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ANARQUISMO REVOLUCIÓN ESPAÑOLA

Hablemos sobre un libro: ¡A Zaragoza o al charco!’

Nada en los libros de Los Gimenólogos, recorre la senda habitual de la Historia hegemónica avalada por la Academia (todo con mayúsculas). Para empezar, no es habitual la autoría colectiva, tampoco lo es la manera de enlazar materiales proporcionados por «amigos» que se han ido reuniendo a lo largo de los años, su manera de entender la historia también es peculiar.

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MUJERES LIBRES ANARQUISMO

Aquellas mujeres que revolucionaron la existencia

Miles de mujeres libertarias (28.000 en agosto de 1937) reinterpretaron su papel y pusieron en marcha una revolución de la vida, de la existencia. Una revolución entendida como mutación cultural que no pretende dar un vuelco a todo como sus compañeros. Además de que, no se consideran sujeto político, ficción dominante de la modernidad patriarcal y que supone una teoría de la soberanía, una representación del poder, un relato individualista acerca del sujeto y de su autonomía. Ellas encaran la revolución practicando la escucha de lo que sucede (no de lo que quisieran que sucediera) con enfoques prácticos y de eficacia que supone poner el cuerpo en las cosas para solucionar problemas. Sus objetivos parecen pequeños, humildes, rechazan (porque no están impregnadas) los eslóganes ideológicos y realizan un ejercicio de emancipación cognitiva, una contranarrativa que busca modificar la perspectiva de lo que está sucediendo, cambiando las preguntas para poder proponer nuevas respuestas. Inventan una nueva gramática, un nuevo lenguaje para entender la mutación social, la transformación de la sensibilidad y la conciencia que estaba teniendo lugar.

Su revolución no empezó asaltando palacios, ni el cielo, ni los cuarteles del enemigo, empezó en las guarderías, en los comedores colectivos, en las maternidades, entre las personas refugiadas, entre huérfanos y huérfanas, entre las criaturas, en los cafés de las colectividades rurales donde no podían entrar, entre las prostitutas, etc. Mostraron que una revolución no es únicamente una suplantación de modos de gobierno, sino, y, sobre todo, un colapso de los modos de representación, una sacudida del universo semiótico, una reordenación de cuerpos y voces, una redistribución de espacios y de gestos. No resulta fácil decir exactamente cómo comienza un proceso de emancipación colectivo. Pero ellas sintieron la vibración que produce en los cuerpos que son atravesados por dicho proceso. Expresaron con palabras la energía mágica de la resistencia y de la lucha[1].

Los cuidados. Un ejemplo: las guarderías en las ciudades

Los cuidados son todo lo necesario para que la vida funcione como ya hemos dicho; el capitalismo los obtiene gratis y los invisibiliza. Como sabemos, en la economía capitalista, la vida no es responsabilidad colectiva, sino que es responsabilidad individual de las mujeres (los hombres nunca han cuidado, al igual que las mujeres de clase alta), el sistema siempre necesita de esa cara B de la economía basada en el expolio de la vida, de la gente y del planeta[2].

En tiempos de guerra se incrementa el daño a la vida y repararlo queda, como siempre, en manos de las mujeres. Así fue en la Guerra Civil, especialmente en la retaguardia donde las mujeres organizaron de otra manera los «cuidados» que la Revolución mantuvo en sus manos, ocupándose de solucionar un sinfín de problemas cotidianos. La sociedad vivió un terremoto en la retaguardia, espacio que se feminizó.

Además, las mujeres quisieron vivir una vida plena en medio del desbarajuste de la guerra, de los bombardeos, de la proximidad del frente de batalla, de las personas heridas o muertas que había que cuidar o enterrar. En ese contexto, tomaron la palabra y la agencia, enunciaron y actuaron sobre sus problemas, sus deseos, sus tristezas, sus sueños y sus temores.

Los problemas para que las mujeres pudieran reunirse antes de la guerra eran numerosos al recaer sobre ellas el cuidado de la casa y de los hijos/as tras su jornada de trabajo. Mujeres anarquistas buscaron algunas soluciones antes de la guerra sin contar con los hombres, Sara Berenguer indicaba que, para asistir a las reuniones de los sindicatos (CNT), «de común acuerdo, una de ellas, por turno riguroso, guardaba los hijos de las demás para que las madres pudieran ausentarse»[3]. Soledad Estorach también habló de otra solución parecida que puso en marcha el Grupo Cultural Femenino de Barcelona y que llamó: «guarderías volantes». Ofrecían un servicio de guardería (miembros del grupo se desplazaban a los hogares de las mujeres para cuidar de sus criaturas) a las mujeres interesadas en hacer de delegadas sindicales en CNT. Cuando volvía a casa de la reunión, las mujeres que habían cuidado de sus criaturas les explicaban más cosas sobre la importancia de que las mujeres pudieran desarrollar actividad sindical[4]. Pocas veces se ha valorado esta dificultad añadida que las mujeres tenían para la militancia y el activismo sindical.

