Debate libertario: una necesidad actual

Quizás, solo quizás, se esté produciendo un renacimiento del movimiento libertario en España y en el mundo. La democracia occidental clásica, liberal, modelo tras la Segunda Guerra Mundial en gran parte del mundo, está dando signos de agotamiento. Ante esta situación hay unos nuevos autoproclamados «libertarios», neoliberales de corte fascista, con unas características nuevas muy particulares que nada tienen que ver con el verdadero libertarismo anarquista, aunque llevan a la confusión a cierta parte de la población. El verdadero libertarismo es anarquista y anti-jerárquico, estos «libertarios», sin embargo, quieren desprenderse de la parte del Estado que les molesta, odian los impuestos y las regulaciones, así como las prestaciones sociales que estos generan.

Es la ley de la jungla, el sálvese quien pueda, pero con reglas de mercado (que tampoco respetan cuando no les interesa: véanse el intervencionismo gubernamental que practican o la recuperación económica, tras las crisis capitalistas, con los dineros públicos, que no desdeñan).

La desazón social con la democracia burguesa se produce cuando la ciudadanía ve que, cambien o no los colores de los gobiernos, sus problemas cotidianos son los mismos o se ven agravados cada legislatura.

En España, aún con la llegada de la República en su segunda edición, el movimiento anarquista y anarcosindicalista sabía que, ese notable hecho político, no iba a suponer cambios revolucionarios. El militante anarquista tenía claro (véanse las afirmaciones de alguien tan pragmático como Ramón Acín) que la lucha por la emancipación de la Humanidad sería tan necesaria como en épocas aún más autoritarias.

El cambio de posición ideológica en cuanto al voto por parte de CNT en 1936, para evitar que volviera a ganar la derecha y para conseguir la amnistía, fue determinante para el triunfo del Frente Popular. Los anarquistas tomaron, tras Julio de ese funesto año electoral las armas, no tanto para defender a una república que había resultado decepcionante para sus expectativas sino para conseguir la revolución: era el espíritu del diecinueve de julio.

La vida es el bien supremo y mejorarla es el objetivo de cualquier verdadero libertario, lo que llevó a grandes discrepancias con los frentepopulistas.

Javier Celma

El Consejo de Aragón, así como otros muchos experimentos colectivistas por toda España, mostraron al mundo las posibilidades reales que ofrecía la aplicación y práctica del asamblearismo y la autogestión. Su propio éxito acabó con dichos experimentos; conseguir un buen superávit productivo para el «esfuerzo de guerra» respondiendo, además, al principio de «a cada cual según sus necesidades y de cada uno según sus posibilidades» era una ecuación peligrosa tanto para el comunismo estalinista como para la democracia burguesa. Así que se decidió acabar con las colectivizaciones, aunque hubieran de despistarse fuerzas del tan cacareado «esfuerzo de guerra”, así que, ya durante la guerra, el movimiento libertario vivió la represión desde las propias filas republicanas.

Una buena organización férrea y jerarquizada controlaría, tras la guerra, los esfuerzos de resistencia ante el franquismo y el fascismo europeo. Muchos anarquistas lucharon movidos por su antifascismo en las filas resistentes manejadas fundamentalmente, como digo, por el Partido Comunista.
Cuando apareció la política de la «reconciliación nacional», propugnada desde el PCE, hubo quienes se desmovilizaron en su lucha armada, pero fueron los anarquistas, a partir de ese momento, los que decidieron seguir en la lucha, esta vez en la guerrilla urbana. Es decir, el movimiento libertario, a pesar de la mayor facilidad para su disgregación al huir y rechazar las estructuras jerarquizadas que propugnan un mayor control, seguía vivo y actuando, siendo responsable de muchos de los intentos de acabar con la vida del dictador.

Ya en el ocaso del franquismo, las fuerzas opositoras estuvieron bastante de acuerdo con las del régimen en crear una democracia burguesa al uso y se sustituyera al franquismo decadente, por lo que los movimientos revolucionarios auténticos eran el enemigo a batir.

Con la llegada de la Transición, todo lo que no fuera política parlamentaria regulada y constitucional debía ser eliminado. La mayor parte de los partidos revolucionarios antifranquistas fueron desapareciendo, mientras muchos de sus componentes y líderes pasaron a integrar los cuadros de los partidos institucionales… también de los sindicatos potenciados por los poderes públicos. Así pues, se planteó el dilema de aceptar o combatir a aquellos que no se iban a conformar con el maquillaje que para la maquinaria explotadora del Estado suponía la nueva democracia parlamentaria.

