-Amigo, ¿nos puedes explicar de dónde viene la idea de reunir estos artículos y reflexiones que ponen casi me atrevería a decir “cara a cara” el anarquismo frente al nacionalismo? ¿Cada uno de vosotros eligió la reflexión que más le avenía a escribir?
°La idea del proyecto corresponde íntegramente a los editores, a la sazón la Fundación Anselmo Lorenzo y Queimada. También el diseño de portada, el título, la presentación y el texto de contraportada, como es lógico. Y aparte de esto, lo que hubo es una propuesta a diferentes personas para que diéramos nuestra opinión al respecto.
-¿Este libro, conjunto de artículos reflexivos, surge más que nada al calor “del conflicto” que se ha abierto con Catalunya/Cataluña?
°Sin duda. Se trata de un proyecto surgido a raíz del contencioso catalán, en el que, tanto a título particular como a nivel de organizaciones, activos del movimiento libertario han tomado posición ante los hechos, no tanto en cuanto al nacionalismo emergente, del que son críticos, sino sobre todo en el aspecto del «derecho a decidir» como forma de autogestión.
-Desde muchas perspectivas las naciones asustan porque se va más allá, desde el sistema, del derecho a la lengua, a estimar y recogerse sobre sus costumbres, tradiciones y rasgos culturales…se sobrepasa eso que es hasta lo que uno puede entender para empezar a excluir y hasta expandir el odio… Una fina línea roja por la que la gente casi disfruta jugando, aunque no se le vea la gracia…
°Es asunto complejo sobre el que, de entrada, pesa el lastre de interpretarse con atributos del siglo XIX y de primeros del XX, que fue cuando más acusado estuvo el fenómeno nacionalista, ligado en buena medida a procesos de descolonización. Se mezclan conceptos como nación, identidad o Estado, que aunque próximos no son iguales. Y todo eso contribuye a la confusión y al vicio del presentismo (analizar el pasado con los valores del presente, sacándole de su contexto), que nada facilita su justa apreciación. Aparte, el término nacionalismo esta demonizado (justamente) por la funesta experiencia nazi (nacional-socialismo). Ser de «un tiempo y de un lugar» (como dice la canción de Raimon) no significa, en principio, predicar la exclusión del diferente, sea extranjero, de otro género, religión o color. El problema es cuando se institucionalizan políticas identitarias como númerus clausus (xenófobas/racistas). Es totalitarismo se mira como se mire.
-Los pueblos tienen derecho a la autodeterminación. Cada pueblo debe o debería decidir cómo andar por el trayecto de la vida, ¿no? Particularmente lo veo así, llevo muchos años con un carnet de identidad que indica una nacionalidad que para nada comparto y que cada día he sentido menos, pero allá donde voy me asiento o me he asentado y me he adaptado… a menudo me ha tocado, como a muchos, tragar con gobiernos con los que no tengo ni un ápice de afinidad, pero como la mayoría de mis conciudadanos votaron…me conformo, pero se ve que no todos tienen la piel del mismo grosor. ¿Qué nos puedes reflexionar?
°El derecho de autodeterminación, el derecho a decidir grosso modo, es un derecho fundamental, un principio democrático inalienable, tanto para las personas como para los grupos. Por tanto, cualquier limitación, prohibición o censura, implica despotismo y merma de la autonomía personal. Otra cosa es que los gobiernos intenten ponerle un candado porque los Estados tienen vocación unitaria al basar su legitimidad sobre el dominio. Y en un universo plural, con capacidades políticas plurales, esa dimensión del Estado se ve cuestionada a una especie de plebiscito constante (Renán). De ahí que el “statu” quo signifique que el único nacionalismo valido es que profeso el Estado. Ocurre como con la «religión verdadera», que es la confesional del Estado. No hay que olvidar que la idea de democracia es el «gobierno del pueblo, por el pueblo o para el pueblo», no el gobierno de una oligarquía dirigente.