Ya durante la Guerra Civil, era habitual que en las páginas de Mujeres Libres aparecieran artículos y textos breves en que se afirmaba que todas las mujeres eran necesarias y que todos los trabajos eran igualmente importantes. Estas afirmaciones tenían su razón de ser, Mujeres Libres consideraba que las mujeres tenían que trabajar en la producción, y mucho, para ganar la guerra y asegurar las transformaciones revolucionarias. Para ello, era necesario que los Comités revolucionarios primero y posteriormente los gobiernos se involucraran y facilitaran esta incorporación al trabajo asumiendo el cuidado de las criaturas y otras personas dependientes. Aurea Cuadrado[5] propuso varias soluciones para resolver el problema de las criaturas: hacer turnos en las escuelas que coincidieran con los turnos de trabajo, creación de parques infantiles, guarderías para criaturas de 2 a 4 años y casas cuna para lactantes. Algo se hizo, pero no lo suficiente.

Las secciones de trabajo de MMLL estaban interesadas también en resolver el cuidado de las criaturas y por eso abogaron en su primer Congreso por la creación de guarderías en fábricas y talleres con dependencias para amamantarlas[6]. Igualmente se pusieron en marcha guarderías bajo protección de SIA (Solidaridad Internacional Antifascista)[7]. Estas guarderías especiales estaban destinadas a niñas y niños hasta los 15 años y también a los huérfanos/as de guerra.   

¿Es más revolucionaria la toma del Palacio de Invierno en Rusia (1917), el asalto al cuartel de Atarazanas en Barcelona (1936) que solucionar el cuidado de las criaturas a través de guarderías autogestionadas por ellas mismas?

Estamos hablando de cambios culturales que no era fácil introducirlos, por ello, no sorprende que Hanneke Willemse[8] señalara que, ninguna mujer entrevistada (años después de la revolución), a excepción de una, se acordara de haber intervenido en nada que tuviese que ver con la organización de algo. Ellas le contaron que «en el lugar de los hombres no se sentían en su sitio»[9]. Esta afirmación identifica «organizar algo» con «el lugar de los hombres»; ellas organizaron muchas cosas en otros espacios que por su escaso valor patriarcal olvidaron o no lo consideraron importante.

La revolución puede ser una reordenación de cuerpos y voces, una redistribución de espacios y de gestos (por ej.: mujeres dando soluciones a los cuidados). Es clave capturar la singularidad de cada uno de los acontecimientos, pluralizar las perspectivas y construir un calidoscopio de verdades precarias capaces de mantenerse leales a la singularidad de las experiencias. Se trata de un descenso en lo ordinario que se aleja de las universalizaciones. Lo precario de sus verdades no lo consideramos como debilidad sino como potencia, en tanto que se resiste a la totalización y a la clausura del sentido[10].
 
¿Aquellas mujeres revolucionaron la existencia? Depende de nuestra manera de entender la revolución

 Laura Vicente

——–                                                        
[1] Algunas reflexiones sobre la revolución proceden de Paul B. Preciado (2022): Dysphoria mundi. Barcelona, Anagrama
[2] Planteamientos de Amaia Pérez Orozco.
[3] Sara Berenguer (1988): Entre el sol y la tormenta. Treinta y dos meses de guerra (1936-1939). Barcelona, Seuba, p. 217.
[4] Martha A. Ackelsberg, (2000, 2ª ed.): Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres. Barcelona, Virus, p. 160.
[5] Áurea Cuadrado, “Adaptación profesional de la mujer”, Mujeres Libres, nº 11 (sin referencia cronológica), noviembre de 1937.
[6] Martha A. Ackelsberg, Mujeres Libres. p. 193.
[7] Berenguer, Entre el sol y la tormenta, p. 154.
[8] Hanneke Willemse (2002): Pasado compartido. Memorias de anarcosindicalistas de Albalate de Cinca, 1928-1938. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza.
[9] Willemse: Pasado compartido, p. 320.
[10] Catalina Trevisacce y Cecilia Varela, “Los feminismos entre la política de cifras y la experticia en violencia de género”, pp. 108-109 en Deborah Daich y Cecilia Varela (2020): Los feminismos en la encrucijada del punitivismo. Buenos Aires, Biblos.

