A vueltas sobre lo queer

A raíz de mi entrada anterior, alquien pide aclaraciones sobre eso de lo queer, que no termina de entenderlo, pregunta si se trata de sentirse como a uno le venga en gana en cuestiones en cuestiones de sexo y género. A ver, aunque sé que no es el caso en absoluto de la persona que preguntó, en primera instancia parece una manera de expresarlo propia de los que desean hacer una caricatura del asunto para, acto seguido, asentar sus propios dogmas sobre que algún ser sobrenatural, o la propia naturaleza, nos ha hecho de determinada manera y hay que apechugar con lo que te toque. Aclararé que, es obvio, no soy ningún experto y lo que he sabido de lo queer me ha parecido suficiente para interesarme por ello, precisamente, sin afirmaciones categóricas de ningún tipo; es por eso que lo he relacionado con el anarquismo, que para mí es, precisamente, sinónimo de ausencia de opiniones definitivas en aras de una sociedad libre y solidaria en la que cada individualidad pueda desarrollar su identidad como considere. Evidentemente, esto supone aclarar un montón de cosas sobre que, por supuesto, nuestra dependencia de los demás y del ambiente siempre va a ser un factor considerable aceptando que no hay determinismo biológico alguno y que hay que poner el determinismo social en su justa medida. Es un concepto de la libertad individual inevitablemente vinculada a lo social, aunque algunos liberales insistan pertinazmente en otra cosa muy distinta.

Vayamos con lo que el que suscribe entiende por la teoría queer y lo haré, supongo, de manera reduccionista para algunos, ya que es cierto que las visiones posmodernas son en ocasiones excesiva e innecesariamente abstrusas. Hablamos de considerar que la identidad sexual es una construcción social, por lo que no puede entenderse que estén instaladas en la «naturaleza» humana; así, se rechazan categorías universarles e inamovibles, que en realidad parten de considerar como aceptable solo una de ellas, lo heterosexual, propiciando mecanismos reguladores para normalizar esa condición. Cuando se dice que lo queer tiene mucho que ver con la filosofía posmoderna, es porque esta realiza una permanente crítica a todo lo que se considera natural e inamovible. Yo, en ese aspecto de la posmodernidad estoy de acuerdo, aunque con una reivindicación de los valores de la modernidad de un modo amplio; especialmente, un horizonte todo lo extenso posible para el conocimiento, sin paradigmas rígidos, y para una razón crítica compatible, en mi poco humilde opinión, con esa visión posmoderna. Perdón por ponerme tan solemne y sesudo, pero de algo tiene que servir haber aprobado un par de asignaturas de filosofía.

Lo queer nace en torno a los años 80 del siglo XX y lo hace, no solo como una maraña de disquisiciones teóricas, también como movimiento reivindicativo; es por eso que me parece primordial recuperar ese activismo emancipador, que creo tiene mucho que ver con lo libertario. Me gustar recordar que es Paul Goodman, un anarquista, el responsable de que el término «queer» pase de ser abiertamente despectivo («raro», «extraño»…, pero también «maricón») a tener la connotación actual, de reconocimiento de las minorías excluidas de lo social y económico, y también con dificultades para encontrar sus propios mecanismos de expresión. Como creo que dije en la entrada anterior, pienso que la identidad en general no es algo estático dado para siempre y se encuentra siempre en permanente tensión y movimiento; en el caso de lo queer, hablamos de una identidad sexual en permanente construcción y dependiendo de factores sociales determinados, por lo que dichas categorías normalizadoras deben ser cuestionadas y refutadas. Todo esto, desde mi algo petulante punto de vista, tiene mucho que ver con una sociedad sin una autoridad inmutable en la que se hayan erradicado mecanismos coercitivos. ¡Nadie dijo que fuera fácil, pero los ácratas somos así de exigentes!

Juan Cáspar

Un pensamiento sobre “A vueltas sobre lo queer”

  1. Gracias por el tema. Me resulta muy interesante, a la vez que desconocido para mí… La pregunta que me hago muchas veces, es… ¿Por qué se construye la identidad sobre el sexo (biológico), y no sobre la vesícula biliar, o sobre los riñones, por ejemplo? El sexo se construye culturalmente. El color del pelo, el color de la piel o de los ojos… La identidad se basa muchas veces en cuestiones que pueden ser vistas, pelo, ojos, piel. Pero el sexo en general (genitales) no es visible, está oculto, y además tiene que ser resaltado para ser percibido… Es una pregunta que lejos (para mí) de significar una de mis estúpidas reflexiones, me inquieta, y a la que no le encuentro una respuesta, al menos única. Solo algunas especulaciones. Construimos la identidad sobre: 1º lo que vemos (color de piel, pelo, ojos son transformados por ropa «cara-andrajosa por ejemplo», complementos, peinados, tintes, gimnasios), y sobre lo que consideramos importante. El sexo se determina al nacer, y a partir de ahí nos construyen… Me enrollo demasiado.

Deja un comentario