-¿Lo que falla es el sistema que es como un pez que se come la cola?. Un sistema que impone “su nacionalismo” por encima de cualquier otra consideración. Un sistema que, desde siempre, demoniza la idea anarquista para imponer la unidad del territorio…
°Nadie ni nada está por encima de las personas, ni del ejercicio de su autonomía y de su libertad. Cualquier sistema que constriña ese «mínimo común denominador» es opresivo. De ahí que el anarquismo insista en la educación, la instrucción y la ilustración para que todos los hombres y mujeres adquieran la capacidad para decidir con conocimiento de causa qué quieren hacer con sus vidas y cómo quieren relacionarse con sus semejantes. Tal régimen de autogobierno, en el plano de la administración de los recursos necesarios para una existencia digna, entra en las prerrogativas de lo reclamado en la Primera Internacional: «La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos o no será». Sin olvidar el segundo compromiso, a menudo olvidado, de los internacionalistas cuando reclamaban «no más deberes sin derechos, ni más derechos sin deberes», lo que entraña asumir una ética de la responsabilidad, hoy perdida por efecto de una «delegación política» por la que entregamos una especie de cheque en blanco a nuestros «representantes» que nos hace súbditos en vez de ciudadanos plenamente. La servidumbre voluntaria que no nos hace ni libres ni iguales.
-Me agrada más hablar de las naciones de los hombres y mujeres. De la humanidad como nación (pero el propio término nación me suele producir “urticaria” porque aquí lo empleamos como “con pinzas”), aunque suene utópico y eso que tengo mi trozo de corazón al que si le preguntan hacia dónde está te diría que tiene su afinidad hacia comunidades o pueblos en los que compartimos muchas características comunes, pero ni más ni menos… No tengo que esconderme detrás de una bandera o de un territorio para empujar a nadie, sobre todo porque quien nos sangra está ,y tenemos que ser prestos a verlos, están tanto en estas pequeñas comunidades donde compartimos tantas cosas como en “los países”…porque el principal enemigo que nos sangra es el capital y el propio Estado, a este segundo actor no lo solemos poner, pero sangrarnos, nos sangra desde la abolición, por ejemplo, de las libertades…
°Nación es donde se nace, lo que no conlleva ninguna ventaja ni supremacía previa. Y términos como comunidades o pueblos son, mutatis mutandis, conceptos sinónimos. El problema surge cuando «el chovinismo» o «el patrioterismo», con himnos, banderas y demás abalorios (que pueden ser simplemente los colores de un club de fútbol fanatizados) pretenden erigir una superioridad imaginaria sobre esa base. El anarquista Fermín Salvoechea decía «mi patria es el mundo, mi familia la humanidad y mi religión hacer el bien», y eso no evitaba que fuera un firme defensor del «cantón de Cádiz» en la I República Federal.
-Y en el contexto actual. Creo que el derecho a decidir es fundamental y no hay que rasgarse por ningún lado las vestiduras desde la elección, la palabra y la libertad de poder pensar cada uno y una lo que desee, de poder expresarlo y vivir con ello. En Cataluña, por ejemplo, y en otros lares hay gente que se siente catalana y no española y es así y “han tragado” hasta ahora con otro estatus… si el conjunto de la población catalana elige , en un referéndum, que son más los que se sienten catalanes que españoles… ¿Por qué no cambiar el estatus? Es que quizás aquello que más erosiona es que no te respeten ni te hayan respetado nunca y que quieran imponer la apisonadora de siempre.
°El llamado «problema catalán» tiene varios ingredientes. El más «cantoso» es que tiene que ver con el nacionalismo y el proyecto de constituir un Estado propio en competencia con el Estado español. Pero junto a ese tema está el de la ruptura que ello supondría respecto al Régimen del 78 y la botadura de una República sobre el solar de la Monarquía borbónica del 18 de julio. Lo que sería como abrir las exclusas del «atado y bien atado» de la Transición. Aparte existe el asunto clave del «derecho a decidir», ya citado. Y es difícil convencer a la gente que un país del UE prohíba su ejercicio cuando otros ciudadanos de esa órbita, como Gran Bretaña (Brexit) o Escocia, han podido ejercer su derecho al referéndum sin trabas y con todas las consecuencias.
