Hay historiadores e historiadoras que leo por placer o con fines utilitarios (para alguna investigación en marcha) o por ambos motivos a la vez. Tony Judt forma parte del primer grupo, algo que quizás me replantee a partir de ahora. Cualquier persona dedicada a la investigación histórica tiene ideología, no existe una persona que no tenga su subjetividad, su visión del mundo, su manera de comprender la realidad. Pretender ser objetiva y no estar influida por todos esos componentes (y muchos otros como el género, la raza, la etnia, la clase social, la nación en la que ha nacido, su religión, etc.) es engañoso y sospechoso (quienes lo pretenden llaman historiadores/as «militantes» al «otro u otra» como insulto).
Tony Judt no oculta su opción política socialdemócrata y ha escrito algún libro al respecto como el titulado «Algo va mal». Su opción política, que no es la mía, nunca ha sido un obstáculo para que haya leído muchos de sus libros con verdadero placer pese a la distancia ideológica que nos separa. Lo he considerado un historiador honesto y para mí eso era suficiente.
Quizás por los muchos libros que he leído de Judt me sorprendió más el fragmento con el que me tropecé leyendo su libro, Cuando los hechos cambian:
«Ha habido terroristas anarquistas, terroristas rusos, terroristas indios, terroristas árabes, terroristas vascos, terroristas malayos, terroristas tamiles y muchos más» (p. 280).
Me quedé tan petrificada que lo releí varias veces para intentar entender por qué Judt había metido en el mismo párrafo al terrorismo que señala una corriente de pensamiento, el anarquismo, con el terrorismo localizado en diversos territorios geográficos. Por qué Judt sintió la necesidad de destacar el terrorismo llevado a cabo por personas anarquistas como si estas no pudieran quedar encuadradas en su nacionalidad respectiva.
Esta afirmación enseguida me recordó al monumento dedicado a Cánovas del Castillo en Madrid asesinado por el anarquista italiano Angiolillo en 1897. En la base del monumento puede leerse literalmente:
«Víctima del anarquismo. Murió asesinado en Santa Águeda el 8 de agosto de 1897 (…)».
Más recientemente volví a leer algo parecido cuando se produjeron las manifestaciones en favor de la libertad de Pablo Hasél en Barcelona y en la prensa pude leer que los protagonistas de las protestas e incidentes violentos eran: anarquistas, antifascistas y antisistema. ¿Por qué el articulista sintió la necesidad de destacar como violentas a personas anarquistas mientras utilizó términos en los que se engloban ideologías diversas, por supuesto las propias personas anarquistas, como antifascista o antisistema?
Los medios de comunicación y otros instrumentos de poder institucional colaboran sistemáticamente en asociar la idea de violencia al anarquismo, algo demencial puesto que otras ideologías como el liberalismo, el nacionalismo o el comunismo han inspirado guerras o actos de represión que han causado, y siguen causando, millones de personas muertas. No solo consideran que el anarquismo es violento y mata sino que sistemáticamente ignoran u ocultan el hecho de que muchos hombres y mujeres anarquistas optaron por no practicar la violencia nunca. El caso más reciente (pero hay muchos) es un vídeo editado por la Universidad de Zaragoza sobre la anarco-sindicalista, pacifista y fundadora de la revista Mujeres Libres, Amparo Poch y Gascón, en el que ocultan cuales eran las ideas que inspiraron su trayectoria puesto que no mencionan en ningún momento que era anarquista, ni tan solo libertaria.
Ese párrafo de dos líneas de Tony Judt me parece tan poco honesto, tan manipulador de la realidad, que revisaré mi afición a leer sus libros. Ha habido personas anarquistas que han practicado la violencia y ha habido muchas más que no lo han hecho nunca, el poder institucional siempre estará interesado en asociar la violencia a quienes cuestionan su poder y en quitarse de encima la dura losa de personas muertas que les vienen acompañando en su ejercicio del poder desde hace cientos y cientos de años.
Laura Vicente
Tomado de https://kaosenlared.net/el-anarquismo-la-unica-ideologia-que-mata/