Había mucha expectación para ver la última película de Alberto Rodríguez, Modelo 77. Tengo que decir que este director es para mí es uno de los más interesantes en la actualidad, y ahí está su filmografía para demostrarlo, donde ya había tocado de manera muy crítica la historia reciente de este país. Ahí están películas tan notables como Grupo 7, La isla mínima o El hombre de las mil caras, donde bajo el formato de policiacos o thrillers se denuncia una determinada realidad social y política de un país con demasiadas costuras.
Rodríguez, precisamente, en su nuevo film vuelve a incidir en la miseria de la historia reciente de España con una historia carcelaria en los años de la Transición. A estas alturas, resulta incomprensible que alguien pueda seguir pensando que la llamada Transición democrática fue modélica y esta película nos recuerda a los olvidados presos comunes, tras la amnistía a presos políticos, en unas condiciones en prisión terribles en una país donde jamás hubo una depuración auténtica de cargos terriblemente represivos durante los años de dictadura, tampoco en instituciones penitenciarias.
He de decir que la película de Alberto Rodríguez me ha producido una sensación extraña: hablamos de una obra de buena factura, con unas buenas interpretaciones y, por supuesto, de un interés superlativo, pero narrativamente me ha resultado sumamente desconcertante: unos saltos excesivos, giros bruscos (incluso en las motivaciones de los personajes), personajes secundarios sin desarrollar, diálogos confusos en ocasiones y un final, cuanto menos, extraño; eso sí, la fuga que aparece en la parte final fue real, aunque de nuevo es sorprendente cómo se produce y lo que se insinúa en el guion. A pesar de ello, la película mantiene el interés en todo momento, emociona a ratos y, por supuesto, sus intenciones de denuncia mostrando la terrible represión sobre los presos resultan loables.
Modelo 77 nos cuenta la historia de un joven que ingresa en prisión preventiva por un desfalco, que él asegura que ha sido solo por necesidad, equivalente a un mes de su sueldo, pero le acusan de haber robado un millón de las antiguas pesetas, que en ese momento sería bastante dinero; el joven, llamado Manuel, afirma que el hijo de su jefe es el que se la ha jugado y aquí encontramos el primer simbolismo en el film: el protagonista, más avanzada la narración y ya decepcionado con el sistema, llega a decir que el país es de los hijos de los ricos (se puede entender así que no hubo un verdadero cambio económico en el paso del franquismo a la democracia).
Pero, empezamos con el ingreso en prisión de Manuel en condiciones totalmente insalubres, algo que él se esfuerza en denunciar por vías legales, en un país donde supuestamente ya ha llegado la democracia; denuncias, por supuesto, absolutamente estériles. En plena desesperación, un mensaje llegará a nuestro protagonista y es que “no está solo” en su lucha por la dignidad. Este mensaje proviene de presos comunes que forman parte de la organización Copel (Coordinadora de Presos en Lucha), donde como no puede ser de otra manera hay gente también afiliada de CNT, el sindicato anarquista; hay aquí una interesante diferenciación en el film entre los presos políticos, con sus diferentes ideologías, que serán finalmente amnistiados, y los presos comunes, que esperaban una amnistía general para todos; dos mundos que se nos muestran separados.
Mientras gran parte del país se congratulaba por la supuesta llegada de la democracia, los presos comunes, a los que podemos denominar mejor “sociales”, seguían en condiciones terribles, no eran escuchados en su petición de derechos y eran olvidados en las nuevas leyes. La Copel fue un colectivo de presos, que en aquellos años 70 puso en jaque a las instituciones penitenciarias mediante motines y acciones diversas. A finales del franquismo, se habla de una cifra de 14.000 presos, tanto sociales, como políticos; tras la muerte del dictador, aunque hubo tres amnistías y un indulto muy limitado, continuaron en prisión en torno a 8.000 presos sociales.
Muchos de estos presos, habían sido condenados por la llamada Ley de Peligrosidad y Rehabilitación social; esta ley sustituyó a la Ley de Vagos y Maleantes en 1970, quizá no es muy conocido que nace en 1933 en plena Segunda República, aunque es cierto que la dictadura franquista la convirtió en mucho más represora incluyendo la persecución de homosesuales. Leyes como esta eran un subterfugio legal para condenar, de modo general, la pobreza y la esclusión social. Tras la muerte del dictador, a partir de 1976 empieza a germinar un fuerte movimiento proamnistía; en el verano de aquel año comienza un motín en la prisión de Carabanchel pidiendo la amnistía, se dice que era la primera vez que esto ocurría y esto produce un movimiento mimético con actos similares en otras cárceles.
