Es recurrente en los medios de comunicación social y en otros círculos hablar de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres en la sociedad capitalista actual.
Es cierto que las mujeres sufren una grave discriminación salarial, es cierto que la mujer sigue siendo discriminada a la hora de acceder a los puestos de representación en las instituciones capitalistas, es cierto que la mujer suele tener una doble carga de trabajo (laboral y doméstico) debido a la educación que nos han inculcado durante generaciones, una educación inspirada en las costumbres sociales auspiciadas por el sistema económico imperante.
Siguiendo con el problema educacional debemos recordar que la religión tiene mucho que ver con el papel secundario y marginal de la mujer. Cuando una sociedad se cree cosas como que el hombre es hecho del barro por Dios, un Dios que ha creado todo de la nada y, para más inri, crea a la mujer de una costilla del hombre, esa sociedad está sentando las bases para que la mujer sea inferior al hombre. Cuando, además, esa misma religión enseña que la mujer tienta al hombre para cometer el pecado original que nos condena, por los siglos de los siglos, a la necesidad de tener que trabajar, está otorgando a la mujer el papel de un ser malvado causante de los males de la humanidad.
Mientras los seres humanos (hombres y mujeres) no seamos capaces de desembarazarnos de las supersticiones y de los dogmas de la religión no seremos capaces de encontrar la estabilidad ni la igualdad entre los dos sexos y entre todos los seres humanos.
Somos tan incultos, tan insensatos de creernos barbaridades como lo de la costilla cuando sabemos que es la mujer quien nos lleva en su vientre y nos da la vida, este simple hecho nos debería llevar a preguntarnos ¿cómo es creada la mujer de la costilla del hombre si es la mujer la que pare y da la vida a todos los seres humanos? Lo lógico hubiera sido decir que de la costilla de la mujer fue creado el hombre, igual así las cosas serían diferentes.
La religión ha sido quien se ha hecho, desde siempre, con el control de la cultura y de la enseñanza para que los seres humanos no pudiésemos acceder a aquellas informaciones o escritos que pusiesen en entredicho sus contradictorias enseñanzas.
Hemos pasado siglos aceptando lo que la Iglesia predicaba sin que nadie lo cuestionase y ello nos ha llevado a la actual estructura social y al actual pensamiento predominante en la sociedad, seamos conscientes de ello y rompamos con las supersticiones y las mentiras que nos presentan a las mujeres como seres inferiores y por tanto perversos.
¿Contra quien luchar para obtener la igualdad?
Desde los medios recomunicación social y otras instituciones, cuando se habla de la desigualdad salarial entre hombres y mujeres y la marginación de la mujer a favor del hombre, se está fomentando el enfrentamiento entre géneros, cosa que no hace ningún favor para conseguir la liberación de la mujer y la igualdad entre los seres humanos.
Si fue la religión quien fomento la imagen de una mujer salida del hombre y que, por tanto, era inferior a él y que además lo engaña y fruto de ese engaño nos castigan a ganarnos el pan con el sudor de la frente, es el capitalismo quien aprovechándose de la religión hizo que fuesen los curas quienes se encargasen de la educación de los seres humanos, hombres y mujeres, a través de las escuelas, que en un principio fueron dominicales y en las parroquias, para que nos enseñasen disciplina para trabajar y para seguir las órdenes del jefe o del empresario.
La Iglesia y el poder, ya sea este económico, político, militar o religioso, se retroalimentan, la una educa en el miedo y la obediencia al superior y el otro la defiende y la mantiene para que pueda realizar esa función. Por lo tanto en el capitalismo actual, el secuestrado por la teorías del neoliberalismo, es más necesaria que nunca una Iglesia que adapte sus contenidos y su doctrina a las nuevas formas de dominación que se nos han venido encima.
Por todo esto la lucha de hombres y mujeres tiene que ser unitaria para acabar con cualquier tipo de oscurantismo o engaño que pretenda dividirnos en sexos enfrentados y en constante lucha entre nosotros.
