El pragmático y lúcido Malatesta

Los amigos de la sistematización sitúan la evolución del anarquismo, del anarquismo moderno al menos, de la siguiente manera: Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta… Después de estos nombres, no todos coinciden, e incluso parece que antes hay discrepancias sobre la importancia o aportación de según qué autores. En cualquier caso, los tres primeros nombres antes mencionados son indiscutibles para los propios anarquistas y respecto a Malatesta, parece existir controversia sobre su aportación u originalidad de pensamiento, pero es un nombre fundamental como divulgador, en cualquier caso, y por su lucidez para matizar según que aspectos excesivamente rigidos en la filosofía de sus predecesores.

La visión antidogmática del anarquismo es conocida; no obstante, y a pesar de la firmeza de las ideas de los primeros anarquistas, supongo que fue inevitable no verse impregnado del espíritu de la época y valorar ciertas tesis hasta extremos casi metafísicos: dialéctica, materialismo, cientificismo, positivismo… Malatesta vendrá a poner fin a la controversia, sosteniendo algo que actuará como antídoto frente al dogmatismo: se puede ser anarquista desde diferentes perspectivas filosóficas, y es más importante unirse a los que transitan el mismo camino, aunque digan tener otro destino, que hacerlo con los que se denominan anarquistas y toman rutas repugnantes al propio anarquismo. El pragmatismo del italiano le llevo a considerar que todas las vertientes anarquistas (mutualistas, comunistas, colectivistas, individualistas, y otras denominaciones) a veces eran interpretadas de manera que oscurecen y ocultan una fundamental identidad de aspiración; en cualquier caso, podían ser solo teorías que tratan de explicar y justificar conclusiones prácticas similares, el modo que se considera mejor para llevar a la praxis el ideal de libertad y solidaridad.


Lo que caracteriza a los anarquistas, póngase el apelativo que se quiera, es la búsqueda más segura de garantizar la libertad, que en el aspecto económico sería la exposición del modo más adecuado de distribuir entre las personas los medios de producción y los productos del trabajo. Los aspectos filosóficos que pueden diferenciar a los diferentes teóricos anarquistas son para el pragmático Malatesta un aspecto secundario. Él mismo se declaraba «ignorante», no le gustaban las etiquetas y consideraba, de manera tal vez algo rígida (por lo que podemos considerarle muy influido por el materialismo) que las concepciones filosóficas tienen poca o ninguna influencia en la conducta. Según la visión de Malatesta, el anarquismo surge de la rebelión moral contra la injusticia (contra la desigualdad y la opresión); no hay quizá visión del anarquismo más simple y cristalina, y también irrefutable en mi opinión, que la del italiano cuando sostiene que el ideal libertario nace al descubrir el ser humano que aquellos males los produce él mismo y son, por tanto, perfectamente erradicables por su mano.

Malatesta consideraba el núcleo básico del programa anarquista según los siguientes puntos:

1. Abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos de trabajo.

2. Abolición del Estado y de toda desigualdad política.

3. Organización de la vida social a través de libres asociaciones y federaciones de productores y consumidores.

4. Garantía de vida y bienestar para los niños y quienes no puedan bastarse por sí mismos.

5. Educación científica y guerra a las supersticiones religiosas.

6. Reconstrucción de la familia, fundada en el simple amor, sin ligaduras legales ni religiosas.

Cuando se habla de «abolición del Estado», está claro lo que se quiere significar: abolición de toda organización política fundada en la autoridad y constitución de una sociedad de hombres libres e iguales, fundada sobre la armonía de los intereses y el concurso voluntario de todos, a fin de satisfacer las necesidades sociales. No obstante, en otros escritos, Malatesta matizó sobre la diferente concepción que suscita la palabra Estado, algunas susceptibles de inducir a error: «sociedad o colectividad humana reunida en un territorio determinado», «administración suprema de un país», «poder central», «condición», «modo de ser», etc. Malatesta pensaba en la propaganda negativa y en lo que pudieran entender las clases más humildes, por lo que consideraba más claro hablar de «abolición del gobierno». El italiano consideraba que el atribuir al concepto de «gobierno» o «Estado» cualidades como razón, justicia o equidad era producto de la tendencia metafísica a la abstracción del ser humano, y a tomar como real el objeto abstraído. Pero el gobierno tiene un significado concreto: la colectividad de los gobernantes, aquellos que poseen la facultad, en grado más o menos elevado, de servirse de la fuerza colectiva de la sociedad (fuerza física, intelectual y económica) para obligar a todo el mundo a hacer lo que obedece a sus designios particulares. Esta era la definición para el pragmático Malatesta del principio de gobierno o de autoridad.