Los presos sociales empiezan a adquirir conciencia de que son víctimas de una injusticia y comienza a madurar la creación de una organización que les lleve al éxito de sus reivindicaciones: respeto a los derechos humanos y la amnistía final de modo generalizado; es así como nace, en diciembre de 1976, la Coordinadora de Presos en Lucha, la Copel, que halla en el exterior numerosa ayuda por parte de asociaciones de familiares de presos y de diversos comités.
Esto aparece en la película Modelo 77 a través de una chica que ayuda a Manuel, que le muestra que fuera se están moviendo mucho para apoyar a los presos, aunque a mi modo de ver es una de las cosas que aparece solo como un apunte; por ejemplo, le muestra este personaje al preso un ejemplar de Star una da las revistas, junto a Ajoblanco, que era un referente de la contracultura en su momento; algo creo que desconocido para la mayoría de este país y más en la actualidad. Este apoyo a los presos se produjo, en su mayor parte, circunscrito al ámbito libertario, como por otra parte no puede ser de otra manera dada la naturaleza de la ideas.
Para el movimiento anarquista no había una diferenciación entre presos comunes y presos políticos, todo era resultado de una sociedad injusta; esto me hace recordar una película del genial Berlanga, Todos a la cárcel, cuya trama gira en torno a un paripé que hacen al montar un homenaje a (supuestos) presos políticos durante la dictadura; en cierta secuencia, alguien pregunta si los anarquistas van a formar parte del evento y responde que no van a acudir si no incluyen a los presos comunes (muy bello por parte de Berlanga incluir esta línea de diálogo en una historia donde todos son unos sinvergüenzas, pero hay gente que no se vende).
Volviendo a la Copel, y a hechos reales que recoge la película, los presos más rebeldes, más pertinaces en sus reinvidicaciones, eran trasladados en condiciones infrahumanas y de manera sorpresiva a otros centros penitenciarios todavía más duros y represivos; en estos traslados, que se describieron como auténticos “secuestros”, intervenían los antidisturbios junto a los funcionarios y, como se ve en el film, no dejaban de golpear a los presos para infundir terror y que cesaran en su empeño o acabaran negociando mediante mejoras en su situación individual.
Otro hecho real que aparecen en Modelo 77 es la protesta mediante autolesiones tremendamente dramáticas y es que hay que comprender el contexto donde se producían, ya que no se dejaba otra salida que estas acciones tremebundas en las que el propio preso ponía en peligro su vida para que se oyeran sus revindicaciones. En el estupendo documental COPEL: una historia de rebeldía y dignidad pueden escucharse declaraciones de los protagonistas y verse documentos, que demuestran que lo narrado en la película no se exagera lo más mínimo.
Cuando la desesperación de los presos es un hecho, comprobando que la llamada democracia y sus políticas les estaban sumiendo en el olvido desoyendo sus reivindicaciones, es cuando, tal y como se ve en la película, la lucha de la Copel se va diluyendo y los presos deciden emprender el camino de la fuga; en este contesxto, después de ser descubierto un túnel por las autoridades, es cuando muere Agustín Rueda, preso libertario y miembro de Copel, a causa de una severa paliza por parte de diversos funcionarios. Pocos días después, hablamos de marzo de 1978, muere asesinado por un comando del Grapo el director de Instituciones Penitenciarias, Jesús Haddad; ambas muertes, marcaran la historia de la Copel y de los presos sociales, esta organización se disolverá finalmente, tras tres años de intensa lucha, en 1979. En el documental COPEL: una historia de rebeldía y dignidad se afirma algo que no aparece en la película, al ser tal vez posterior a los hechos que se narran, sobre la utilización también de la droga, de heroína, por parte de las autoridades y los funcionarios, para acabar con la conciencia, solidaridad y rebeldía de los presos al convertirlos en piltrafas.
En cualquier caso, a pesar de sus carencias, Modelo 77 es un film interesante, también por dar a conocer más hechos oscuros de la historia reciente de España dentro de esa etapa con la que hay que ser ya abiertamente críticos, de cara también a poder mejorar las cosas en el presente, que es la Transición a la democracia (alguno la denominan mejor “Transacción”). Para otro espacio, dejaremos la situación actual de las cárceles en España, donde existe una elevada tasa de suicidios, donde supuestamente no se tortura, pero continúa ese régimen tan criticado de los Fies.
Capi Vidal