Cuando en una sociedad las creencias irracionales son lo que se enseña a la gente desde su nacimiento, nos encontramos con situaciones inexplicables e ilógicas para cualquier persona racional que no acepta los dogmas y que es crítica con todo lo que le ha inculcado la educación. En Francia unos dibujantes, unos ateos convencidos, han sido asesinados por la sinrazón del dogmatismo religioso. Me da igual qué religión practiquen, porque si hoy son los musulmanes ortodoxos que preconizan la yihad, antes fueron los católicos que practicaban la santa cruzada o los judíos integristas que asesinan a sus vecinos porque no son de su religión.
Las religiones monoteístas, imperantes en el mundo, han nacido de unos mismos relatos englobados en el Tanaj judío, en el Antiguo Testamento cristiano o en el Corán musulmán, pero que cada una ha interpretado a su manera y según los intereses de quienes manejan los textos sagrados de esas religiones. De esa interpretación maniquea e interesada de unos relatos novelescos han surgido unas religiones que han llevado la guerra y a la muerte a la humanidad desde su aparición.
El problema de estas religiones no es lo que dicen sus textos sagrados, que podemos definir como unos relatos de cuentos orales que se pusieron por escrito en un momento concreto de la historia humana, si nadie hubiese hecho de eso una religión, hubiésemos tenido una obra literaria de primer orden de las más antiguas de la humanidad. El verdadero problema es lo que llevan esos textos en el fondo, y es el miedo de los seres humanos a lo desconocido, a lo incierto, a lo que está por venir y la inquietud por saber de dónde provienen y cuál es su origen. El miedo es lo más explotado y lo que más inquieta a las personas y ese miedo es representado en esos textos por Dios y por el diablo, dos seres superiores al hombre que le deben causar el bien y el mal en sus vidas diarias.
El problema es que ese Dios, Yahvé, Jehová, Alá, es el mismo para todas esas religiones pero con un nombre diferente, y en nombre de ese ser supremo matan a sus semejantes por no aceptar al que preconizan sus libros sagrados. Se aprovechan del miedo humano para hacerle creer que hay un ser superior, un ser supremo que decide sobre nuestras vidas y después de la muerte, y además han montado una serie de estructuras piramidales que viven a costa del esfuerzo y del miedo de sus seguidores.
En definitiva estas religiones son las que mantienen las estructuras de poder en las sociedades en las que rigen la conciencia de las personas; estas estructuras de poder siempre han estado bendecidas o han sido provenientes del ser Supremo que les da legitimidad o razón de ser.
Para los que estamos en contra de cualquier poder que sojuzgue al ser humano, no podemos aceptar la idea de Dios, Yahvé, Jehová, Alá o su demonio, diablo o como se le quiera llamar, porque el simple hecho de aceptar a esos seres imaginarios significaría aceptar las estructuras de poder, y si aceptamos las estructuras de poder estaremos en contra de la libertad integral del ser humano.
Es por todo esto que no aguantamos que nadie pueda matar en nombre del poder y si se mata en nombre del poder, divino o humano, se está practicando el terrorismo contra las personas. Me parece un acto de hipocresía que los creyentes, los religiosos, se manifiesten en contra del terrorismo de otros creyentes, cuando ellos están manteniendo las estructuras que facilitan y promueven ese terrorismo contra sus semejantes.
Armar a terroristas para acabar con la disidencia
Famosa es la frase de Franklin Delano Roosevelt, sobre el dictador nicaragüense Tacho Somoza: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Esta frase nos puede desvelar lo que piensan los poderes económicos del mundo sobre todos esos personajes que utilizan para conseguir sus pretensiones y que después se les suelen desmadrar. Para luchar contra el Irán de Jomeini utilizarían a Sadam Husein, que después será combatido por los mismos que le habían apoyado. Osama Bin Laden, el fundador de Al Qaeda, fue entrenado por la CIA, aprendió cómo mover dinero a través de sociedades fantasmas y paraísos fiscales; a preparar explosivos; a utilizar códigos cifrados para comunicarse; y a ocultarse, para ayudar a EE UU en la lucha contra los soviéticos en Afganistán, posteriormente se convertiría en el enemigo público número uno de los países capitalistas por sus acciones contra los Estados Unidos.
