Las monarquías, no solo constituyen a poco que uno tenga bien oxigenado el cerebro instituciones casposas y obsoletas, además, en su versión «democrática» son algo digno de análisis desde puntos de vista, al menos, cercanamente libertarios. Es decir, resulta indisociable las condición de monarca, o jefe de Estado, que viene a ser lo mismo, del continuo robo a los súbditos, abiertamente papanatas o no. Claro, se me dirá que en una república no hay súbditos, sino ciudadanos, términos que en los inicios de la época contemporánea, parecían antagónicos. Hoy, son meros eufemismos que, hablemos de una institución monárquica o de una republicana, encubren lo mismo: la dominación política, a un nivel general, y el saqueo de Estado a otro más que concreto. Centrémonos en la monarquía española y en todo lo que va saliendo a la luz sobre nuestro inefable rey emérito. Esta semana, se ha publicado, no en todos los medios claró está, que este tipo entrañable regaló en 2012 65 millones de euros a su antigua amante, Corinna Larsen, curiosamente, en el mismo momento que dejaba, o lo había hecho ya, la relación. La última noticia es que la alemana ha denunciado al antiguo monarca y a otros responsables, del continuo acoso que ha recibido en los últimos años por parte de dirigentes del español Centro Nacional de Inteligencia.
No hace falta ser muy listo para deducir que se trata de evitar que esta mujer revele secretos de Estado, que implican al simpático Juan Carlo en toda suerte de tramas criminales. Presuntas, ojo, que no tenemos pruebas desde nuestra infinita modestia y no queremos ser injustos. Visto lo visto, ni las vamos a tener, a pesar de las muchas evidencias. Para dicha denuncia, la tal Corinna ha contado con un reputado abogado británico y las declaraciones son bastante fuertes: «Tras ocho años de abusos, que también han ido dirigidos contra mis hijos, y dado que no hay final a la vista, no me veo con más opciones que tomar acciones legales«. También, menciona amenazas de muerte por parte del CNI, y uno se cree ya cualquier cosa de los servicios secretos de los Estados, por muy democráticos que se presenten. Es la tercera denuncia abierta en la Fiscalía británica, en España hasta la fecha no, claro, ya que los principales partidos se han encargado de blindarle adecuadamente, algo que en aquel país a priori y en teoría no tiene validez. Recapitulemos, en 2012 el campechano monarca deja su relación extramarital con la alemana, después de conocerse el asunto por la opinión pública; es el mismo año en que se da a conocer la repulsiva imagen en que vemos a Juan Carlos posando al lado del cadaver de un elefante en un safari en Botswana.
Seguimos, la investigación en el Reino Unido descubre la transferencia en 2008 de 100 millones de dolares desde Arabia Saudí a una fundación identificado con el, en aquel momento, Jefe de Estado español. Se sospecha que la millonaria cantidad vendría de comisiones procedentes de la adjudicación de la obra del AVE a La Meca a empresarios españoles, y de ahí saldrían los 65 millones de euros donados a Corinna den 2012. En 2014, Juan Carlos abdica en benefició de su hijo Felipe; el sistema, con el PSOE y el PP a la cabeza, se encargarán de que el aforamiento y la inmunidad del antiguo monarca impiden procesarle por delitos anteriores a esa fecha. El círculo se cierra y el lavado de imagen de la institución, con un nuevo rey y su pleveya esposa, se ha producido casi a la perfección. Como en España, apenas hay memoria histórica y espacio para la reflexión, mucho pedir es vincular todos estos hechos con el fraude de la Transición y el aupamiento a la jefatura de Estado de un tipo amamantado por el franquismo. Todavía peor, es pedir al personal, incluso a presuntos progres, que se muestren críticos con sus líderes contaminados por el nauseabundo poder estatal, vinculado al económico en forma de cuantiosas comisiones y deleznables vínculos. A pesar del ruido, la sangre no llegará al río y permitidme dudar de que se juzgue al antiguo monarca. Tampoco, se hizo con Felipe González y José María Aznar. De momento, todo sigue atado y bien atado.