Si tenemos esto claro seremos capaces de eliminar las diferencias existentes entre los hombres y las mujeres y que no son fruto de una enemistad entre géneros sino de una imposición del sistema económico y social que, para sobrevivir, intenta separar a las personas de mil y una maneras diferentes. Los poderosos son conscientes de que mientras haya enfrentamientos entre los desposeídos de ese poder, ellos estarán a salvo para seguir esquilmando el planeta y a todos los que vivimos en él pero no controlamos los medios de producción, ni de generación de riqueza. Hay que decir que no los controlamos desde el momento que, como dijo Rousseau, hubo un imbécil que aceptó que un objeto, que un trozo de tierra, o cualquier otra cosa era propiedad individual de una sola persona. Desde el día que nos creímos que alguien tenía derecho a la propiedad como algo exclusivo de su persona, empezamos a generar la actual situación económica y social que hoy nos machaca y nos explota.
Desde entonces hemos ido aceptando, cada vez, cosas más perversas para la igualdad entre personas.
No podremos ser libres e iguales mientras nos fijemos en rivalidades por cuestión de género que han sido fomentadas e impuestas por el sistema social, político y económico imperante, desde siempre los poderosos, sean quienes sean, han sido los que han legislado y creado un sistema en el que todo esto fuese posible. No seamos tan ingenuos de cargar con una culpa que no es de los hombres o de las mujeres por ser como nos han enseñado que tenemos que ser; ahora bien, no podemos dejar de luchar por cambiar todo esto y empezar por cada uno de nosotros, pero sin olvidar que hasta que no acabemos con los sistemas sociales de dominación humana la igualdad entre personas no será posible.
¿De verdad queremos la igualdad?
La pregunta parece tener una fácil respuesta si nos fijamos solo en las discriminaciones de género que todos conocemos, pero no nos detenemos a ver que el problema es educacional.
Educacional no porque hombres y mujeres hayamos estado educados para desempeñar roles diferentes, sino porque a los privilegiados, a los poderosos siempre les ha interesado que haya roles diferentes y que unos estén por encima de otros o de otras.
¿Nadie se ha parado a pensar o nadie se ha preguntado nunca por qué hay gente que gana más que otros u otras por trabajar las mismas horas?
Supongo que muchos y muchas sí, pero ¿estamos hablando de la misma desigualdad o vemos solo lo que nos quieren hacer ver?
Yo siempre me he preguntado por qué un profesor de universidad, un ingeniero, un médico, un arquitecto, un juez, un militar, un policía, un funcionario, un abogado, un… tiene que tener salarios más altos que un jornalero, un obrero, un peón…
Lo normal es que cuando te cuestionas esto siempre te digan que todas esas personas que cobran más es porque han hecho el esfuerzo de estudiar para conseguirlo y que los otros no y por eso tienen que tener un estatus más alto, estatus que se premia con mejores salarios y mejor consideración social.
Desde una óptica lógica de la educación recibida todos hemos aceptado esto como cierto y como incuestionable. Hemos aceptado la desigualdad y no hemos sido capaces de preguntarnos si esa desigualdad es justa o no.
Analicemos este paradigma incuestionable en la sociedad actual de forma racional y no de forma interesada, de forma natural y no de forma irracional, de forma humana y no de forma deshumanizada, de forma igualitaria y no de forma desigualitaria.
Empecemos por tener claro que de forma natural todos los seres humanos tenemos unas necesidades naturales e irrenunciables, la más básica de ellas es el derecho y la necesidad vital de alimentarnos para seguir viviendo.
Si aceptamos que la necesidad básica es la alimentación para no morir, tendremos que aceptar que cualquier actividad humana que nos conduzca a poder realizar este acto básico y vital para las personas debería ser la que tuviese una mayor consideración social y económica, ¿es eso así en la sociedad actual o en las anteriores?
La verdad es que no, ya que las personas que plantan, que cultivan, que recogen los productos necesarios para poder alimentarnos, que son los necesarios para poder vivir, no son los mejor pagados de esta sociedad. Se nos dirá que estas personas no han hecho el esfuerzo de estudiar para poder alcanzar esa posición de privilegio, otra patraña que nos han enseñado ¿seguro que los campesinos no han estudiado, no han observado, no han modificado sus trabajos, sus visiones del cultivo para obtener la producción necesaria para poder vivir y para poder obtener mayor fruto del campo, de las semillas, de los frutales, de la naturaleza, de…?
¿Seguro que si estos hombres y mujeres no trabajasen todos los días para conseguir obtener los alimentos necesarios habría personas que podrían ser estudiantes universitarios que consiguieran ese estatus “mayor” que se les da por su esfuerzo?