-No es tan difícil respetar que la gente elija lo que quiere ser o, si así lo sienten, bajo que bandera ir andando. ¿Qué te parece?
°La violencia del Estado (no solo con la fuerza bruta, también con medidas judiciales o de intoxicación mediática) puede tapar momentáneamente ese deseo. Pero solo servirá para diferir el problema. No para solucionarlo. Generaciones vendrán y momentos habrá en que esa afán regrese. Hay una máxima-a: «todo debe ser libre para que funcione».
-¿No te parece que desde los “estados centralizados” se ignoran a veces de manera maligna todo rastro de “ser autónomo” de las personas y de los pueblos?
°Creo haber respondido ya a esa cuestión. Añadiré dos cosas con el gran escritor portugués Migueol Torga:
1) «Lo universal es lo local sin muros»
2) «La única forma de ser libre ante el poder es tener la dignidad de no servirlo»
-Lo que está aconteciendo en Cataluña está quitando las caretas a mucha gente que, en realidad, ha salido de donde ha salido y que arrastra el “gen que dejó la dictadura” y que se derramó con la Transición…
°Hay un franquismo sociológico que impregna a las ideologías más peregrinas. Ahí está la foto de gentes como Paco Frutos (ex secretario general del PCE), Josep Borrell (PSOE), Jiménez Villarejo (ex Podemos) con Albiol, Arrimadas, Valls y demás, defendiendo el 155, que es una suerte de estado de excepción.
-Y lo más triste es que mientras hablamos de esto de “naciones” y “nacionalismos” no lo hacemos de lo que realmente es importante: los seres vivos que la componen y su bienestar. La principal patria debería ser nuestro bienestar y nuestra libertad, la más alta de las banderas, ¿no?
°Me remito. Ningún ser humano es ilegal.
-Y lo anterior no tiene nada que ver que cada uno “sienta” sus afinidades, si es que las tiene, para con una determinada comunidad…
°Lo que usted llama «afinidades» en la natural diversidad de los seres humanos, entes únicos e irrepetibles, que el sistema de producción económico y político a escala estandariza y brutaliza. Una patología silenciosa que nos debilita gravemente para la existencia en solidaridad. La biodiversidad no es solo un atributo de la ecología, la propia vida humana es un ecosistema, una cadena trófica cuyos eslabones éticos hay que cuidar a riesgo de que la vulneración de uno ponga en peligro a todo el conjunto. Que es lo que pasa actualmente sin que cause mayor alarma.
-Pero las naciones, como tales, nunca deberían llevarnos a la confrontación porque si nos dejamos encandilar por eso seremos imbéciles, como peones, a manos de un jugador perverso de ajedrez que quiere hacer lo que le viene en gana con nosotros, desde llevarnos a la batalla por una palabra—el nombre de la nación–, por un trapo—la bandera—y por unas notas musicales —que a veces no tiene ni letra, ¡¡qué triste!!! Y a la vez cínico—. ¿Qué nos puedes comentar?
°La primera y definitiva derrota de los trabajadores, cuando derivaron en «peones», se produjo con la Primera Guerra Mundial. El conflicto armado rompió el «internacionalismo» declarada por la Asociación Internacional de Trabajadores al provocar que la divisa de la fraternidad guiando al pueblo se trocara en el alistamiento en ejércitos de distintos países. Para matarse unos a otros en favor de sus respectivos gobiernos. Desde entonces, las guerras siguen en el candelero y la industria militar en auge. Sin que los operarios de esas fábricas de muerte al por mayor se interroguen sobre el carácter criminal de sus trabajos. Dos derrotas por el precio de una. El pacifismo y el antimilitarismo serían buena parte de la solución de las metástasis que nos corroen.
