El activista Octavio Alberola participa en las XVIII Jornadas Libertarias de CGT-València

Panegírico a un Quijote libertario: Octavio Alberola

Hace unos 17 años pensamos que esta página conseguiría más visibilidad, logrando que escribieran en ella autores de renombre. Fue una táctica empleada habitualmente por la prensa libertaria, que incluía en sus páginas a autores ilustres como Machado, Leon Felipe, Pío Baroja… Nos pusimos manos a la obra y contactamos con 1456 intelectuales de diversas tendencias… No aceptó ni uno. Todos tenían muchas cosas entre manos. Que si los niños, que si su próximo libro, que si una hernia…

Ninguno… Salvo Octavio Alberola, que de inmediato se puso a nuestra disposición, iniciando su colaboración oficial en 2009. En esa época tenía ya más de ochenta años, así que suspiramos pensando que el día menos pensado, nos dejaba… Y, oye, que enterró a unos cuantos que parecía que estaban como rosas.

Como habrá montones de biografías que expliquen sus andanzas (atentados, secuestros, etc.), yo me voy a centrar en lo que sé de él: era torpe con la informática. No sabía subir los artículos. Nos los mandaba por correo y nos daba instrucciones telefónicas, ponlo así o asá. Por mera guasa yo le llamaba «el Mariscal». Pero gracias a esas llamadas, de vez en cuando charlábamos de esto y de lo otro. Y su forma de pensar era la de una persona diríase…

En fin, os voy a intentar explicar un poco las cosas que pensaba del anarquismo. Solo a través de nuestras conversaciones, por mail y telefónicas, ya que nunca coincidimos… Sólo una vez que estábamos juntos en unas jornadas –yo como espectador anónimo–, preguntó al de la mesa en un receso, mirándome discretamente: «¿quién es ese compañero ancianito tan perjudicado?»… Lo cual me ofendió muchísimo y no le dirigí la palabra. En fin, a los que vamos. ¿Qué pensaba él de la organización?

Para el Octavio anarquista, el estar organizado era el unirse libremente a los demás para hacer algo, tomar responsabilidad en aquello que le tocase y llevarlo a cabo. Pero no le gustaban ni un pelo las organizaciones con un organigrama lleno de cargos. Él pensaba que esos cargos eran agentes infecciosos tendentes a la dominación burocrática. La organización de los anarquistas (y de los anarquismos por separado) era necesaria, sí. Y debía de ser diversa, colaborativa, y nunca convertirse en un nuevo poder. Defendía formas organizativas flexibles, antiautoritarias y éticas, que estuvieran al servicio de la acción revolucionaria y no al revés. O sea…

Octavio no rechazaba organizaciones formales como la CNT, aunque denunciaba algo en lo que caen sus defensores a ultranza: Denunciaba el fetichismo de la estructura, ahí va, cuando la organización se burocratiza, y pasa a defender su propia existencia en vez de su razón de ser. Y es que hay cenetistas como yo, que a la CNT y su estructura, ni tocarla. En esas discusiones organizativas conmigo, él era siempre muy correcto, muy formal, muy educado. Pero un día me llamó «tontito» y me puse serio, en lugar de mostrar esa alegría que me caracteriza. Él lo notó inmediatamente y me dijo algo así como… «anda, no te vayas a enfadar por eso». Me lo soltó como si fuera mi abuelo y siguió con la perorata. Ojo, que Octavio era de los que respondían antes de que terminaras una pregunta, total no rajaba…, bueno, da igual, a lo que voy. Aunque no rechazaba la organización formal, creo que le gustaba más la informal o de afinidad, siempre y cuando fuese eficaz, al servicio de la acción revolucionaria, y fuese ética.

Lo de la ética fue otro punto de fricción conmigo. Para mí la ética no es más que la moral de los ricos. A mí me hablan de ética y busco una buena piedra, porque pienso que «ya me van a meter otro sermón». Octavio me decía que no, que la ética no era un catecismo. Para Octavio la ética era la actitud consciente, autónoma y coherente basada en el principio libertario: no mandar, no obedecer. La ética comenzaba con una decisión personal: existir con dignidad y coherencia, lo cual trasladado a la acción implicaba el rechazo de la represión y de la autoridad como medio para alcanzar «ideales superiores». La ética libertaria era personal, consciente, crítica, desapegada, adaptada a la realidad, con una praxis cotidiana centrada en vivir la vida en el trabajo, en el amor, en la militancia, en lo concreto del día a día, de manera libertaria.

¿Y cómo funcionaría una organización libertaria ética? Pues siendo coherente en medios y fines, con decisiones tomadas horizontalmente, sin dirigentes ni estructuras jerárquicas. Para ello sus miembros debían actuar por responsabilidad, por convicción, no por disciplina. Los compañeros tendrían de esta manera confianza, afinidad, solidaridad. Y deberían estar dispuestos a disolver la organización si traicionaba estos principios, o transformarla tras evaluar los errores cometidos.