HOMENAJE DURRUTI ANARQUISMO

HOMENAJE A FERRER, ASCASO Y DURRUTI. Cementerio de Montjuïc (Barcelona), 20-Noviembre-2022

Es ya tradicional que el domingo más cercano al 20 de noviembre se celebre en el cementerio de Montjuïc, en Barcelona, un sencillo homenaje a Buenaventura Durruti (y con él a Francisco Ascaso y Francisco Ferrer y Guardia). Tras este homenaje anual que viene celebrándose desde hace más de veinte años hubo un trio de mujeres: Concha Pérez, Joaquina Dorado y Antonina Rodrigo. La iniciativa surgió cuando Concha y Antonina estaban despidiendo a Joaquina, que todavía vivía en París, en un restaurante de la Vía Layetana de Barcelona. Mientras charlaban de sus cosas las tres mujeres vieron pasar a un grupo de falangistas con su parafernalia de uniformes, boinas y correaje, preparando la conmemoración del 20 N para recordar a Franco. Antonina les dijo a sus compañeras: “Mira, estos preparando ya el aniversario del dictador y de José A. Primo de Rivera y ¿nosotras qué hacemos por Durruti, que murió ese mismo día?”. Y de ahí salió la propuesta de celebrarlo como “Mujeres Libres”. Tras las muertes de Concha y Joaquina, Antonina Rodrigo continúa manteniendo este homenaje.

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El imaginario revolucionario. Una aproximación a las propuestas de Eduardo Colombo

Introducimos en el siguiente texto al pensamiento de Eduardo Colombo, importante autor anarquista, cuya obra realiza una aproximación a las fundamentales ideas de imaginario social y espacio público; frente a la apatía política y la desesperanza social de gran parte de la sociedad, se impone la necesidad de extender un imaginario colectivo revolucionario que reproduzca los rasgos de una sociedad verdaderamente libre.
Los hombres creen que llegará un día en que serán libres e iguales cuando hayan destruido los obstáculos que le impiden serlo, sin darse cuenta que sólo lo son mientras luchan para conseguirlo. Gustav Landauer

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La libertad amorosa en el campo aragonés en 1936

La lectura del testimonio de Antoine Gimenez, titulado: Del amor, la guerra y la revolución. Recuerdos de la guerra de España del 19 de julio de 1936 al 9 de febrero de 1939, resulta deslumbrante. Antoine Gimenez, italiano, resulta ser Bruno Salvadori, un anarquista que vivió el nacimiento y la actividad de las milicias anarquistas desde el inicio de la Guerra Civil en el Frente de Aragón.

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La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres

La revolución de las palabras. La revista Mujeres libres, de Laura Vicente Villanueva, una autora que está especializada en historia social, sobre todo en dos temáticas: historia de las mujeres y el anarquismo. Precisamente, de esos dos campos trata este libro editado en 2020; debido a todos los impedimentos de la pandemia, la obra no ha podido ser presentado en Madrid hasta muy recientemente en la Fundación Anselmo Lorenzo.

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Un-dia-de-furia-incredula-Escepticismo-Librepensamiento-Anarquismo-Acracia

Bajada de salarios de en torno al 10%

La inflación acumulada llega al 10%. Total. Que el BCE se ha dedicado durante décadas a mantener la inflación en el 2% o menos. Para ello el BCE se ha valido de dos instrumentos: los tipos de interés con los que presta el dinero a la banca, (venden dinero barato que el banco revende caro); y el control de los salarios de la purria obrera por debajo de la inflación. Traducido al castellano: que los ricos sean más riquísimos, no afecta a la inflación; subir un 3% los salarios afecta la inflación. Ahora tenemos salarios bajos, dinero barato para la banca…, e inflación elevada. Resultado: fracaso del BCE. Sin dimisiones. Sin fusilamientos. Sin despidos. En cambio suben el SMI, y no veas la que se lía con los tertulianos. ¿Que tenías mil euros? Ahora son novecientos.

