AMÉRICA LATINA IZQUIERDA

La muy maltratada Latinoamérica

Ahora que se sigue discutiendo sobre quién diablos ganó las elecciones en Venezuela, uno se pregunta, de verdad, más allá de la epidermis política de uno u otro país, sobre el panorama social en ese continente tan maltratado que es Latinoamérica. Yo que vivo en Madrid y, solo por mencionar a los que más trato, confluyo con personas cubanas, dominicanas, mexicanas, colombianas, venezolanas, ecuatorianas, peruanas, brasileñas, argentinas, bolivianas... Y que me perdonen las pertenecientes a otros lares, que también los hay de forma nutrida, hablamos de algo tan duro como abandonar el lugar donde naciste y a tu familia para tratar de buscar prosperidad en una nación más rica. ¿Por qué esto es así? ¿Cómo es posible que no se equilibre, al menos un poco (no digo ya una revolución tremenda) la riqueza mundial, lo suficiente para que la necesidad no te empuje a migrar o puede que a morirte? Son preguntas retóricas, por supuesto, y también ingenuas. Toda persona decente sabe a qué obedece esta situación de una economía globalizada, y esquilmadora, para disfrute de minorías como las que acogen y cuestionan a otros más pobres. Aún así, seguiremos aguantando las falacias polarizadas de dos discursos: o bien una falaz gestión estatal estatal que asegura privilegios más que protege, o bien un inicuo «libre» mercado incapaz de repartir el pastel lo más mínimo o, más bien, una mezcla de ambos para que todo siga más o menos igual.

Ahora que parecen dominar los gobiernos de izquierda en América Latina, o eso dicen, la cuestión es si eso supone alguna transformación social sólida o, sencillamente, se trata de datos económicos mejores o peores con los que juega cualquier gobierno sin importar el pelaje. Vaya por delante que es auténticamente difícil acceder a datos objetivos sobre la situación real, no ya ciertos datos manipulables según intereses, de cualquier nación; y es que si alguien pensaba que con la revolución que han supuesto las nuevas tecnologías se podría tener un conocimiento veraz desconocía la cantidad de intoxicación informativa en esta era digital. Dejaremos a un lado ese desastre político, social y económico que es la revolución cubana, lo mismo que el lamentable socialismo del siglo XXI del chavismo, y vayamos a sistemas que, al menos, respeten ciertas libertades formales (y eso lo pondremos también entre comillas). ¿Cuál es el legado en el violento y desigual México de ese tipo tan carismático que es el expresidente López Obrador? ¿Ha habido cierto avance social tras esa permanente retórica de humanista defensa de los pobres? Por cierto, esos discursos a favor de los menesterosos, y seguramente soy tremendamente injusto, me recuerda la hipocresía habitual de la Iglesia. Y es que queremos acabar con la pobreza, no dar una esperanza vacua a los necesitados. Insisto, soy injusto, serán cosas de un cínico ácrata nihilista.

¿Qué ocurre con Colombia donde gobierna Gustavo Petro, otro tipo de izquierdas, desde hace un par de años? Difícil también saberlo en otra país tan maltratado, pero las noticias no son demasiado halagüeñas. En Perú, gobierna una mujer, Dina Boluarte, creo que también a la izquierda, pero que parece que accedió al poder con poco menos que un golpe de Estado, una acción política habitual en Latinoamérica. ¿Y el pueblo peruano? Pues fastidiado, como siempre. La presidencia de Evo Morales en Bolivia, hace ya unos cuantos años, supuso una esperanza para otro país tremendamente pobre y desigual, especialmente para la población indígena tan maltratada; hoy gobierna Luis Arce, que se dice fue el artífice de cierto crecimiento económico en uno de los países más pobres de continente, pero no está claro el legado beneficioso de todo aquello. Y qué decir del Brasil de Lula, presidente por segunda vez; se habla de cierta mejora de la pobreza extrema, pero los datos siguen siendo escalofriantes. Hay quien dice que gobernar es complicado por la cantidad de intereses económicos (lo que es el capitalismo, vamos), aceptando que tantas de estas figuras progresistas son honestas de cara a la transformación social; desconozco la honestidad de origen de todas estas figuras o si, como dijeron los anarquistas clásicos el poder acaba conquistando a sus conquistadores. Sé que solo me creería a algún gobernante si fuera transfiriendo el poder a los movimientos sociales caracterizados por lo horizontal y la solidaridad; y eso, huelga decirlo, no ha ocurrido jamás. Mientras tanto, infinidad de personas siguen migrando, lo cual es sintomático del mundo en que vivimos.

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