Todos, como en 1937, se pusieron de acuerdo en asfixiar económicamente, mediante la no devolución a sus legítimos propietarios del patrimonio sindical anarcosindicalista, negando subvenciones estatales (en clara discriminación frente a los sindicatos aceptados institucionalmente) y, además, realizando claros montajes policiales como el Scala y otros escándalos.

El espíritu crítico, que ya sólo podía quedar entre los que querían ya no una reforma si no ir más allá de la frustrada ruptura, también sirvió a los intereses disgregadores con una estrecha concepción de la «pureza» ideológica que llevó al Congreso de la división de la CNT.
Pero nunca el verdadero libertarismo ha estado muerto.

Tras los sucesos del 68 existía una clara concepción anarquista de la vida y de la política.
Tras el 15M había deseos de autogestión y asamblearismo frente al sistema tradicional de partidos.
Hoy, ante el hartazgo por la inacción de los partidos de gobierno que se alternan sin que la gente note mejora en su vida cotidiana, existe una alternativa que está aprovechándose de la situación, y es una alternativa peligrosa.

Antonio Capapé

El supuesto «libertarismo», al estilo anglosajón, copiado ya en muchas otras partes del mundo, ofrece, como sus antecesores en los años 20 y 30 del siglo pasado, soluciones fáciles para el pueblo menos ilustrado. Es la misma estrategia de siempre: ofrecer un enemigo fácilmente reconocible, enfrentar a los últimos con los penúltimos, dentro de las clases sociales, para que no vean que su enemigo es el que está más arriba en el escalafón económico. Ayer eran los judíos y los comunistas, hoy son los inmigrantes, los gays, los progresistas, las feministas, los ecologistas y, en general, todos aquellos que confrontan al poder. El asentamiento de la «corrección política» se ha unido, interesadamente, al asentamiento de una democracia que está decepcionando continuamente a las clases más desfavorecidas; por tanto, su falta de esperanza une progresismo y democracia. No ha de extrañar que la izquierda se pregunte continuamente ¿que estamos haciendo mal? Debemos, en estos tiempos de continua desinformación, hacer más esfuerzos que nunca para difundir el mensaje auténticamente libertario. La aparición de «Redes Libertarias» ha sido como un rayo de esperanza en medio de tanta decrepitud y tanta atonía política. Tener cuantas más vías de comunicación con la sociedad ha de ser una labor fundamental para sacar a la luz una ideología que nunca había muerto pero que se mostraba en estado letárgico. Desde el movimiento de la Memoria Histórica se abren cauces para hablar de lo que ha sido el verdadero libertarismo (sin comillas) en nuestro país.

En Aragón nos preocupó mucho y tuvimos en nuestro afán siempre traer al conocimiento público a los olvidados entre los olvidados: los anarquistas. Muchas exposiciones, charlas, homenajes y hasta monumentos, han sido potenciados desde la especial sensibilidad para con esos temas por parte de la Asociación por la recuperación de la Memoria histórica de Aragón (ARMHA).

En ese marco, no queríamos dejar pasar la oportunidad de comenzar la propuesta de una serie de debates públicos sobre el anarquismo hoy en día. Así el 31 de enero, dentro de las jornadas de la “imagen de la memoria de 2025”, propusimos una mesa redonda que esperamos suponga el inicio de otras muchas a lo largo del año, siendo además plataforma para otras iniciativas a realizar con organizaciones afines.

Este mismo afán llevó, en esta ocasión, a la historiadora Laura Vicente a ofrecernos un repaso de las actividades de Mujeres Libertarias en Aragón durante los años 80; Antonio Capapé leyó, y también añadió vivencias personales, el texto que Paco Marcellán (que no pudo intervenir presencialmente por motivos de salud) preparó sobre una pequeña aproximación al libertarismo español durante la Transición; finalmente, Javier Celma habló, más concretamente, sobre la trayectoria de la CNT aragonesa a lo largo de esos años.

El debate fue corto, por problemas de horario, que intentaremos subsanar en los siguientes actos que vayamos anunciando.