Yo le decía que todo eso era una barbaridad, que los compañeros y compañeras eran más bien imbéciles de campeonato, y había que tener un cuidao… Él me respondía que las personas pueden cambiar; yo contraatacaba con que nadie cambia y que si uno nace cabrón muere cabrón; él argumentaba entonces que si acaso era yo la misma persona que hace sesenta años, que si no me había cambiado al menos la cara… Y tenía que reconocerle que he cambiado para peor, aunque mantengo las constantes; yo no cedía y le interrogaba que si acaso «¿ese bigote tipo lápiz fino que luces estilo Clark Gable, no lo has llevado desde tu nacimiento, o sea, así desde que te parieron?»… Ahí reconozco que me pasaba tres pueblos con él… No se enfadaba.

Bueno, sigo con sus ideas: la persona puede cambiar, –me explicaba pacientemente–, si está dispuesta a ello. Y esa disposición al cambio era una acción política por sí misma. El «yo» toma protagonismo en su transformación, reflexionando sin ninguna tutela. Porque de esa transformación es de donde podría nacer la revolución: de nuestra conciencia y de las decisiones más humildes de cada día. Toma cas-ta-ña. Optimista era un rato.

En resumen: el anarquismo de Alberola, o se hace, o no existe, porque es una acción ética, contra todo poder y autoridad.

¿Y a qué debía encaminarse la acción anarquista? A la emancipación. Emanciparse no era simplemente liberarse de un poder externo (Estado, Capital), sino también desprogramarse interiormente de todas las formas de sumisión, dependencia y obediencia.

Con la palabra emancipación resumía una situación de ausencia de determinismos y todo eso, que debía extenderse a toda la Humanidad. Quería una revolución emancipadora. Mostraba que una revolución que buscase tomar el poder estatal para imponer una visión propia redentora, estaba condenada al fracaso. Es decir, que tomando el poder alejaría a los seres humanos de esa deseada emancipación. De hecho afirmaba que todas las revoluciones hechas por partidos, habían fracasado en acercar la emancipación a la raza humana. Y colegía por ello, que las próximas de ese tipo fracasarían sin remedio. De los militantes que tenían Fe en la revolución, me aseguraba que era mejor carecer de Fe (como me pasa a mí), que tener fe, como le pasa a una pila de gente que tienen fe en la dietética, en la homeopatía, o en el anarcosindicalismo revolucionario

Y esa revolución emancipadora debía ser llevada a cabo por los propios oprimidos, auto-organizados y conscientes, no por partidos, vanguardias, ni intelectuales. Porque la revolución estalla cuando las condiciones de vida existentes, se hacen insoportables para la población. Es un proceso que culmina en una chispa que incendia el bosque. En ese instante todas las ofensas recibidas por el pueblo, exigen una reparación total, sin pactos, sin componendas, sin piedad. En esa travesía, los anarquistas no debían intentar dirigir ni sustituir al pueblo, sino actuar como minorías catalizadoras, activas, éticas y coherentes que ayudaran a desencadenar la transformación sin imponerla. Y como nuestro objetivo es emanciparnos, Alberola sostenía que en primer lugar la emancipación es un acto de conciencia personal, de ruptura con el pensamiento dominante, y de asunción de responsabilidad. Es un… Un camino propio, no un destino final. Involucra deshacerse del miedo, del conformismo, de las jerarquías asumidas culturalmente (el patriarcado, la autoridad moral, la obediencia laboral, el nacionalismo). En un anarquista, es vivir con responsabilidad, coherencia y ética. Sí, eso decía…

Y aunque el punto de partida emancipatorio es personal, individual, esa emancipación solo puede lograrse de manera colectiva, con una toma de conciencia global que disuelva el poder sin crear otro que lo sustituya. El anarquista en esa acción colectiva, se alía con otras personas de diversas sensibilidades, actúa como un actor más en una obra de aficionados, que ha de desarrollarse por largo tiempo.

Esto es curioso, porque Alberola, que era yo diría que partidario de un anarquismo bastante ortodoxo (nada de tomar el poder, nada de partidos, ni de minorías vanguardistas, nada de voto para llegar al gobierno, nada de gobiernos populares, nada de nacionalismos…), no descartaba colaborar (manteniendo su independencia) con personas que veían el asunto de otra manera. O sea: no era un dogmático iracundo. Por ejemplo, me hizo frecuentes críticas a las organizaciones anarcosindicalistas (CNT, CGT, SO), pero siempre colaboró con ellas, aunque no estuviese de acuerdo con todas sus prácticas. Su lección en este caso (os la resumo) es la siguiente: como solo te quieras unir a quien piense como tú, vas a estar muy solo.

Y, en fin, eso es casi todo lo que puedo decir de Alberola… Ah, conmigo siempre tuvo buen humor. Pillaba los chistes al vuelo… Ahora pienso que debería tener la necrológica preparada de antemano… Que Fulano la espicha, ¡chás!, obituario al canto… Seguro que habrá amistades íntimas que tengan un mayor conocimiento de su persona y puedan aportar más matices. Yo solo quiero añadir que Octavio fue un militante de los pocos que aunaron acción con pensamiento, haciendo de su propia vida, yo diría que una obra de arte: Alberola fue un Quijote que nunca recuperó la cordura. Y yo, soy el temeroso burro de Sancho.

Octavio  Alberola Surinyach 1928-2025. Que tengas mil años de vida.

Juan Cáspar
https://www.alasbarricadas.org/noticias/node/57704

Deja un comentario