¿De verdad seremos tan irracionales para no reconocer que si no hubiese personas que hicieran el esfuerzo de trabajar la tierra, de recolectar sus frutos, de ofertárnoslos, no sería posible que hubiese otros que se pudiesen dedicar al estudio y a otras actividades alejadas de la producción vital para el ser humano?
Alguien se está preparando o ya me ha dicho demagogo, esa es la forma de negar la realidad de negar lo racional, atacar a quien cuestiona la desigualdad con términos que solo son aplicables a quienes niegan la evidencia para hacer real lo que es irracional, para mantener la desigualdad como algo lógico, como algo incuestionable.
Nunca he entendido ni creo que llegaré a entender, porque es incomprensible para una mente humana, que aquellos que producen lo que es incuestionable para que las personas sigamos con vida, la comida, sigan siendo considerados la parte más baja o de las más bajas de una esfera social fabricada y creada por los que detentan el poder, por los poderosos.
Mientras los que hemos tenido la suerte de poder estudiar, de ser universitarios, de ser unos privilegiados, no nos demos cuenta de que no seríamos nada sin la gente que no ha tenido la suerte de poder dedicarse a lo mismo que nosotros todo continuará igual y la desigualdad humana (también la de género) será algo que no erradicaremos, que no solucionaremos. ¿De verdad pensamos que unos podríamos dedicarnos al estudio, a lo intelectual, si otros no hubieran aceptado, o se les hubiera impuesto que tenían que dedicarse a lo manual?
Si aceptamos que unos trabajan para producir lo que otros tenemos que consumir, porque no podemos producirlo, porque nuestro rol social es otro ¿por qué no aceptamos que esas personas se merecen la misma retribución monetaria o reconocimiento social que nosotros?
En ese no reconocimiento está la semilla de la desigualdad y la injusticia humana.
¿No sería más lógico, más natural, más humano que si hemos decidido ser seres sociales, vivir juntos como especie, en aldeas, pueblos y ciudades fuésemos capaces de aceptar que todos somos necesarios, unos para otros, para poder sobrevivir como especie?
¿No sería más lógico, más natural, más humano, que si hemos decidido ser seres sociales y vivir juntos como especie que si unos nos dedicamos al estudio para poder avanzar más rápido en la obtención de una vida mejor, aceptásemos que ha sido por un pacto no escrito que nos une como especie para obtener beneficios sociales para todos, sin que unos tengan que estar por encima de otros?
Reflexionemos
Todos los días nos levantamos, después de dormir en una cama, que alguien habrá tenido que construir o fabricar.
Encendemos la luz eléctrica, la vela, el quinqué, etc., que alguien habrá tenido que generar.
Nos vestimos con ropa, que alguien habrá tenido que tejer, que fabricar.
Vamos al baño, a la ducha, al lavabo, que alguien habrá tenido que hacer, fabricar, instalar.
Entramos en la cocina, encendemos el fuego, el gas, que alguien nos facilita, nos calentamos la leche, que alguien ha ordeñado y nos ha facilitado la posibilidad de poder tenerla en casa, o nos hacemos un café que alguien ha tenido que cultivar y facilitarnos para nuestro desayuno.
Salimos de casa, cerramos la puerta que alguien ha hecho.
Cogemos el ascensor o bajamos por las escaleras, que alguien habrá fabricado, instalado, construido.
Salimos a la calle, que alguien habrá diseñado, urbanizado, asfaltado, enlosado.
Subimos en el automóvil, moto, autobús, metro, tren que alguien habrá montado, construido, fabricado.
Llegamos al trabajo en la universidad, la fábrica, la oficina, el banco, el ayuntamiento, la biblioteca, la escuela que alguien ha tenido que construir e instalar.
Trabajamos con un ordenador, tenemos luz, utilizamos papel, ponemos tornillos, recogemos la basura, que alguien ha producido o fabricado.
Salimos del trabajo, porque tenemos un reloj que nos indica la hora, que alguien ha construido, que alguien ha diseñado, que alguien ha fabricado.
Tenemos hambre y buscamos comida que alguien nos ha producido para que nosotros podamos alimentarnos.
Nos sentamos en un sofá a descansar que alguien ha fabricado, diseñado, montado.
Vamos al cine, a ver una película que alguien ha construido, producido, interpretado.
Paseamos por el parque que alguien ha construido, que alguien cuida, que alguien planta, que alguien riega.
Volvemos a casa, tenemos hambre, comemos, y alguien nos ha facilitado o producido esta comida.