La famosa invasión de Iraq dará pie a la aparición de Estado Islámico, un grupo que, apoyado por la Al Qaeda de Bin Laden, hará frente a la invasión de Iraq por parte de las tropas de la “coalición internacional”. El cierre en falso de la famosa pacificación de Iraq favorecerá la consolidación del Estado Islámico en la zona, donde se ha asentado y desde donde prepara a quienes quieren hacer la yihad.
Como vemos, detrás de todo este conglomerado siempre se encuentran los intereses económicos de las grandes corporaciones, sobre todo de los hidrocarburos que pretenden seguir explotando el gas y el petróleo de la zona bajo el control de EE UU.
Nos encontramos ante una situación ya conocida en la historia, armar a los que pueden facilitar el control de una zona del mundo para que faciliten la ocupación y el control, pero eso se suele volver en contra de aquellos que los armaron, ya que sus intereses no son los mismos y, una vez preparados, comienzan la lucha contra aquellos que les han invadido para conseguir el poder y llevar a la práctica sus teorías y sus planes. En el caso de Al Qaeda y Bin Laden la meta era involucrar a los Estados Unidos en una guerra a gran escala en el mundo musulmán, que terminaría con los Gobiernos musulmanes moderados y restablecería el califato (es decir, un único Estado musulmán). Con este fin, Al Qaeda entrenó y equipó a terroristas con la ayuda de la considerable riqueza de Bin Laden. El Estado Islámico, aunque apartado de Al Qaeda, puede ser el producto de los planes de Bin Laden, por lo tanto fruto de la imprudente acción de los EE UU y de la avaricia capitalista que no se detiene ante nada, ni nadie, para conseguir sus objetivos. En definitiva, el tan vituperado terrorismo islamista es fruto de los intereses especulativos y depredadores del capitalismo internacional que hizo de ellos sus hijos de puta hasta que se han vuelto en contra de ellos y nosotros, por vivir en la órbita occidental, ya que estos ortodoxos religiosos no saben distinguir entre ricos responsables y trabajadores explotados por los capitalistas. Su lucha es contra el infiel y no contra los que están manejando y provocando los expolios y los sufrimientos en los países islámicos.
Al final las víctimas de las locuras de las corporaciones capitalistas siempre somos la gente del pueblo que no somos los responsables de sus acciones, por lo que nos convertimos en víctimas de ambos terrorismos, el religioso y el capitalista.
La culpa del terrorismo ya sabemos que es de aquellos que lo han alentado en sus inicios y que les han hecho fuertes para conseguir sus intereses económicos, y no es de extrañar que los poderosos nunca sean las víctimas del mismo.
En definitiva, la frase de Roosevelt debería reconstruirse y dejarla como sigue: “Sí, son unos hijos de puta, pero son nuestros hermanos, hemos mamado de la misma teta del dinero”.
Los paganos siempre somos los del pueblo llano
Se mata al pueblo pero no a los representantes del poder, político o económico, esto es lo que estamos viendo continuamente con el famoso terrorismo internacional, terrorismo islámico y terrorismo capitalista.
