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¿Salvar al rey?

Me mandan un pequeño extracto de uno de los documentales de moda, «Salvar al rey», en el que se confirma lo que era un secreto a voces: la implicación del emérito Juan Carlos en el intento de golpe de Estado del 23-F en 1981. Se contempla a unos exagentes del CSID afirmando que el antiguo monarca era nada menos que el motor del golpe y, una vez visto el fracaso de la intentona golpista, los servicios de Inteligencia en un ejercicio magistral acreditan como el gran salvador de la democracia al rey puesto por el dictador, ese mismo que juró los principios del movimiento fascista. Al parecer, HBO ha decidio estrenar este trabajo audiovisual en un momento donde, de manera vergonzante, España está todavía rindiendo tributo a la recién fenecida Isabel II de Inglaterra. No he visto el documental, de dos horas y media de duración, pero los que sí lo han hecho aseguran que no aporta mucho a lo ya sabido, mientras que cierto tono sensacionalista no ayuda demasiado al rigor informativo. A estas alturas de la película, a poco que uno no sea un papanatas lamentable (y en este inefable país hay unos cuantos), resulta más que conocido que el fulano llamado Juan Carlos I de España es un individuo rastrero de la peor especie, a pesar de ser presentado como el gran héroe de esa farsa llamada «transacción democrática» y haber caído de pie una y otra vez, al menos, hasta hace bien poco.

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rey felipe vi

El discurso

Lo del discurso del jefe de Estado, léase, claro, el rey, la noche del 24 de diciembre es algo que empieza a parecer un nuevo episodio de alguna ya reiterativa serie de muertos vivientes. El programa estelar se completa, un rato después, con la inevitable aparición en la misma televisión pública del cantante ultraconservador Raphael, aunque este al menos tiene buena voz. No es que me importe lo más mínimo lo que pueda decir el monarca, pero uno tiene que aguantar el chaparrón de caspa y patetismo si quiere rellenar estas líneas con algún análisis político. No obstante, quizá lo más penoso y deplorable sea escuchar a algunos críticos biempensantes lamentarse de que Felipe VI no condenara abiertamente los escándalos de su padre Juan Carlos y solo pasara de puntillas por el tema cuando aludió a unos supuestos «principios éticos» inherentes a la corona, «a pesar de las circunstancias». Sí, las palabras son indignantes, un insulto al común de los mortales que habita este indescriptible país llamado España. Pero, ¿alguien podía esperar otra cosa de una institución inicua y añeja? Es más, ¿ha soltado alguna vez un monarca un discurso, con esa voz de los borbones siempre meliflua y monocorde, que no sea mera retórica vacía?

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Vergonzantes juancarlistas

Esta semana, el medidor de vergüenza ajena en España ha subido considerablemente con la publicación de un manifiesto por parte de viejas glorias políticas en defensa del llamado rey emérito. El grupito de firmantes, con Alfonso Guerra a la cabeza, lo forma toda suerte, a diestra y siniestra, de exministros, expresidentes regionales, exdiplomáticos y otras gentes de mal vivir. Aseguran Sigue leyendo

Instituciones obsoletas

Ante la previsible caída (y constatada huída, en un ejercicio propio de la ‘ficción’ creada por mis admirados Azcona y  Berlanga) del monarca emérito, ese prohombre que ‘trajo’ la democracia a este inefable paìs, resulta repulsiva, a la par que inquietante, la defensa que algunos todavía hacen de su figura sin el menor asomo de vergüenza. «Es posible que cobrara comisiones, pero trajo mucho dinero a este país”, he escuchado hoy mismo por casualidad en cierto medio televisivo (que rima también con repulsivo). Claro que si el mismo tipo que está al frente Gobierno, ese que preside un partido que todavía se autodenomina socialista, apuntala a la monarquía afirmando que “se juzga a las personas y no a las instituciones”, pues qué podemos esperar. Solo sus socios gubernamentales, los que creo que todavía se llaman Unidas Podemos, mantienen una postura aparentemente crítica con el sistema, veremos por cuánto tiempo. Sin embargo, el hecho de que el rey Juan Carlos haya resultado un corrupto en lo económico, y no solo en lo moral como corresponde a todos los de su especie, no debería resultar tan sorprendente para todo el que tenga la conciencia y el cerebro bien oxigenados. Al fin y al cabo, los libertarios somos conscientes de que el Estado, cualquier forma de Estado, supone un saqueo constante. Sigue leyendo

Corinna y el rey

Las monarquías, no solo constituyen a poco que uno tenga bien oxigenado el cerebro instituciones casposas y obsoletas, además, en su versión «democrática» son algo digno de análisis desde puntos de vista, al menos, cercanamente libertarios. Es decir, resulta indisociable las condición de monarca, o jefe de Estado, que viene a ser lo mismo, del continuo robo a los súbditos, abiertamente papanatas o no. Claro, se me dirá que en una república no hay súbditos, sino Sigue leyendo