En la línea de Bakunin, y refutando todo individualismo, Malatesta pensaba que el ser humano no era independiente de la sociedad, sino su producto. Alejado de la sociedad, el hombre nunca hubiera podido salir de la esfera de la animalidad brutal y conseguir su pleno desarrollo. Rechazaba el italiano una supuesta ley natural, y aquí se aleja de algunos precedentes suyos en la ideas libertarias, en virtud de la cual pudiera establecerse automáticamente una armonía entre los hombres, sin ninguna necesidad de una acción consciente y querida. Esa armonía solo podría establecerse por la voluntad y la acción de los hombres, la naturaleza no puede ocuparse de lo que está bien o mal, por lo que la desaparición del Estado o de cualquier otro artificio sociopolítico no garantiza un sistema mejor. Cuando Malatesta argumentaba de esta manera, queria contestar a la visión individualista en el anarquismo, pero parece que su crítica va bastante más allá. Lo que se denomina «armonismo» no deja de ser una visión determinista (o, en palabras de él mismo, de «fatalismo optimista»), algo que fue propio de muchos anarquistas (no solo individualistas) y socialistas. Malatesta quería ver una influencia religiosa en esta creencia en una «ley natural», en pensar que una instancia superior o externa (llámese Dios o llámese Naturaleza) había creado y ordenado el mundo para bien de los hombres. Tampoco estaban exentos de culpa los economistas y liberales, los cuales mencionaban una armonía de intereses para legitimar los privilegios de la burguesía.

En definitiva, no era amigo el italiano de caminos fáciles y de visiones simplistas, no era partidario de una propaganda que sacrificara el rigor y la profundización para un mayor éxito y deseaba que el ser humano afrontara y resolviera las dificultades en vistas a una auténtica emancipación social (liberación que, en algunos casos, pudiera hacerse también venciendo ciertos males o desarmonías «naturales»). Malatesta negaba una finalidad en la naturaleza, al menos no una finalidad de índole humana (y mucho menos pensado en la benignidad), por lo que incluso el mal o el dolor pudieran ser vistos como parte de esa supuesta «armonía» natural. Es una visión que huye de todo determinismo, optimista o no, y de todo dogmatismo dentro de las ideas libertarias; son conocidas las discrepancias de Malatesta con Kropotkin y las críticas que hizo a su excesivo rigorismo científico (por muy impresionante que pueda ser la obra del ruso en este sentido). Era una confianza, como ya hemos dicho anteriormente, en la voluntad y creatividad del hombre; la naturaleza es arbitraria, pero la mano del hombre da lugar a las más bellas obras de manera consciente. Desde nuestro punto de vista, nos encontramos en Malatesta un paso más allá en el ideal libertario que surge de la modernidad; se trata de no substituir al déspota divino en nombre de otro espíritu trascendente (llámese ciencia, ley natural o razón) sino de destruirlo y permitirle al hombre construir su futuro. Toda suerte de providencialismo es obviamente rechazable para el anarquismo, y las acusaciones en ese sentido son meramente reduccionistas o distorsionadas. El pragmatismo, dentro de una visión enormemente amplia del anarquismo y de la pluralidad humana, y el amor por la libertad de Malatesta son admirables. Conflictos de intereses y de pasiones existirán siempre en las sociedades humanas, no es deseable ninguna uniformidad y sí admitir una variedad que sí forma parte de la naturaleza; la consecución de la equidad social será ya obra de la mano humana. Está claro que la visión de Malatesta era la de una sociedad organizada y cooperativa, que proveyera adecuadamente a cada uno de sus miembros.

Capi Vidal

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