En Francia han muerto los trabajadores de Charlie Hebdo, en España los atentados contra los trenes de cercanías tuvieron como víctimas principales a la gente del pueblo, a trabajadores, en Inglaterra los usuarios del transporte público fueron las víctimas…
Para combatir la entrada de terroristas islámicos o lobos solitarios que son, normalmente ciudadanos de esos mismos países europeos, se quiere restringir la libre circulación de personas por la Unión Europea, se quiere tener un mayor control sobre todos aquellos que pueden ser proclives a convertirse en lobos solitarios del yihadismo, pero no se especifica esto en las nuevas legislaciones y se deja sin concretar para poder aplicar la ley sobre todos los ciudadanos que ante la actual situación de terrorismo capitalista, en el que las personas estamos siendo desahuciados de todos nuestros derechos, de todos nuestros recursos, de todo nuestro pequeño bienestar, quieran protestar o rebelarse ante la situación provocada por las corporaciones capitalistas amparadas por las leyes de los Estados y los gobiernos del sistema económico imperante. En definitiva, han utilizado a sus hijos de puta, a sus hermanos de teta, para crear una situación de pánico, de terror, para después promulgar leyes que quebranten las libertades de toda la población. Maquiavelo estaría orgulloso de estos alumnos aventajados que se reúnen anualmente en Davos y que ordenan y reordenan la justicia y la legalidad de los países del mundo a su antojo. Son el 1 por ciento de la población mundial y manejan el 90 por ciento del dinero y la riqueza en el mundo y nos tienen sojuzgados y de rodillas al 99 por ciento de la población mundial, que somos como marionetas en un teatro en donde bailamos al son y al ritmo que ellos quieren.
Ellos son los que financian a gentes como Bin Laden, Sadam Husein, Somoza, etc. y son quienes les utilizan para sus propios intereses hasta que se les desmadran, pero nunca se desmadran contra ese 1 por ciento de la población mundial, siempre lo hacen contra el 99 por ciento restante, qué casualidad, entre ellos no se matan y nos matan, unos y otros, a los demás.
Cuando los anarquistas practicaron el magnicidio, no asesinaban a sus iguales, ajusticiaban a aquellos que creían que estaban aplastando a sus pueblos, a los que tenían el poder. Daos cuenta que se hablaba de magnicidio cuando se atentaba contra una persona que tenía el poder, porque para ellos era magna, era grande, era poderosa, era magnífica, ya que mantenía el poder de los de siempre y no dejaba que los oprimidos se lo quitasen. Por eso cuando se habla de anarquismo se intenta equipararle siempre con el terrorismo, porque estos atentaban contra ellos, contra el 1 por ciento de la población mundial que quiere mantener esclavizado al otro 99 por ciento; por eso, aunque ahora no se practique el magnicidio, cuando ven a un grupo de anarquistas reunidos tirando una traca o lanzando fuegos artificiales por el cumpleaños de alguno de ellos, les detienen y les cuelgan la etiqueta de grupo terrorista que tiene explosivos en su poder, eso cuando no les detienen por escribir en contra de la maldad de los poderosos y pidiendo que se haga justicia para el 99 por ciento de la población mundial que está siendo desposeída de todo lo esencial para poder sobrevivir.
Pero lo más significativo de todo esto es que cuando se enfrentaban con el magnífico, con el magnate, con el opresor, lo hacían a cara descubierta porque no les importaba que les viesen, ya que estaban acabando con lo que creían una injusticia, con quien era o había sido un verdugo, con alguien que había asesinado a miembros de su pueblo, de su comunidad, de su sociedad obrera, de su sindicato, etc.; hoy no hay nadie que actúe a cara descubierta, ni la policía, ya que se actúa en masa y contra la masa, se actúa sin consideración y habiendo aprendido las tácticas y estrategias que ha enseñado el propio capitalismo, la traición, las malas artes, la falsedad, el terror; no se trata de acabar con la injusticia, se trata de alertar a los gobernantes para que cambien sus leyes, en momentos de crisis y de crispación social, para evitar que nadie vuelva a recurrir al magnicidio, para que nadie pueda romper su tranquilidad vital (que no tranquilidad de conciencia) ya que nunca podrán estar tranquilos siendo responsables de la muerte de la mayor parte de la población por enfermedades que tendrían fácil cura, si no quisieran lucrarse con el dinero de los más necesitados, que son aquellos que necesitan de la medicina y de sus drogas para poder salvar la vida. Pero pensar que estos tienen remordimientos de conciencia es pensar que son humanos y eso es demasiado para esa bandada de buitres (pobres buitres, qué culpa tienen) que asolan el planeta llevándose nuestra comida y dejándonos sus despojos que envenenan el planeta y el aire necesario para poder respirar y, por tanto, poder vivir.