Hemos hecho basura, tenemos desperdicios que no queremos en casa, los sacamos a la calle, los depositamos en el contenedor que alguien tendrá que recoger, que alguien tendrá que transportar, que alguien tendrá que eliminar.
Nos relajamos, nos amamos, nos acostamos con nuestra pareja (no identifico sexo) e igual queremos tener sexo, no queremos procrear porque no ha llegado el momento, o por lo que sea, utilizamos medios anticonceptivos que alguien ha fabricado, que alguien nos ha vendido, que alguien nos ha recetado.
Hemos terminado y nos tapamos, en la cama, con sábanas, mantas, edredones que alguien ha diseñado, fabricado o tejido.
Antes de desconectar definitivamente ponemos el despertador, que alguien ha fabricado o construido, o abrimos la persiana que alguien ha puesto o nos ha fabricado, para despertarnos de nuevo al día siguiente.
¿De verdad todavía pensamos que no dependemos de nadie, que seríamos capaces de realizar cualquier actividad sin que otros no colaborasen con nosotros para poderlas realizar?
¿De verdad seguimos pensando que si todos los que colaboran, que interactúan con nosotros, no lo hicieran seríamos capaces de desarrollar nuestra actividad?
¿De verdad pensamos que nuestro trabajo merece mayor recompensa que la de todos nuestros equivalentes, nuestros hermanos, nuestros semejantes?
¿De verdad pensamos que viviendo en sociedad, que siendo seres sociales, tenemos que tener mejores sueldos, mejor posición social o más reconocimiento unos que otros cuando nuestro trabajo diario es necesario para todos los demás?
Mientras no seamos capaces de darnos cuenta de que si hemos elegido, si nos hemos puesto a vivir en comunidad, tenemos que reflexionar que no podemos defender, ni aceptar las diferencias salariales, las diferencias sociales, las diferencias de estatus, ya que mientras lo sigamos haciendo estaremos defendiendo las diferencias de género. Tengamos claro que una cosa es reflejo de la otra y que nunca podremos acabar con ella si no cambiamos el paradigma social que nos hemos creído como inamovible.
En conclusión
La igualdad entre géneros solo será posible si aceptamos la igualdad entre todas las personas que formamos parte de la especie humana.
La igualdad de género solo será posible si desterramos la idea, la creencia de que unas personas tienen que ser superiores o tener un estatus superior a otras.
La igualdad de género no será posible mientras nos enfrentemos la mitad de la humanidad a la otra mitad; o nos damos cuenta que el enemigo común es aquel que defiende la desigualdad social entre seres humanos o no llegaremos a ser libres, a ser equivalentes, a ser personas, a vivir en comunidad y en comunión con la naturaleza, con el planeta y con las otras especies animales.
En el mundo, en la sociedad, todos y todas somos igual de necesarios y nadie lo es más que otros. ¿Qué sería del médico, sin el campesinos que le garantiza los alimentos? ¿Qué sería del campesino sin el médico que conoce los remedios a sus males? ¿Qué sería del médico sin el albañil que construye su casa? ¿Qué sería del albañil sin el que le garantiza tener alimentos todos los días, sin el campesinos? ¿Qué sería del…?
La igualdad, solo será posible si cambiamos el sistema político, social y económico que nos ha hecho creer que unos podemos vivir sin los otros, que unos somos más importantes que los otros, que unos somos mejores que las otras, que otras no serían nada sin los unos, recordemos que la Biblia, esa famosa novela, nos dice que Dios, ese ser nacido de la nada, hizo a la mujer de una costilla del hombre…
Si nos hemos creído la mentira y hemos descubierto que lo es ¿qué esperamos a tener sentido común? O los seres humanos somos hermafroditas o es el hombre quién sale de la mujer y no al revés, hasta que no seamos capaces de desterrar esa mentira de la educación, de la sociedad, de la vida humana, estaremos condenados a vivir en desigualdad porque a los defensores de esa mentira les interesa hacer diferencias sociales que, como hemos visto, se basan en la primigenia mentira de la creación.
¡Ni Dios, ni Estado, ni patrón! Ya que son los que representan la jerarquía, la opresión y la desigualdad.
Por la equivalencia entre los seres humanos, por la patria única de la humanidad, la tierra, y por la igualdad entre todas las personas.
¡Hasta conseguirlo no paremos!
Manuel Vicent
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.321 (abril 2015).