantos lugares del mundo. Puede parecer paradójico que eso se haga en nombre de cierto nihilismo, pero es que precisamente los detentadores de una perversa moral (hay quien lo llama política haciendo distinciones) son los que apuntalan el mundo tal y como los sufrimos. Una moral instituida en nombre de algún fundamentalismo (llámese Dios, Estado, Nación, Democracia… incluso en ocasiones se invoca el horror en nombre de algo llamado Humanidad).

Mis simpatías por las y los anarquistas estriban en su preocupación por el ser humano concreto, por su liberación individual y colectiva (que son la misma). Solidaridad, cooperación, apoyo mutuo... preocupaciones (y ocupaciones) libertarias, verdaderamente libertarias ante tanta mistificación del término por, efectivamente, inicuos y/o botarates mercachifles actuales. Toda esa rebeldía ética, para paliar y finalmente tratar de erradicar todos y cada uno de los males del mundo (desde los más evidentes, hasta los que se cocinan a fuego lento; desde los abiertamente autoritarios, hasta los que se presentan incluso como una faz liberadora), en mi nada humilde opinión, debe ir acompañada de una preparación sólida para no resucitar alguna aberrante abstracción absolutista o, tal vez, fundar alguna nueva. Hay quien dijo hace ya tiempo que había que acabar, no solo con Dios o su trasunto terrenal denominado Estado, también con toda idea eterna, con todo intento se seguir idealizando lo real en lugar, quizá, de realizar lo ideal. Insistiré para no caer yo mismo en alguna suerte de abstracción especulativa: rebelión clara y concreta para, en este mismo momento, actuar contra todas las situaciones en cualquier lugar del mundo que producen sufrimiento en seres humanos concretos. Las y los ácratas tienen todo un proyecto concreto para construir ese mundo nuevo basado en la cooperación, el apoyo mutuo y la pluralidad, conscientes de que ello difícilmente va a abarcar al conjunto de la humanidad (con minúsculas), ya que ello supondría caer en una tentación totalizante ajena a todo espíritu libertario.

Me cuesta mucho, a pesar de que podamos considerarlo necesario para la dignidad humana, invocar una moral y justicia superior para transformar el mundo. Son conceptos tan profundamente pervertidos por los que gobiernan o apuntalan este demencial mundo que sufrimos, que creo que alguien verdaderamente rebelde (es decir, auténticamente subversivo) solo puede cuestionar las mismas ideas de moral y justicia. Y a esto, claro, me refiero con cierto nihilismo activo, que acompañe a la rebeldía y que prepare el terreno (lo terrenal) para la construcción de valores nuevos (aunque, obviamente, se hayan asomado en la historia de la humanidad) y mejores. Se me dirá que esta especie tan característica llamada sapiens, proclive a arrodillarse ante viejas o nuevas creencias (inicuas o, aparentemente, inocuas), tendente a no sé muy bien que alienante concepto de la trascendencia, no tardará en fundar alguna abstracción, en edificar alguna Iglesia o Estado. Bien, con ello tendremos que lidiar, por supuesto, una tensión que muy probablemente siempre va a existir en toda sociedad humana donde procuraremos que no derive en medidas autoritarias (ni de unos, ni de otros). No obstante, nuestra lúcida y estimable rebeldía, también, abarca rechazar a todos aquellos que insisten, de modo dogmáticamente supini, en que la condición humana es de tal o cual manera, inamovible y ajustada a sus propios intereses. Rebeldía con un horizonte muy amplio y que invita, como no puede ser de otra manera, a una urgente actividad.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/08/30/hablemos-de-rebeldia-y-actuemos-en-su-nombre/#more-2108

Deja un comentario