A continuación, os destacaré algunas de las intervenciones de Laura Vicente y de Paco Marcellán, ya que Javier Celma improvisó y no hay ningún escrito que atestigüe su intervención.
Laura habló de la historia del movimiento integrado en la CNT local de las Mujeres Libertarias de las que destaco estos fragmentos:

«El contexto en el que apareció el grupo fue la etapa final de la Transición, en 1980. El grupo aparece en un trasfondo complejo y conflictivo pero también esperanzador por las posibilidades de cambios importantes, plena de actividad política y sindical, renovador y transformador de la vida personal. Nos dimos cuenta de que la rebelión debía tener una dimensión ética que convertía la cultura y la educación en elementos fundamentales, fijando nuestra atención en aspectos claves de la existencia: alimentación, salud, familia, amor, sexualidad, relación de pareja, respeto a la naturaleza etcétera.

Nada de esto era nuevo dado que venía en el bagaje del anarquismo. Fuimos también conscientes de la importancia que tenía la defensa de la libertad colectiva, pero también individual. De esta manera se buscó la independencia psicológica y autoestima poniendo en valor la llamada «emancipación interna» que ya defendía Emma Goldman para que las mujeres se convirtieran en sujetos de su proceso de liberación. Mujeres Libertarias eran una organización autónoma y libertaria, abierta a todas las mujeres.

Laura Vicente

Era un grupo mixto, era un grupo de afinidad, en Zaragoza formaba parte de CNT que se concebía como organismo global hasta el X Congreso de 1987. Formaba parte de las coordinadoras feministas a nivel local y estatal; coordinación con los demás grupos de Mujeres Libertarias a través de encuentros… el tema estrella fue el aborto, los anticonceptivos y la manera de entender la sexualidad,(así como) muchos más: el trabajo, la educación, el antimilitarismo, la violencia, etcétera.
En el grupo hicimos muy pronto la constatación de que el feminismo no afectaba solo a lo político, a lo público, sino que incluía lo personal, «lo personal es político», aunque se debatían mucho las carencias ideológicas sobre el alcance del anarquismo en el tema de la opresión de la mujer, eran obvias en la mayoría el poder y la autoridad. Hubieran requerido estos temas un mayor estudio, debate y reflexión más allá de la definición habitual del antiautoritarismo. La desaparición del grupo, por múltiples causas externas e internas, entre las que mencionaré las dos más destacadas: la primera causa, el cansancio de un activismo intenso (igual que ocurrió dentro de otros movimientos y fuerzas políticas y sindicales); la segunda, el X Congreso de la CNT en 1987, en el que se desestimó la organización global que se había construido en Zaragoza. Igual que no hubo una fecha de fundación segura de Mujeres Libertarias de Zaragoza tampoco hubo una fecha de desaparición del grupo, pero este se extinguió entre 1987 y 1988.»

Después, Antonio Capapé, militante cenetista durante la Transición (tema sobre el que versaba esta mesa redonda) leyó una intervención de Paco Marcellán, de tipo más general, sobre los acontecimientos y hechos del sindicato en esos momentos históricos:

(Antecedentes) «Estamos asistiendo a una remembranza de los últimos años, que son calificados como estertores de la dictadura franquista, junto con otras lecturas de la denominada Transición democrática en la que priman los grandes personajes asociados a los pactos/transacciones que evitaron una ruptura «desde abajo» y posibilitaron una transacción «desde arriba».

La  debilidad del movimiento libertario, tras la derrota y dura represión post-bélica y el olvido de las gentes libertarias que continuaron luchando en las ciudades y en el maquis hasta mediados de los años 50 del pasado, las disensiones tanto en el exilio europeo como en el americano, la escasa divulgación de materiales y experiencias autogestionarias, tanto a nivel español como internacional, constituyeron limitaciones para poner en marcha una confluencia de gentes que reivindicaban su propia experiencia antiautoritaria. Un proceso que iniciamos en 1972, con la participación de estudiantes de grupos autónomos, profesores que buscaban y promovían una pedagogía libertaria, trabajadores de sectores como la construcción, el textil y el metal que propugnaban métodos de acción directa.