¿Por qué puede haber cambiado tanto esto del terrorismo? Igual no es tan difícil de entender, a los terroristas actuales se les paga, desde su adiestramiento, con dinero que les proporcionan ese 1 por ciento de la población y que nos lo saca al otro 99 por ciento, por lo tanto es difícil que muerdan la mano de quien les alimenta, ya que tienen miedo a quedarse sin el maná prometido por Dios. Por eso se dedican a aterrorizar al resto de la población mundial, al 99 por ciento, y mientras estos exigen seguridad, el 1 por ciento aprovecha para asegurarse, más que nunca, que no salga nadie que atente contra ellos. Magnífico galimatías que diferencia a los magnicidas de los terroristas, los magnicidas aquellos no cobraban de los capitalistas, eran del pueblo, y eso les impedía sembrar el terror entre los suyos, ahí ya lo sembraban los esbirros de ese 1 por ciento de la población, su inquietud era sembrar el terror y la desolación entre ese 1 por ciento de la población que oprimía y oprime al resto de la humanidad.
A esos terroristas, a ese 1 por ciento, es a los que hay que vigilar, a los que hay que perseguir, a los que hay que meter en un cohete y mandarlos a un viaje a las estrellas, viaje que no tenga parada en ningún mundo habitado porque el mal que no queremos para nosotros tampoco se lo deseamos a ningún otro ser.
Ya está bien de ser tan ingenuos y no darnos cuenta de que las religiones predican el miedo al ser supremo celestial, pero se valen de los poderosos de la tierra para vivir a costa de todos, mantener privilegios, predicar su “verdad” divina e introducirla en la mente de la gente, que tiene los miedos humanos habituales a cómo sobrevivir y que no les alcance ningún mal, ofreciéndoles el bienestar divino si cumplen las leyes de la religión que se adecúan con las leyes de los poderosos, de los ricos, de ese 1 por ciento de la población mundial, para garantizar sus bienes, sus posesiones y su tranquilidad.
La religión y el poder son una especie de simbiosis que, desde hace miles de años, les ha servido magníficamente a los ricos para tener amansados a los pobres y, al mismo tiempo, estos ricos han garantizado a las religiones poder vivir del cuento bíblico, por la represión y la opresión de los pobres que solo conseguirán su libertad y la tranquilidad si creen en ese Dios que les promete el paraíso, la tierra prometida, o el cielo después de la muerte en la tierra. El problema es ver que una mentira tan grande casi todos se la creen, y más cuando nadie ha vuelto de la muerte para asegurar a ningún vivo que lo que predican las religiones se cumplirá cuando mueran. Esto es la perfección de la perfidia, ser rico en la tierra y asegurar que nadie atente contra las riquezas porque si lo hace, cuando muera, no podrá ir al cielo, al paraíso, a la tierra prometida…
¡Joder con los ricos, los curas y los creyentes! Unos viven como Dios, otros predican su palabra y los últimos les veneran, mientras con las armas fabricadas por los primeros, bendecidas por los segundos y manejadas por los terceros siembran la muerte entre todos los pueblos del mundo para conseguir la redención de la humanidad.
¿Será por esta simbiosis pérfida que los anarquistas quieren vivir en el paraíso durante la vida, que el bienestar de las personas sea celestial y que la tierra, en vez de prometida, sea ya de toda la humanidad?
Igual es que sí, pues yo me apunto. ¿Y vosotros?
¡Ni dios, ni Estado, ni patrón! ¡Por la anarquía!
M. V.
Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.319 (febrero 2015).