MALISMO MAURO ENTRIALGO

Malismo o la maldad ya no se esconde

Hace tiempo que venía pensando en lanzar unas cuantas reflexiones, de esas tan lúcidas que me caracterizan, sobre el uso reiterado de algunos botarates reaccionarios, de esos que tanto proliferan en este inefable país, sobre el uso despectivo del término buenismo. Es cierto que podría hacerse denunciando cierta hipocresía e iniquidad de aquellos que se revisten de supuestas buenas intenciones para lograr propósitos que nada tienen que ver con ellos. Pero no, no se trata de nada tan profundo y moralmente apreciable, al menos no de un tiempo a esta parte. Sencillamente, no me cabe ya ninguna duda, hablamos de auténticos bastardos malintencionados, así como de aquellos papanatas que los siguen el juego. Me refiero a los que señalan a los supuestos buenistas por algo tan sano como, de forma sincera, tratar de mejorar las cosas. El caso es que ahora cae en mis manos un libro de Mauro Entrialgo, habitual humorista gráfico (aunque, cierto es, polifacético), llamado precisamente Malismo y subtitulado La ostentación del mal como propaganda. Interesante, muy interesante. Antes de abordarlo, una pequeña crítica, sobre cierto maniqueísmo en la dicotomía izquierda/derecha, que puede que adorne la obra de Entrialgo (la cual, conozco en gran parte y la aprecio, en gran medida, por su lucidez y mirada crítica). Y resulta algo difícil decir esto, incluso para un ácrata de tics nihiistas como el que suscribe, dada la derecha y ultraderecha, tan parecidas ellas, que sufrimos en este indescriptible Reino de España. Conozco de las polémicas de Entrialgo con anarquistas, por eso de votar o no votar, algo que refleja a veces en su obra humorística y que, ideologías e imaginarios políticos al margen, me parece incidir en lugares comunes que requieren un poco más de hondura que elegir entre lo malo y lo peor. De hecho, en Malismo denuncia exclusivamente las prácticas que realiza solo una parte del espectro político, que muy probablemente lo hace de manera más clara y abundante, solo insinuando que en ocasiones también lo hace la otra. Creo que hubiera sido una obra más completa si hubiera reflejado de manera clara que ciertas maniobras malévolas y maquiávelicas no son solo exclusivas de conservadores y reaccionarios, así como de la hipocresía, en no pocas ocasiones, de los supuestos progresistas.

Pero, bueno, dirá el propio Entrialgo que él ha escrito lo que le ha salido de sálvese la parte y no le falta razón. De hecho, el libro empieza con una cita de la gran Ursula K. Leguin y, ahí, no puede más que comenzar a resultarme atractivo: «Conocer el nombre significa conocer la cosa». El neologismo del título, creo que inventado por el propio autor, alude a algo que va más allá de la propia maldad, que caracteriza la historia de esta especie llamada sapiens. Es decir, en la actualidad ya se presume abiertamente de dicha maldad, a sabiendas de que esa ostentación va a calar en cierto público y va a lograr réditos políticos. A diferencia de su habitual trabajo humorístico, donde obviamente utiliza la exageración para lograr su propósito, en esta ocasión Entrialgo ha pretendido que la cosa resulte difícilmente refutable con información muy clara y veraz. La intención es de que seamos conscientes de que tal cosa existe y de que hoy en día se dan por buenas cuestiones que antes resultaban injustificables como pueden ser la banalización del fascismo o los ataques al feminismo. Los comienzos del malismo los sitúa en aquella expresión de una diputada del Partido Popular, allá por 2012 cuando gobernaba este inenarrable país esa fuerza política; cuando el ínclito presidente del Gobierno, un tal Rajoy, anunció recortes en los subsidios para parados, la tipa profirió un «¡Que se jodan!» entre aplausos de sus correligionarios. De hecho, otra virtud del libro es que da una información muy precisa de todo ello, reproduciendo incluso declaraciones textuales de ciertos elementos, de tal manera que descubrimos que la cosa era aún peor de cómo la recordábamos. Es el caso de aquel libro donde el muy repulsivo Sánchez Dragó, en conversaciones con el antaño interesante Albert Boadella (¡uf, qué diablos le paso a este fulano!), reconocía haber tenido sexo con una cría de 13 años. Luego lo negó, pero quedó para siempre plasmado negro sobre blanco al sentirse arropado, aseverando semejante atrocidad, por cierta camaradería y audiencia.

Otros ejemplos también son orgullosamente registrados de manera gráfica, como cuando Begoña Villacís, gobernante del Ayuntamiento de Madrid, posó orgullosa mientras unos operarios derribaban las chabolas de gente extremadamente humilde, al parecer, sin darles después alternativas de vivienda. A propósito de esta mujer, perteneciente a ese engendro político creo que ya extinto llamado Ciudadanos, aseguró en cierta ocasión disfrutar mucho de un personaje de Entrialgo llamado Herminio Bolaextra. Villacís dijo que lo leía con placer junto a su hermano, sin precisar si el susodicho era un tal Borja, que Entrialgo describe como un delincuente ultraderechista que acabó asesinado, muy probablemente, por temas relacionados con el narcotráfico. Esta espeluznante información, con la que acaba concluyendo el libro, le empuja a querer acabar con el personaje, un periodista de medio pelo, vividor y pendenciero, pensando si él mismo ha contribuido a la actual implantación del malismo. Demasiadas responsabilidades te atribuyes, amigo Mauro, es una distorsión psicológica muy habitual pretender que influimos más en el mundo de lo que en realidad lo hacemos. He decir que he disfrutado mucho de las andanzas comiqueras de Herminio Bolaextra, alguien más gamberro que malvado, en particular con una joya llamada nada menos que Cómo convertirse en un hijo de puta. Uno sabe colocar en su lugar lo que es lúcida y sarcástica ficción, y dudo mucho que Borja y Begoña Villacís, por mucho que les faltara perspicacia para hacerlo, acabaran convirtiéndose en seres carentes de escrúpulos por su lectura. Mauro, creo un error el matar a tu personaje y, precisamente, lo podrías seguir utilizando para, por un lado, señalar la hipocresía de mundo en que vivimos (algo igualmente pernicioso). Por otro, sería una herramienta estupenda para también criticar ese malismo, y auténtica maldad, con los que no creo que Herminio tenga nada que ver. Y es que, sinceramente, no sé si el mundo es ahora peor que antaño (otra distorsión cognitiva) o, sencillamente, se muestra tal y como es sin subterfugios. Sea como fuere, y ahí estamos de acuerdo, lo cierto es que la maldad continúa entre nosotros y, ahora, encima se presume de ello ante el aplauso de cierta comunidad perversa, estulta y muy papanatas.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/09/20/malismo-o-la-maldad-ya-no-se-esconde/

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