La cuestión de la revolución atrae a todas las corrientes anarquistas desde sus orígenes. Y esta búsqueda no data de la segunda mitad del siglo XIX. Probablemente, desde que los humanos empezaron a moverse, desde que se arraigaron, se han planteado la cuestión del poder y sin duda se han opuesto a sus detentadores. Simultáneamente, estallaron guerras que abrieron el campo de posibilidades. No hay necesidad de remontarnos a Espartaco; sin la guerra de 1870 no se habría producido la Comuna de París, sin la de 1914-1918 no habría tenido lugar la revolución rusa, alemana o húngara. Por no hablar de la situación española del 36… Si Franco o uno de los suyos no se hubiera sublevado, ¿qué habría sido de aquel corto verano de la anarquía?
Hoy una guerra causa estragos en Oriente Medio. En Siria está en curso una revolución sin que la guerra haya sido el desencadenante. Todo lo contrario, esta guerra multifactorial trata con mayor o menor eficacia de sofocar esta revolución, de reducirla, de silenciarla. El silencio también mata.
En Siria ha pasado algo que exige que lo comentemos. La especificidad del régimen sirio es ser el último poder laico en esta región del globo, con la excepción del Estado comparsa palestino. Aunque la población es esencialmente musulmana, suní, se da un muestrario completo de las religiones monoteístas o cercanas a ella. De hecho, la coexistencia de todos los grupos es a la vez obligación y costumbre. Cuando el pueblo se subleva a finales de diciembre de 2010 y principios de 2011 no hay conflicto religioso subyacente.
La represión estatal es de una violencia inaudita. Si conmueve algo a los observadores, la forma que toma el movimiento popular los deja cuanto menos escépticos. Los medios no lo tendrán en cuenta hasta que los desertores del ejército sirio, cansados de esta represión, formen guerrillas y luchen contra las fuerzas que permanecieron fieles. Los creadores de opinión ignoraron las formas singulares que tomaron las fuerzas que rechazaron seguir esa corriente de oposición armada. Una revolución no se reduce a una toma de poder.
Las informaciones que nos llegan de Siria son numerosas y multiformes. Son sobre todo en inglés, y pocas en francés. Este tipo de revolución está muy lejos de las que inflaman el imaginario de las izquierdas occidentales. La cuestión de por qué no nos interesamos en lo que sucede en ese país permanece abierta.
Algunos relatos
“Era el pasado invierno*. Aquel día, nadie se atrevía a salir a desfilar porque la revolución era violentamente reprimida. Estábamos en nuestras casas en Damasco y propuse a mis amigos: ya que no nos podemos manifestar, ¡salgamos a dibujar en el espacio público!
Bajamos a la calle con nuestros pinceles y nuestras pinturas, nos pusimos a dibujar en el suelo, en espacios inmensos. Los viandantes nos miraban divertidos. Al cabo de un momento, llegaron unos agentes de seguridad, armados, y nos ordenaron marcharnos.
Pero yo estaba dispuesto a responderles. Quería establecer un diálogo, quería tratar de atravesar esa barrera entre ellos y nosotros, para llegar a una situación más verdadera, más íntima (…) Les propuse que pintaran con nosotros. Dos de ellos se prestaron al juego. Pero intervino su jefe brutalmente. No me dejé intimidar y logré convencerle de que cogiera un pincel; hizo un dibujo magnífico, muy bonito. Estábamos alucinados.
Me explicó que desde la infancia estaba muy dotado para el arte, que lamentaba no haber podido continuar, que hacía su trabajo (agente de seguridad, encargado entre otras cosas de la represión) solo para ganarse la vida. El dirigente de aquella banda armada que aterrorizaba a la población estaba delante de mí, frágil, sensible y tierno”.
Está también la aventura de Ahmed Zaino. Una noche en Damasco, sentado en el borde de una fuente, se acercan dos hombres. Uno de ellos enciende un cigarro. El otro se mete la mano en el bolsillo y saca un saquito de papel con un polvo coloreado. Sin que lo vean, lo arroja a la fuente. Los dos hombres se levantan y se van. Esa noche, las fuentes de Damasco se tiñen suavemente de rojo, el mismo rojo de la sangre derramada por los esbirros del régimen. Nos cuenta también, muy satisfecho, la vez en que un amigo y él arrojaron por las calles pelotas de ping-pong de color naranja sobre las que habían escrito hurriyah (libertad) y cómo los hombres de uniforme, con sus fusiles, corrían detrás de las pelotas que rebotaban hasta que las recuperaban. “Si quieres hablar con las armas, debes emplear otro lenguaje”, añade. O también aquella vez en que escondieron los altavoces entre los árboles, con los que difundían discursos contra el régimen. ¡Los militares se apresuraron a talar los árboles para hacerlos callar!
