Un lúcido anarquista, ahora mismo no recuerdo quién, dijo algo así como que el anarquismo era la síntesis de las dos grandes corrientes modernas de pensamiento político: socialismo y liberalismo. Estoy muy de acuerdo e, incluso, yo que tengo unos resabios nihilistas bastante agudizados, me esfuerzo en repetirlo asiduamente. A día de hoy, cuando ya llevamos dós décadas del siglo XXI, esta tensión entre esas dos teorías ideales de la sociedad humana se sigue produciendo. Un socialismo, casi plenamente identificado con la intervención estatal, frente a un liberalismo, cuyo concepto de libertad está, si no reducido, sí impregnado en su mayor parte de un supuesto mercado libre también denominado capitalismo. Expresado de esta manera, es casi difícil de entender que el anarquismo, tan enemigo del Estado, garante de dominación política, como del sistema capitalista, explotación de unos seres humanos sobre otros, puede verse como una síntesis de ambas corrientes. Sin embargo, para profundizar en ello habría tal vez que dejarse de teorías ideales, y aquí incluyo por supuesto también al anarquismo, y concretar en la realidad de las sociedades humanas.
Dejaramos a un lado lo que es la historia del liberalismo, anterior a la del socialismo y vista normalmente como un progreso frente a sistemas anteriores, ya que precisamente media un abismo entre sus teóricos, abanderados de la libertad, y una práctica real en la que gran parte de los seres humanos fueron discriminados, explotados e incluso esclavizados. Hoy, sigue siendo así, aunque el empuje de la historia ha obligado a maquillar algo las estadísticas. Los liberales más puros se llenan la boca de libertad, sobre todo de propiedad, incluso hablan de una sociedad sin coerción, pero mantienen el Estado, que no quieren que intervenga en la economía, pero sí actué como garante policial y jurídico. Es cierto que, al menos en el terreno de la teoría ideal, existe eso que denominan anarquismo capitalista, contrario de verdad al Estado, pero no a la fuerza policial, que sería un servicio más en una socidad de libremercado con su oferta y su demanda. Respecto al socialismo, se ha identificado con el Estado, en el denominado «socialismo real», que sumió a la sociedad a un control férreo sin asomo de libertad y no aseguró prosperidad económica alguna, que garantizara unos mínimos igualitarios.
De esta manera, tal vez la verdadera síntesis posmoderna pueda ser eso que denominan socialdemocracia, basada en la democracia representativa y en la separación de poderes (al igual que el liberalismo menos radical), pero que garantiza cierta intervención del Estado para cuestiones sociales. Mi opinión, como no podría ser de otra manera, es que todo esto constituyen falacias teóricas, que nos mantienen divertidos en la sociedad del espectáculo. Es decir, el sistema oscila hacia un lado o hacia otro, en una alternancia política en la que los conceptos de izquierda o derecha son cada vez más difusos, con sus cíclicas crisis económicas gobierne quien gobierne (¿el capitalismo es progreso?), para garantizar unas oligarquías maquilladas de elección democrática y toda una maquinaria de explotación. Me ha quedado un poco apocalíptico, pero así son las cosas. Desde mi punto de vista, ya saben, tan ácrata como nihlista, e incluso un poquito liberal (nadie es perfecto), el anarquismo sí puede verse como la síntesis de las grandes corrientes modernas, pero en su sentido verdaderamente emancipador. Para eso, hay que recordar frente a todas esas teorías economicistas, que su principal bandera fue siempre la ética, la solidaridad y el apoyo mutuo, que pretendía convertir en paradigma social. Para los que aseguren que los seres humanos somos una panda de borregos egoístas sin remedio, sin negarlo del todo visto lo que tenemos hoy en día, tratemos de no ser tan categóricos. Es seguro que necesitemos un radical cambio de rumbo, y que tengamos que dotar de un nuevo y poderosos sentido posmoderno al concepto de revolución. De acuerdo, pero hemos llegado hasta aquí y, si ha sido así, estoy seguro, es también por nuestra tendencia a la cooperación y la ayuda mutua. Se lo dice un feroz nihilista.