Tanto en el anarquismo, como en el marxismo, la idea de inmanencia es básica referida al ateísmo. Hablamos de inmanencia, en términos filosóficos, cuando la actividad permanece dentro del agente en el sentido de que tiene en él su propio fin. El ser inmanente, y la inmanencia, se contrapone al ser trascendente, y la trascendencia, entendido como lo que está «más allá» de la realidad o como un principio supremo (Dios, el Absoluto, lo Uno…).
Hablamos de una visión humanista que rechaza todas las ideas religiosas y considera que la conciencia del hombre debe substituir a la de la divinidad. Para Marx, una razón totalmente autónoma tiene por objeto un mundo cognoscible apartándose en ello toda trascendencia. El anarquismo, a través de sus diferentes visiones y su evolución, posee un sentido amplio y vitalista del ateísmo. En este texto, por la importancia de estos pensadores, nos referiremos al pensamiento de Marx y Engels sobre el ateísmo.
Ya hemos mencionado la idea de inmanencia; la alienación es otro concepto clave, desarrollado en su obra La ideología alemana (1846) junto al materialismo histórico, para comprender cómo observaba Marx el ateísmo. El ser humano está alienado, o enajenado, de sí mismo. Esa idea de autoalienación se basa en la relación de rivalidad entre Dios y el hombre, lo que se le da al uno se le arrebata al otro. En un visión deudora de Feuerbach, se considera que el cielo es la compensación ilusoria de la adversidad experimentada en la vida terrenal. Por lo tanto, la alienación religiosa es una expresión de la alienación económica y una reacción contra ella. La raíz de esa alienación la buscará Marx por doquier: en la escisión entre la sociedad burguesa y el Estado, en el trabajo alienado, en la plusvalía arrebatada por el capital… La religión es la expresión de un deseo de trascendencia, por parte de un ser humano «desgarrado», incapaz de autoposeerse y refugiado en el egoísmo, y viola la realidad inmanente con su afirmación de trascendencia. Será la revolución proletaria, con el fin de la burguesía y la igualdad de clases, la que signifique la definitiva reapropiación del mundo por parte del hombre.
Otro concepto marxista que hay que comprender, en el que se incluye también la inmanencia, es el de praxis. Lo que se entiende por ella es la supresión de la teoría, la cual se identifica con la crítica. De esta manera, el ser humano autocreado, y que se basta a sí mismo, ya no necesita la negación teórica de la idea de Dios, ya que coloca en su lugar la superación práctica. Como ya se ha dicho, hay que observar en ateísmo de Marx estrechamente vinculado a su concepción general del materialismo y del historicismo, según la cual la conciencia es una realidad subordinada a la praxis y no existe ninguna teoría pura, ya que toda idea (religiosa, moral o metafísica) es reflejo de las contradicciones sociales y, al mismo tiempo, el instrumento mitificador para dominar a los individuos. Engels, cuyo interés estuvo centrado en la ciencias naturales, incluye al cosmos en la filosofía materialista de Marx. A este pensador se debe la idea de una dialéctica objetiva de la naturaleza, la cual se refleja en el pensamiento como dialéctica subjetiva. La concepción dialéctica, entendida como la ley más universal si prescindimos de la evolución de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, es contraria a toda concepción metafísica habitualmente unidad a la fe en verdades absolutas.
Aunque nos metamos en una corriente política y filosófica decididamente autoritaria, algo que no es deseo en absoluto del autor de este blog, dedicaré unas palabra al ateísmo de Lenin al ser claramente deudor de Marx y Engels. Para Lenin, la religión es un poderoso narcótico que permite a las clases explotadoras mantener subordinada a la clase proletaria, aunque no considera que sea la única explicación del fenómeno. La impotencia de los explotados frente a los dominadores genera la fe en un más allá, y del mismo modo la impotencia del «salvaje» frente a la naturaleza dio lugar a la creencia en dioses, demonios o milagros. La religión hunde sus raíces en la historia y en diversas ideas previas, por lo que la revolución, a pesar de transformar las estructuras sociales y las raíces del problema, no puede cambiar de golpe esa situación. A nivel epistemológico, Lenin coincidirá con Engels: ciencia y religión se excluyen recíprocamente y no pueden ser verdaderos al mismo tiempo; se afirma una verdad objetiva frente a cualquier forma fideísta. Lenin, no obstante, parece substituir a Dios por la ciencia, ya que pone en ella toda su fe y considera que el conocimiento humano no tiene límites.
Marx y Engels son dos importantes autores cuya aportación es innegable. En cuanto a lo que podemos llamar la visión marxista-leninista, tan rechazable políticamente para el que subscribe, y tan estricta a nivel intelectual, es a pesar de todo importante en la historia del ateísmo. Lo demuestra el hecho de que se siga apelando a la ciencia de una manera dogmática o se siga confiando en las condiciones objetivas para acabar con la religión, incluso tantas veces desde posiciones supuestamente librepensadoras. Aunque sea posible vincular el pensamiento religioso con las condiciones materiales, existen muchos otros factores para explicarlo, la historia y la evolución del pensamiento tienen que ayudarnos a comprender también eso. Son muchos los conceptos que se manejan en esta controversia y es dudoso que puedan existir respuestas totalmente satisfactorias. Otorgar un mayor horizonte a la moral no es lo mismo que considerar que somos, o podemos ser, plenamente racionales; ello supondría aceptar que estamos determinados por un concepto trascendente llamado razón que impregna toda la existencia, algo que se antoja rechazable. Para bien y para mal, el ser humano es más complicado que todo eso, por lo que la libertad hay que construirla apartándose de toda subordinación (a Dios, a la historia o a cualquier forma absolutista).
José Meslier