En la red se pueden ver fotos de ruinas sirias en las que se han pintado globos, globos que vuelan hacia el cielo llenos de esperanza. Son Zaino y sus amigos los que lo han organizado. Sus acciones pueden parecer infantiles, pero frente a la brutalidad asesina de los hombres del régimen, la gente está aterrorizada y desorientada. Han estado sometidos a tantos discursos procedentes del poder que no saben ya qué creer. Y de pronto, las fuentes se colorean de rojo sangre, ¿qué pasa? Ven otros signos de resistencia y están dispuestos a franquear el paso del apoyo a la oposición, ya no se sienten solos.
¿Qué ha sido de Zaino? Lo detuvieron varias veces y huyó tras ser amenazado de muerte. Forma parte de esos millones de refugiados que “amenazan” a Europa con su sola presencia.
La presencia anarquista
Entre el montón de cadáveres surge un nombre: Omar Aziz. Ha muerto en la cárcel. Su muerte ha sido anunciada por la Coordinadora de los Comités Locales de la Revolución Siria el 17 de febrero de 2013. Aziz había llegado desde Estados Unidos al iniciarse el movimiento para participar. Tenía 63 años. Para él no tenía ningún sentido acudir a manifestaciones que pedían el final del régimen manteniéndose estrictamente en las estructura jerárquicas y autoritarias impuestas por dicho régimen. Creía que para la continuidad y la victoria de la revolución, las actividades revolucionarias debían infiltrarse en todos los aspectos de la vida. Proponía un cambio radical en las relaciones y en la organización social como modo de oposición a los cimientos de un sistema basado en la dominación y la opresión. Creía que la manera de hacerlo consistía en el establecimiento de consejos locales. Ese debía ser el lugar en el que las personas procedentes de las diversas culturas y estratos sociales pudieran trabajar juntas para alcanzar los tres objetivos principales: llevar su vida independientemente de las instituciones y órganos del Estado, establecer un espacio que permita la colaboración colectiva de los individuos, y activar la revolución social a nivel local, regional y nacional.
En cuanto a una eventual fuerza militar, el Ejército Sirio Libre en este caso, ve su función como garante de la seguridad y la defensa de la comunidad, especialmente durante las manifestaciones, del mantenimiento de las líneas de seguridad en las comunicaciones entre las regiones y de la protección de la movilidad de la población con aprovisionamientos logísticos. Hoy es difícil saber qué hay de esta deseada colaboración. A la vista de las informaciones que nos llegan, parece que la lógica militar ha prevalecido.
Lo que es importante es la multiplicación de consejos locales que se han creado espontáneamente o por ósmosis. Numerosas fuentes informan de cómo se han movilizado las mujeres en los consejos por todo el país.
Las mujeres de Mazaya
Cuando las mujeres se manifiestan gritando “ya no soy pasiva, soy una oportunidad”, podría parecer un grito al aire. En medio de los gritos de la guerra, en el seno de las restricciones de una comunidad conservadora, las voces de las mujeres son raras, tanto que siempre se las oye. Hoy el Centro de Mazaya, con su poderoso mensaje, es un componente vital del movimiento civil de Kafranbel (pequeña ciudad al norte de Homs) y su historia es la de un coraje y una perseverancia infinitos. Este lugar se creó en junio de 2013 para formar a docenas de mujeres en los talleres de alfabetización, de primeros auxilios o de costura, de lenguas o de iniciación a la informática. Se enfrentaron a los múltiples intentos de volverlas a mandar a la cocina. Una de las fundadoras del centro, declaró “Enviamos un mensaje tanto a Daesh como a nuestros amigos de las fuerzas revolucionarias para recordarles todo lo que han sacrificado las mujeres en la lucha por una sociedad civil en la que hombres y mujeres tuvieran los mismos derechos”. Pero eso no fue suficiente. En la noche del 10 de noviembre de 2014, el Centro, situado en el quinto sótano de un edificio, fue incendiado. La biblioteca fue lo primero. La reacción de las mujeres fue volverlo a organizar todo, pues dijeron: “Aparte de capaces de cometer este tipo de crímenes horribles, sois débiles. Vuestro lenguaje es causar muertes, robos e incendios. No entendemos ese lenguaje”.
Para terminar este comienzo…
Podríamos seguir contando lo que pasa por allí con el fin de mostrar un poco de solidaridad, de romper el silencio. Tanto en internet como en las redes sociales se pueden encontrar multitud de textos, de fotos o de vídeos. Una sociedad lucha por sobrevivir bajo las bombas y a pesar de los crímenes de todo tipo. Lucha organizándose desde la base. No lo olvidemos.
Pierre Sommermeyer
Publicado en Tierra y libertad núm.336 (julio de 2016)
*Se refiere a 2102, ya que este testimonio fue escrito en 2013.