(Comienzos y expectativas) El colectivo zaragozano, estructurado en base a grupos de afinidad marcadamente el sectorial o de barrio fue ganando presencia a través de las acciones concretas. Personas de entre 25 y 40 años de edad pusieron en marcha un proyecto que confluía con otros grupos similares de Madrid, Cataluña, Andalucía, Euskadi, Valencia y Asturias. En mayo de 1976 celebramos una asamblea en los bajos de la parroquia de Santa Mónica, en el barrio de la Romareda que dio lugar a la constitución de la Regional del Valle del Ebro de CNT. La legalización de CNT en la primavera de 1977, el desencanto en la consecución de objetivos en el corto y medio plazo, la crisis de medios de comunicación que apostaban por visiones libertarias, el impacto reducido de nuestros medios de expresión, dificultades para acceder a los medios de convencionales, gente, también del ámbito libertario, que fueron acomodándose a una situación en la que creían poder desarrollar una progresión personal, los conflictos en el seno de CNT, acusados en a lo largo de 1979, condujeron a un callejón de difícil salida.

No obstante, quienes seguimos vinculados de una u otra manera al microcosmos libertario creemos firmemente que, valores como el apoyo mutuo, acción directa, la práctica antiautoritaria y anti-jerárquica en todos los ámbitos de nuestra vida y que aprendimos conscientemente y sin ataduras durante aquellos trepidantes años, constituyen un elemento que puede servir para que explotados y explotadas por una sociedad patriarcal en la que los derechos son sistemáticamente vulnerados por el capital y el Estado, despierten de un letargo y servidumbre voluntaria que el propio sistema alimenta.

Esta intervención en una mesa redonda sobre los libertarios aragoneses en la transición, es una demostración de que aquellas luchas, experiencias organizativas, siguen teniendo en el presente, puesto que afectan a nuestra sensibilidad, hay que hacer hoy. Siempre importa recordar el pasado para saber cómo otras personas lucharon, el por qué y cómo.»

Conclusiones:

En política, como en todo lo demás, la naturaleza tiende a llenar los vacíos. Ante el muy justificado escepticismo de la Humanidad en sus sistemas políticos, que eternizan una organización injusta de la sociedad, la alternativa libertaria siempre ha estado ahí, con muchos ropajes distintos, propios de cada época, pero presente.

La Humanidad tiene miles de años. Lo que consideramos Historia y sus civilizaciones ha sucedido en los últimos 4.000 años aproximadamente, eso quiere decir que, existiendo también dentro de este periodo considerado histórico multitud de movimientos libertarios, asimismo existe un período mucho más largo en el que los seres humanos vivieron, se organizaron y sobrevivieron, apoyándose mutuamente, que no respondía necesariamente a un sistema jerárquico que parece hoy en día no tener alternativa.

Muchos destellos ha habido a lo largo del devenir humano sobre la tierra que han mostrado un camino alternativo al convencionalmente aceptado por izquierdas y derechas. Este momento de alternativas populistas, que no son tales, es, también, un momento en el que a las nuevas generaciones se les está vendiendo la vieja bazofia intolerante y autoritaria de siempre en frascos aparentemente nuevos; a unas nuevas generaciones que no saben, porque nadie se lo ha enseñado, lo que el fascismo trajo a la Humanidad: muerte y destrucción a escala mundial; un momento en el que a los más lumpen proletarios les hacen creer que el enemigo es el diferente y no los ladrones de traje y corbata.

En este momento en el que la gente cree en influencers más que el filósofo. Que piensan que dar un «like» es hacer la revolución; en este momento en el que los principios de machismo, intolerancia, racismo, homofobia, antiprogresismo, negacionismo, etcétera, propios de comentarios de barra de bar y de visceralidad perversa tienen reflejo en el programa de algunos partidos políticos. En este momento, digo, es cuando más esfuerzo debe hacer el movimiento libertario para decirle a la gente que no dejen que ese vacío desdeñoso lo llenen quienes quieren esclavizarnos y que hay alternativas. Que tienen que tomar las riendas de sus propias vidas. Que hay derecho a vivir bien y en armonía en un planeta para todos. Que el desarrollo personal y la felicidad son posibles con el apoyo mutuo, la autogestión, la asamblea y la acción directa. Puede ser nuestro momento y, en todo caso, nunca debemos permanecer inactivos y callados, mucho menos hoy. Hay que estar muy atentos y dar respuestas alternativas, ilusionar al mundo ilusionándonos nosotros mismos.

Una ardua tarea pero ahí hemos de estar.

Nota final: disculpas a los intervinientes por la selección hecha de sus textos, selección obviamente arbitraria con la que pueden discrepar y que solo es responsabilidad del autor de este artículo.

Enrique Gómez Arnas
https://redeslibertarias.com/2025/02/28/debate-libertario-una-necesidad-actual/

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