Cuando el otro día comentaba que la alternativa a esta locura de avaricia que nos rodea es el anarquismo, me contestaba un amigo que estaba loco, porque la utopía anarquista había sido arrollada por el siglo XX. Y que el XXI no nos iba a dar ninguna oportunidad. Y yo pienso justamente ¿Quién es el loco aquí? ¿Los y las anarquistas que decimos que hay que meterle mano a los ricos sin dilación, o la izquierda que se empeña en llegar al poder, perdiendo mil veces, para por fin ganar, y encontrarse allí con una oposición feroz de militares, curas, empresarios e inversores, y con unas leyes draconianas que la maniatan? Pero resulta que para los votantes del Poder, los anarquistas estamos locos. Yo por ejemplo, levanto la tapa del puchero y veo a Pedro Sánchez balbuceando «reeenta mínima vital», y a Pablo Iglesias afirmando «luchamos por los máaaas desfavorecidos uhuhuuuuu». Vamos, leche migá. Y venga a buscar excusas… A ver. Vamos a recordar.
Resulta que en 2008 estalló una crisis financiera. Dicha crisis había sido creada por especuladores que dejaron de percibir beneficios, y declararon la bancarrota. Los Estados para tranquilizarles les dieron miles de millones de euros en forma de deuda que pagamos los trabajadores. Resultado: currantes endeudados, en tanto que los ricachones, plutócratas y mandatarios, están de juerga.
Por fin llega al Gobierno el bipartito PSOE/Podemos. Y resulta que desembarca el coronavirus. Colgado el cartelito de «cerrado por pandemia». ¿Solución? Los Estados y los bancos centrales han regalado a los especuladores mucha más y más deuda. La Bolsa sube y los pobres las pasan canutas. Osea, triunfo de la derecha, enriquecimiento de los ricos, y total impotencia del Gobierno ante el incremento de la pobreza.
¿Cuál es la propuesta del anarquismo? Nuestro objetivo, recordemos nuestros dogmas, es lograr el mayor bien posible para todos. Eso implica redistribuir, repartir. Por supuesto quitar a esa gente del medio. Sin compasión, y sin odio. ¿Y con qué bandera lo haremos? Con algo que está en alza, con una actividad que ha mostrado su valor en tiempos de crisis: los cuidados. Traslademos los cuidados a lo imprescindible. Y esta es la consigna que os propongo: cuidaos los unos a los otros, y el principio del fin habrá llegado, porque los ricos y sus lacayos sin los esenciales, son menos que nada.
Claro, decir esto, es parecido a proponer que seamos buenos. Algo que no va a suceder. Por eso los pasos a dar se encuentran en volvernos locos: el Gobierno no nos sirve, el Parlamento no nos defiende, los empresarios no nos alimentan… No les apoyemos más. Nunca. La locura es asociarse: en colectivos, movimientos sociales, en sindicatos, empezando desde abajo actuando en el barrio, en la sección sindical, en lo colectivo. Y a partir de ahí llevar a cabo la asociación de los imprescindibles. Con una consigna clara: cuidarnos entre todos, porque el bien de todos es el bien de uno. Esa es nuestra locura, la locura anarquista. Es una locura que nos vuelve fuertes, que nos quita el miedo, que no se detiene ante nada. Y vamos a extenderla, hasta que el mundo enloquezca.