A más de dos meses de la “victoria” en torno a Kobane, todavía se combate. A finales de enero la YPG/YPJ y las otras fuerzas que han contribuido a la resistencia habían roto el cerco de las tropas del Estado Islámico iniciado en septiembre del año pasado. En estos dos meses los combates han continuado en las poblaciones que rodean la ciudad y todavía ahora, sobre todo en el Sur, se combate a pocos kilómetros de Kobane. En estos dos meses se ha iniciado el lento retorno de la población civil que había huido a Turquía durante el asedio, desafiando la represión del Estado turco en la frontera y en los campos de refugiados gestionados por el gobierno. Se trata de un proceso muy lento, no solo porque la ciudad está completamente destruida sino también a causa de la falta de seguridad. De hecho, toda la zona está sembrada de minas y las tropas del Estado Islámico en retirada han dejado trampas explosivas.
Los próximos meses, probablemente, serán decisivos para comprender cuál será el desarrollo, no solo de la situación en Kobane, sino más en general en la Rojava, en Kurdistán y en la región entera.
Con el progresivo retroceso de las tropas del Estado Islámico en torno a la ciudad de Kobane, se planteará cada vez con más fuerza la cuestión de la reconstrucción y repoblación de la ciudad. Sabemos que hay varias ideas sobre el particular; se habla de mantener como museo una parte de la ciudad destruida, de construir una ciudad nueva al lado de la vieja, de reconstruir la ciudad más grande de modo que pueda acoger a todos los que quieran venir a habitarla (recordemos que en Kobane antes del asedio habían encontrado refugio numerosos huidos de otras zonas de Siria).
Pero al margen de estos proyectos más o menos definidos, la línea hasta ahora mantenida por el consejo del cantón de Kobane es la de no aceptar injerencias por parte de las multinacionales o grandes intereses especulativos en la reconstrucción. Entre otras cosas y de momento, a causa de la militarización del conflicto decretada por el gobierno turco, los cantones de la Rojava han sido puestos de hecho bajo embargo y no pueden recibir ayuda de ningún género sino de forma más o menos ilegal. Es posible el paso de personas y de ayuda solo donde hay una presencia sólida en territorio turco, como ha sucedido cerca de Kobane, donde en las poblaciones de territorio turco a lo largo de la frontera han desarrollado una intensa actividad de solidaridad muchos grupos revolucionarios, entre ellos, el DAF (Devrimci Anarçist Faaliyet – Acción Anarquista Revolucionaria).
La militarización de la frontera por parte de Turquía es muy fuerte allí donde hay un territorio en manos de las fuerzas kurdas. Esto es así porque el Estado turco apoya al Estado Islámico no solo en Kobane sino en cualquier parte que sea útil como fuerza contrarrevolucionaria a emplear para la eliminación de cualquier posibilidad de cambio social en la región.
En los próximos meses, probablemente se definirá de manera más clara cuáles son las tendencias predominantes en la organización política y social de los cantones y qué modelos políticos y económicos se tomarán como referencia. Hasta ahora la situación de guerra ha dejado en suspenso estas cuestiones, ya que toda actividad económica ha sido orientada de hecho a sostener el esfuerzo bélico. En particular, los cantones de Afrin y Kobane han podido mantener la guerra gracias al cantón de Cezire, el más seguro y el más rico de los tres, a causa de la existencia de pozos petrolíferos y de la apertura parcial de la frontera con el territorio del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) de Barzani, en el Iraq septentrional, gracias a un cierto número de peshmergas (tropas regulares del KRG) estacionados a lo largo de la frontera, que se han puesto de acuerdo con la YPG/YPJ de la Rojava en los últimos meses.
La cuestión de la reconstrucción y las elecciones en Cezire, que deberían celebrarse a principios del verano, pueden ser un punto de inflexión para una situación que ha visto coexistir hasta ahora muchas tendencias y modelos económicos y políticos.
Serán importantes también las elecciones legislativas en Turquía en junio, en las que destaca mucho el HPD (Partido Democrático de los Pueblos), que apoya la causa kurda e intenta aglutinar a parte de la izquierda turca. El mínimo de votos para entrar en el Parlamento ha sido fijado en el diez por ciento, un límite muy alto, pero que el HPD podría llegar a superar. Para el HPD, estas elecciones son importantes para la revisión de la Constitución y el proceso de paz en curso entre el Estado turco y el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Algunas fuerzas de la izquierda revolucionaria turca, así como los anarquistas, no comparten esta estrategia parlamentaria y opinan, por el contrario, que se debe proseguir el proceso revolucionario actual en la Rojava y extenderlo a toda la zona.
En efecto, más allá del desarrollo que pueda tener, la situación en la Rojava es, de hecho, revolucionaria: ausencia de un gobierno dotado de un aparato represivo que pueda obstaculizar la libre reorganización de la sociedad, ausencia de un ejército regular y presencia, en cambio, de unidades de autodefensa, y existencia de asambleas y comités territoriales en los que la población tiene poder directo de decisión. En esta situación, los compañeros de DAF están activos y presentes como fuerza reconocida en el movimiento kurdo, al cual aportan su contribución, en este contexto cercano de abrir camino a la revolución social, tomando como objetivo no la autonomía o el confederalismo democrático sino la anarquía.
Claramente, estos procesos acontecen en un contexto regional muy complejo: la presencia de ricos yacimientos petrolíferos, la encrucijada de intereses estratégicos contrapuestos, la voluntad firme de las potencias mundiales y regionales de bloquear o recuperar cualquier posible cambio social real que pueda poner en entredicho al Estado y al Capital. Estos y muchos otros factores hacen más difícil que nunca el desarrollo de un proceso revolucionario en esta región.
Pero ya hemos visto con claridad en Libia y en Egipto que donde no se tiene posibilidad de meter en el orden del día la revolución social, se deja espacio a las guerras imperialistas y a las dictaduras, ya sean estas laicas o religiosas. Es el mismo callejón sin salida al que puede conducir la estrategia electoralista en Turquía, así como otras opciones que apuntan a bloquear el proceso revolucionario.
Dario Antonelli
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.322 (mayo 2015).