Decía Proudhon que «Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado bla, bla, bla»… Cosa increíble en España… ¡Cerraron los bares! ¡Quitaron el fútbol! ¡Eliminan la Navidad! ¡Impiden el duelo por los muertos! ¡Matan a La Sumergida de hambre! Y, en general, la población obedece. Hay quien piensa que esto es algo novísimo, que nos quitan libertad y que los ciudadanos están apollardados. Y yo, en medio de tanto pesimismo, pienso que esa sumisión, es justamente la prueba de que la anarquía puede funcionar perfectamente. Porque el sometimiento tiene raíces culturales, su base es la costumbre… A ver cómo lo explico…
La gente es, en líneas generales, conservadora. O sea: desean tener una vida predecible, saber qué va a ocurrir mañana, que repetirán la jornada sin sobresaltos, que no habrá líos. Y como somos animales con tendencia a vivir en rebaños, en pandillas, bandas, aldeas, poblamientos, ciudades…, nos comportamos de acuerdo con las reglas establecidas. Y ahora mismo las reglas, leyes, decretos, normas, giran en torno al robo legalizado a través del salario, la acumulación de fortunas, el ejercicio del Poder, y todas esas cosas. En consecuencia las personas ven normal trabajar para producir (en empleos mayormente absurdos y nada esenciales), montañas de dinero que van a parar a las barrigas insaciables de ricos y potentados. Ven normal la obediencia a la pandilla de locos que dirigen el mundo, porque piensan que si obedecen, mañana todo seguirá en la normalidad que es esta insensatez.
Por lo tanto, si los anarquistas vencemos una vez, una sola vez, y promovemos nuevas reglas basadas en la solidaridad, impedimos la acumulación de dinero, eliminamos las organizaciones estatales, jerárquicas, etc., la gente se acostumbrará en poco tiempo a la nueva situación, y empezará a colaborar. Verá mal la riqueza, la desigualdad, el ansia de poder. Dará valor a otras sensaciones. Y los mandones y abusones, sin dinero y sin sicarios, tendrán limitados sus torvos instintos al entorno inmediato, es decir: sus daños no llegarían más allá de lo que puede hacer un individuo aislado, que suele ser poco.
Otro problema diferente y del que no hablo ahora, es el de vencer a lo que nos rodea, que no es tarea sencilla, y estamos en ello. Lo que deseo trasmitiros es esta idea: la anarquía es una posibilidad, es nuestra propuesta sincera y realista. Está al alcance de la mano.
Con respecto a la vacuna del coronavirus, os voy a contar lo que voy a hacer, sin que esto sea más que mi opinión, y sin aconsejar –para nada– a nadie, que haga lo mismo que yo. Os comento que he sido informado pormenorizadamente por un vecino antivacunas de los daños colaterales de esa inyección, y que son: dolor de cabeza, mucosidad nasal, vómitos, diarrea, dolor muscular y articular, enrojecimiento y fiebre. Le he respondido que estoy muy acostumbrado a todo ello, cuando me cojo el pedo más allá de lo aconsejable, y aparezco en una cuneta con las luces del alba, oliendo a vómito, con un ojo morado y sin pantalones. En mi caso se pasa rápido tomando café cargado y tal vez un naproxeno. Luego está el tema de que la vacuna la han hecho rapidísimamente, que es nueva y no se sabe qué puede pasar. Pero, afortunadamente, la están probando con británicos y alemanes, así que si no han reventado ya, no hay peligro. Por último me comenta que la vacuna lleva un ARN de chimpancé, y que al ponérmela me convertiré en un ser transgénico… Y esto es lo que me ha convencido definitivamente para ponérmela, porque si con la vacuna adquiero las propiedades de, por ejemplo, la Mona Chita, con sus volteretas y su dentada sonrisa, oye, que ¡Yo quiero ser un ser transgénico! Y a la mierda con todo. Besos, abrazos, anarquía, y que tengáis un feliz 2021.
oso ona