-¿Es el poder del fascismo lo que en estos momentos nos hace pensar o mirar a ver quién hay al lado antes de abrir la boca? Un fascismo que siempre ha estado aquí porque nunca se marchó, ¿verdad? Y que aparece desde abajo, como siempre, y que haciendo uso de vasos comunicantes se deja ver sobre todo, de una manera que coarta las libertades, el bien más preciado—como decía El Quijote a Sancho—, sin lugar a dudas, ¿verdad?…
°Fascismo es una palabra muy gruesa. Significa un Estado totalitario de partido único, represión de libertades civiles, negación de expresiones políticas, militarización de la sociedad, ausencia de medios de expresión, etc. Eso, formalmente, hoy en Europa no existe. Hay, sin duda, gobiernos y regímenes autoritarios e incluso despóticos. Sobre todo en lo que fue el Bloque Comunista (Rusia en primer lugar). Y en la Unión Europea lo que avanza es un modelo de corte xenófobo y ultranacionalista (¿postfascista?), provocado por la crisis económica, la emigración masiva y de refugiados, que ha sembrado la inseguridad por el futuro en amplios sectores. Lo más grave es que estos movimientos populistas están apoyados electoralmente por buena parte de la masa obrera que antes militaba en partidos de izquierda y extrema izquierda, así como clase media venida a menos por la crisis.
-Los “pactos Antiterroristas”, los ciudadanos que se deben rendir a las leyes cuando deberían ser estas las que estuviesen a su servicio y cortadas a patrón de las necesidades de una sociedad, las manipulaciones informativas, las mentiras, la manipulación de la verdad, tragedias que son como demasiado precisas y que ya les vienen bien, la corrupción que está metida en el Sistema para retroalimentarse. Mucho de esto lo sabemos de sobras, pero es como si no pudiésemos acabar de probarlo o no quisiéramos porque nos tienen como narcotizados con otras premisas como las trampas del consumo o lo que es preferible a quedarse como uno está, a ver que se corre el peligro, a ponerse en una peor situación. ¿Qué nos puedes comentar?
°Los «pactos antiterroristas» no tienen razón de ser cuando ya no existe el fenómeno terrorista, como ocurre hoy. Otra cosa es que se mantengan para tipificar bajo esa acepción disidencias que cuestionan el sistema. Y eso es lo que ya está ocurriendo con los encarcelamientos de raperos y demás, que luego se ven rechazados en los tribunales europeos. Existe una doble vara de medir, una especie de ley del embudo, boca ancha para juzgar a los de casa y estrecha para los ajenos. Se acaba de ver en la crítica la nota de disolución de ETA. Se la crítica por ser «parcial» e insuficiente, y sin embargo desde esas mismas instancias se sigue sin pedir perdón ni exigencia de responsabilidades por los crímenes del franquismo o del GAL. Un sistema de dos velocidades al servicio de los de arriba… y muchas veces con el concurso de los de abajo,
–¿Desde “la idea anarquista” no se puede defender a ningún nacionalismo porque, de entrada, en aquello que no se “cree” ni se comparte es el concepto de “nación”…? Aunque ¿se pueden discutir, reflexionar “matices” desde el derecho a la autogestión de los pueblos?
°Si aplicamos el concepto «nación» en la acepción excluyente y supremacista, rotundamente NO. Otra cosa diferente es el derecho a decidir, la autogestión o cualquier práctica de deliberación que permita a la gente pronunciarse sobre sus vidas. En ese ámbito moral, lo que conocemos sin necesidad de intérpretes o intermediarios, lo que tenemos más cerca (familia o territorio: zapatero a tus zapatos), es lo que más nos afecta. Una democracia de proximidad que evita el alejamiento de las magnitudes a escala y que, en la formulación del anarquismo clásico, ha sido el sostén histórico del modelo confederal sobre el que se armó colectivamente el anarquismo, el anarcosindicalismo y el movimiento libertario en general. Eso sí, siempre, como escribiera Bakunin, evitando convertirnos en jefes o apóstoles de una nueva intolerancia.
Tomado de http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rafaelcid2.htm