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Mujeres Libres. Genealogía del feminismo anarquista

Nuestro propósito en este texto es hablar de las activistas de Mujeres Libres (revista y organización) y de su cometido. Conmueve conocer cómo estas mujeres, mayoritariamente obreras, crearon espacios feministas y anarquistas, cómo aprovecharon las circunstancias de la Guerra Civil y cómo pusieron en marcha una «revolución de la existencia» olvidada por todos/as. Queremos visibilizarlas, mostrar cómo sufrieron el sexismo por parte de sus propios compañeros y cómo la experiencia de revolución y guerra les cambió la vida. 

Las activistas de Mujeres Libres entendieron el anarquismo desde una vertiente personal (con un ardiente deseo de autonomía, de ser agentes de sus propias vidas), pero también  desde una vertiente social, obrera y feminista, basada en la lucha contra la dominación y la aspiración a una sociedad autónoma que crea sus propias normas. Desde esta convicción, consideraron relevante la creación de proyectos comunitarios autónomos, antiautoritarios y participativos en ámbitos como la educación, la actividad cultural, los medios de comunicación, la salud, la sexualidad, el bienestar social y la producción. Es decir, pensaron la transformación desde el bienestar y el malestar encarnados y no solo desde la producción.

Igualmente consideraron relevante desarrollar contextos de ayuda mutua en los que cultivar los valores anarquistas, fomentar la crítica a los sistemas jerárquicos existentes para ampliar los espacios de libertad en la vida cotidiana y, al mismo tiempo, desmitificar, subvertir y oponerse a ellos si era preciso.

En la revista Mujeres Libres, de un equipo de cuarenta autoras, ocho mujeres fueron las que firmaron más artículos: las tres redactoras (Lucía Sánchez, Amparo Poch y Mercedes Comaposada), Carmen Conde, Lola Iturbe, Áurea Cuadrado, Pilar Grangel y Etta Federn. De estas mujeres más comprometidas con la revista había un aspecto digno de mención: la mitad no habían tenido acceso a educación superior (Iturbe, Cuadrado, Sánchez y Comaposada), la otra mitad tenían títulos universitarios, predominando el de magisterio. Esta situación plantea una interesante alianza entre mujeres capacitadas desde el punto de vista académico y otras que eran obreras con formación autodidacta que hilvanaron desde muy pronto vínculos entre ellas haciendo crecer redes de apoyo mutuo, de solidaridad, de emancipación, que nunca olvidaron y siempre agradecieron. Esta red solidaria permitió a las mujeres obreras alfabetizarse, leer, ampliar sus horizontes, cambiar de trabajo, tener iniciativa propia, en definitiva, romper la cadena patriarcal de sumisión secular y emanciparse de la tutela masculina

A la presencia de mujeres obreras en el equipo de la revista hay que añadir que quienes mayoritariamente apoyaron la propia revista e ingresaron en la organización eran de origen social humilde y sin apenas formación académica, como señalaba Concha Liaño (Varias Autoras, Mujeres Libres. Luchadoras Libertarias, pp. 58): «(…) éramos la mayoría mujeres de pueblo, obreras. Nuestro nivel intelectual, exceptuando cuatro o cinco luchadoras, no era muy elevado en cuanto a preparación académica propiamente dicha, pero con respecto a nuestro sentido común, inteligencia innata, criterio justo al juzgar, que se me perdone la inmodestia, en eso éramos insuperables».

Tanto la revista como la organización Mujeres Libres rechazaron con claridad cualquier colaboración escrita de los hombres. En la exclusión de los hombres ejerció una gran influencia su concepción del feminismo basado en la diferencia de género y en la existencia de una naturaleza femenina, diferente a la masculina, que debía marcar las pautas en la revista y en la organización. Pensaban que si los hombres intervenían acabarían imponiendo su manera de entender la lucha de las mujeres. Este temor procedía de su experiencia personal y de las dificultades que encontraban para integrarse en las organizaciones del Movimiento Libertario (ML), no como meras comparsas pasivas, sino como personas con opiniones y criterio. Esta integración no era fácil puesto que el ML consideraba que el lugar privilegiado desde el que crear conflicto y hacer la revolución era el ámbito mercantilizado y masculinizado de la producción: el trabajo asalariado era el que confería identidad de clase y articulaba el sujeto de lucha (Amaia Pérez Orozco, Subversión feminista de la economía, p. 52). La presencia de las mujeres era dificultada en ocasiones, negada, otras; y sus reivindicaciones minusvaloradas o consideradas de mujeres.

