Alucino bastante con la tira de premios nacionales, esos que no sé por qué diablos llevan el nombre de un pintor, que se ha llevado «El buen patrón», una película para el que suscribe harto mediocre. Y, yendo más allá de su escasa calidad cinematográfica, creo recordar mi desazón al salir de aquella sala de proyección también por otros motivos; uno se preguntaba angustiado si era eso todo lo que tenía que ofrecer, culturamente, cierta izquierda para confrontar un sistema basado en la explotación del trabajo ajeno. Hubo un tiempo que Fernándo León nos ofrecía algún que otro film impregnado de talento, pero seamos claros y honestos, como artillería progresista no fue nunca más allá de aliviar alguna que otra conciencia cinéfila burguesa. Para mayor escarnio, lo que pretende ser una sátira de denuncia de los abusos empresariales está producida nada menos que por el tremendamente izquierdista magnate de la prensa Jaume Roures.
Este fulano, que se llenó la boca de denuncia social al recoger su premio a la mejor película, dejó en la calle hace una década a no pocos trabajadores al cerrar la edición en papel del diario Público. El buen patrón Roures, que ha llegado a decir que su premiado film nació como crítica a la inicua reforma laboral del Partido Popular, recientemente maquillada por el gobierno de coalición de progreso, al parecer se aprovechó de aquello para, primero, lanzar un ERE brutal con despidos y rebaja de sueldo, y poco después mandar a los trabajadores al Fondo de Garantía Salarial con ridículas compensaciones. Quien desee conocer los detalles de aquella maniobra, incluso con un proyecto por parte de los trabajadores para autogestionar el diario que fue finalmente defenestrado, solo tiene que indagar y esforzarse un poco en esta sociedad del mero postureo. Los magnates capitalistas que están al frente de otros grandes diarios explotan igualmente por doquier, no nos cabe la más mínima duda, por no hablar de la manipulación mediática constante, pero al menos no tienen la caradura de producir una película llamada «El buen patrón».
Lo hablaba recientemente con una amiga con la que comparto sesudas sesiones cinematográficas, entre las que se encuentra también, como no podía ser de otra manera, la denuncia política y social; me preguntaba si todas estas herramientas culturales, loables en muchos casos, no son en el fondo meros productos del sistema para un público incómodo con la sociedad que le ha tocado vivir otorgando por el camino cierta dosis de tranquilidad existencial. Es cada vez más obvio que el sistema económico posee la facultad de fagocitar toda disidencia cultural e incluso encontrarle rentabilidad comercial; ¡es el mercado, amigos! Lo que ocurre es que nunca imaginé que la cosa llegaría al esperpento de un magnate de la prensa, autodenominado trotsquista, capaz de producir un film con el sarcástico título de «El buen patrón», mientras no le tiembla el pulso al emplear las peores artimañas del capitalismo. Quizá lo más espeluznante del asunto es el silencio, precisamente, de la prensa progre sobre este tipo, mientras la carcunda mediática sonríe socarronamente y solo algunas voces, verdaderamente críticas y transformadoras, señalan lo evidente. «El buen patron», sátira cinematográfica fallida; ¡la realidad la supera con creces!