IMAGINARIO SOCIAL ANARQUISMO

Imaginario del personal (tengamos esperanza)

Para el que no sepa a qué alude eso del imaginario social, yo le instruyo muy amablemente. Se trata de una teoría, con la que yo puedo estar muy acuerdo, según la cual el funcionamiento de nuestras sociedades se haría sobre la base de una serie de ideas y valores que tenemos los homo sapiens (dicho sea sin recochineo), sobre la capacidad simbólica que poseemos para luego dar lugar a las instituciones consecuentes. Obviamente, cuando esa potestad queda acaparada por un minoría, o a veces también por una mayoría (el papanatismo no conoce de números), es cuando nacen las instituciones coercitivas del Estado y, llamémosle por su nombre, se produce una oligarquía (aunque esté «legitimada» democráticamente). Los anarquistas, tan majos, lúcidos y éticos ellos, se esforzaron por transferir a toda la comunidad social esa capacidad decisión combatiendo de esa manera el poder colectivo concentrado en pocas manos, de ahí que sean un notable ejemplo a seguir. Obviamente, si uno se siente explotado u oprimido (¿no son ambas cosas muy parecidas?), debería generar un imaginario personal que diera lugar a otro tipo de sociedad en la que se hubiera erradicado la explotación u opresión. El problema se produce cuando alguien no tiene ni un ápice de conciencia sobre dicha condición suya, más bien se considera libre y feliz a pesar de las evidencias; parte del discurso oficial, a veces puesto negro sobre blanco en libros de autoayuda sin el menor asomo de vergüenza, es que podemos ser lo que queramos, también libres y felices (eso, a pesar de las tristes evidencias).

Uno puede acusar de esta situación paupérrima al supuesto individualismo exacerbado que se produce en las sociedades posmodernas (sea lo que sea eso), pero tampoco tengo yo tan claro que esto sea así por completo. Es decir, toda esa masa que ha salido a la calle enfervorecida envuelta en banderas rojigualdas (la de este inefable Reino de España) debido a que una panda de multimillonarios en paños menores ha ganado no sé muy bien qué torneo balompédico, se le puede acusar de muchas cosas, pero no precisamente de no caer en el colectivismo más vulgar. Algunos lo llaman querencia por tu país, en este caso por algo tan aparentemente inofensivo como el deporte, yo lo llamo mistificación patriótica (haciendo gala, una vez más, de una inestimable lucidez); hoy el «¡A por ellos!!» es solo simbólico-instituyente en lo deportivo, lo mismo mañana es una terrible realidad en lo bélico. Pero, seguro que exagero, volvamos a lo del imaginario social. Hace ya más tres décadas que ese horror totalitario pseudoemancipador que llamaron comunismo hizo kaputt y, cuando aquello se produjo, el imaginario triunfante reunió las siguientes características: democracia representativa, liberalismo y economía de «libre» mercado. Esto, con matices, llega hasta el día de hoy, concretado en ese discurso antes mencionado de la «enorme» libertad que tenemos para llevar nuestro particular proyecto de vida, aunque las posibilidades en la práctica del mercado laboral pasen por ser explotado o, si uno es listo, tiene recursos y muy pocos escrúpulos, explotar al prójimo. En el imaginario triunfante, al menos para gran parte de la población, también cabe esa aberración que llaman Estado-nación, con la peligrosa condición de «patriota» basada en una supuesta solidaridad con «los suyos» (también falsa la mayor parte de las veces). Los imaginarios son varios y variados, se mezclan entre sí, y algunos resultan especialmente repulsivos y alienantes.

La cuestión, para no mostrarnos abiertamente desesperanzadores, es saber si podemos fomentar un imaginario social auténticamente transformador en el mejor de los sentidos (que paso a explicar a continuación con nítida elocuencia). El homo sapiens este que nos ocupa, junto a actos aberrantes y comportamientos verdaderamente estúpidos (que podemos contemplar a diario), también ha sido y es capaz de las más nobles acciones. Sí, es muy probable que la mayor parte del personal, al menos en las sociedades actuales, simplemente acepten lo establecido sin pensar demasiado (tómense los ejemplos anteriores). Muy probablemente, no es posible tener una opinión definitiva sobre el comportamiento humano y, seguro, muy pocos se cuestionan sus propios valores, deseos y prejuicios (sobre los que se forman dicho imaginario). No obstante, confiemos, a pesar de lo que nos digan algunos pensadores posmodernos algo delirantes, en que es posible recuperar la razón crítica y los más elevados valores humanos. Un imaginario, por qué no, basado en una preocupación elevada al conjunto de la humanidad, eso tan encomiable que los viejos libertarios llamaban «fraternidad universal». Un imaginario con un concepto de la libertad amplio y sincero unido, impepinablemente, a la solidaridad y al reconocimiento del otro dentro de nuestro propio desarrollo personal. Un imaginario que apueste fervorosamente por la cooperación y el apoyo mutuo en lugar de esa mezquina competencia y falsa libertad para enriquecerse y dejar morir de hambre al vecino. Nadie dijo que fuera fácil, pero seguiremos trabajando al respecto. Palabra de ácrata nihilista.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/07/16/imaginario-del-personal-tengamos-esperanza/

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