Las activistas afrontaron, por tanto, un auténtico desafío encarnado, una contienda que estuvo inscrita en el cuerpo. Es difícil comprender el alcance de las ofensas y vejaciones sufridas para tomar esta decisión tan contundente y drástica de no aceptar, pese a sus ofrecimientos, a los hombres. Para acercarnos al sexismo que sufrieron tenemos que guiarnos por intuiciones desde lo no verbalizado o por lo dicho, muchos años después, en la correspondencia privada entre ellas.

Sara Berenguer

En 1993, Sara Berenguer Laosa (1919-2010) y Concha Liaño Gil (1916-2014), componentes de Mujeres Libres, entablaron correspondencia para intentar reconstruir los recuerdos de los años vividos durante la Guerra Civil y recogerlos en un libro. No se habían visto desde 1939 cuando salieron por la frontera francesa camino del exilio, las dos eran veinteañeras. Concha vivía en Paparo (Venezuela) y Sara en Montady (Francia), las dos estaban en la setentena, había pasado toda una vida desde que se separaron. Sus cartas muestran la alegría por volverse a poner en contacto y enseguida fluyen los recuerdos y sus problemas económicos y de salud que intercambian con confianza.

Es en el contexto íntimo de confianza de estas cartas en el que Concha, una de las fundadoras de la Agrupación de Barcelona en septiembre de 1936, le dice a Sara (1 de agosto de 1993):

«La verdad Sara es que nosotras éramos quijotes por partida doble: nuestros compañeros luchaban por la liberación del proletariado sin darse, sin querer darse cuenta que nosotras, el género femenino, estábamos como seres humanos en la misma situación de indefensión con respecto al género masculino. Mis peroratas a los grupos de Mujeres Libres que se organizaban estaban inspiradas en esta premisa: nada de enfrentamiento con [el] sexo opuesto. Ayudarlos a comprender la injusticia que se cometía con la mujer… a ellos que luchaban por la emancipación del proletariado».

Es decir, había que hacerles entender aquello que tenían delante de las narices y no veían, eso sí, procurando evitar el enfrentamiento abierto. Pero el problema no era solo social, era también personal tal y como le vuelve a comentar en la misma carta Concha:

«Es el eterno problema (…) somos buenas compañeras para la lucha. La experiencia me ha demostrado que “en la casa”, como “esposa”, los hombres aspiran, hasta el más liberal, [a] otra clase de mujer… naturalmente, con las debidas excepciones. Ese problema lo he tenido yo desde mi primer novio (…) yo recuerdo muy bien como los “compañeros” antes de la guerra se conducían con “sus esposas”».

Concha Liaño

Concha explica con meridiana claridad cómo los «compañeros» no consideraban que fuera relevante la lucha contra el sexismo y cómo en casa se comportaban como vulgares maridos haciendo uso de sus privilegios masculinos. Si las compañeras de lucha pretendían una relación igualitaria en el ML y en casa, la mayoría de los hombres no las consideraban idóneas como pareja.

Estas mujeres callaron sistemáticamente en público, más allá de algunas voces minoritarias, para evitar el enfrentamiento con los «compañeros». Este silencio se mantuvo y resurgió en 1993 cuando Sara Berenguer escribe un trabajo sobre Mujeres Libres y la revolución y se lo envía a Soledad Estorach (otra integrante de Mujeres Libres) para que le diera su opinión. Esto le escribe Sara a Concha (27 de octubre de 1993):

«[Soledad Estorach] lo cambió de tono. Sole no quería que se hablara o no comentara ciertas acciones de los compañeros, “pobres chicos”. Quería reivindicarlos, cuando, en suma, todos sabemos que, si bien los ha habido nobles, otros han sido rudos con sus propias compañeras».

Retazos, pedazos, fragmentos, retales de los que estirar para recomponer lo valiosa que fue una experiencia feminista sin igual como la de Mujeres Libres y los obstáculos con que se encontraron. La Guerra Civil constituyó una experiencia de libertad y de responsabilidad sin precedentes para las mujeres anarquistas y libertarias. Construyeron un feminismo de clase sustentado en la gran novedad de que las mujeres tenían que vivir solas, salir solas y asumir las responsabilidades familiares solas, algo que siempre se había considerado imposible y peligroso.

Las mujeres anarquistas y libertarias fueron muy pronto expulsadas del frente como milicianas y situadas en la retaguardia. No desaprovecharon la oportunidad y fueron capaces de acometer una revolución que transformó la vida, los cuerpos y las palabras, en definitiva, que cambió la existencia. Esta «revolución de la vida» fue posible porque la Guerra Civil propició un «momentum» (así lo denomina J. Rancière en Momentos políticos, p. 141), es decir, una etapa de «desplazamiento de los equilibrios y la instauración de otro curso del tiempo. (…) una reconfiguración del universo de los posibles». La «revolución en femenino» la llevaron a cabo mujeres, muy arraigadas a la realidad desbordando el trabajo asalariado (en la línea de centrarse en los procesos de aprovisionamiento social, pasaran o no por los mercados) y el sujeto de la lucha, y todo ello con poca presencia de la ideología.

Una revolución la suya sin épica, sin heroicidad, silenciosa, poco aparente, sin espectacularidad, que hizo posible que simples obreras «medio analfabetas» (carta de Concha a Sara, 27 de noviembre de 2007) demostraran su capacidad para gestionar la vida y convertirse en solucionadoras de problemas y preservadoras de la existencia en lo cotidiano. En esa gestión de la vida estuvo la enorme trascendencia subversiva y revolucionaria de sus empeños en la retaguardia. Una revolución en la que inventaron su propia política encarnada tejiendo vínculos entre ellas, generando amistades y proximidad física. Estos vínculos constituyeron un bálsamo de cordialidad y concordia dentro del grupo para afrontar la supervivencia mucho más difícil de lo habitual en tiempos de guerra.

Las protagonistas de Mujeres Libres vivieron con pasión un tiempo en el que una parte de la sociedad se mantuvo unida por el cemento de la solidaridad, sin el peso muerto del poder y la autoridad. No resulta fácil acercarnos a esa atmósfera de energía mágica, de alegría compartida, a esa sensación de que el mundo vivido hasta entonces se convertía rápidamente en una reliquia histórica, en una larga pesadilla dejada atrás. La promesa de un nuevo comienzo que no tenía más límites que los de la imaginación resultó difícil de olvidar para nuestras protagonistas, pese al contexto de guerra y enfrentamientos en el propio bando. Así lo reconocía Concha Liaño: «mi reloj “cronológico” se paró al salir para Francia. Si no fuera por esos recuerdos que son el telón de fondo de mi vida, no sé qué hubiera sido de mí». Y más sorprende si cabe: «Creo que fuimos privilegiados, a pesar de la derrota: al menos tuvimos una etapa en la cual, sabíamos para que vivíamos» (carta de Concha a Sara, 1 de agosto de 1993).

Esa fue «su revolución de la vida», una transformación de largo recorrido que empezó a cambiar las formas de vida, las relaciones personales, el trabajo, los «cuidados» y un sinfín de aspectos poniendo atención en lo pequeño, en lo callado, en lo íntimo, en el aliento de cada cuerpo. Estas mujeres vislumbraron otros mundos posibles y, pese a la derrota, nunca lo olvidaron. Recuperar esos hilos de memoria, esa genealogía de una revolución feminista, anarquista y proletaria, debería ser una tarea necesaria para las mujeres y para los movimientos feministas actuales.

Laura Vicente

Publicado en el Blog «El rumor de las multitudes» de El Salto, 4 de marzo de 2022
https://www.elsaltodiario.com/el-rumor-de-las-multitudes/mujeres-libres-genealogia-del-feminismo-anarquista

La Revolución española y el cine anarquista

El cine libertario. Cuando las películas hacen historia es un excelente documental escrito y dirigido por José María Almela y Verónica Vigil.  Aunque existe una versión de 16 minutos, la cual fue nominada en su momento a los premios Goya, el auténtico trabajo audiovisual es el largometraje de 1 hora, que se proyectó en algunos festivales y fue emitido en el Canal Historia.

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La emancipación de la ignorancia. La revista ‘Mujeres Libres’

En 1936 algunas mujeres anarquistas y libertarias pensaron que era una buena idea publicar una revista escrita solo por mujeres y para mujeres. Tenían un plan a largo plazo, alrededor de la publicación querían establecer una «red de cordialidad» entre ellas que permitiera crear con el tiempo una organización.

Para las tres redactoras de la revista Mujeres Libres (aparecida en mayo de 1936), Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada Guillén y Amparo Poch y Gascón, la capacitación de las obreras y campesinas era uno de los temas fundamentales que tenía que afrontar la revista para construir «imágenes de cambio» respecto a la discriminación de género que sufrían las mujeres de las clases trabajadoras. Este objetivo de batallar contra la «esclavitud de la ignorancia» nos permite ver y valorar potencias de cambio y transformación que si no pasarían desapercibidas o serían percibidas como «poca cosa».

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