Hace unos días manifestaba que escribiría algo sobre las alternativas a la locura carcelaria que nos invade, y la verdad me está resultando muy difícil. Por un lado los anarquistas deseamos abolir el sistema carcelario sustituyéndolo por una sociedad igualitaria etc (1). Esa es nuestra alternativa utópica. Por otro es que resulta que las alternativas realistas al encierro las plantea el propio Estado desde el siglo XIX.
En 1834 el teniente de caballería Montesinos (2), es encargado de dirigir el penal de Valencia. El año antes hubo un motín de unos mil presos que protestaban por las condiciones en que se les hacinaba, y que fue duramente reprimido por el ejército. El alcaide fue destituido mientras se depuraban sus responsabilidades, y Montesinos, que se había pasado cinco años preso en el penal de Toulon en el contexto de la Guerra Napoleónica, con tiempo para reflexionar sobre la cárcel mientras picaba piedra, pone en marcha lo que llama «sistema progresivo».
Para Montesinos, una vez traspasa el preso el umbral de la prisión, hay que olvidar el delito que ha cometido. No importa lo que haya hecho. En ese momento de pérdida de libertad, es una persona que sale de la sociedad para volver a ella reformado.
La redención consta de tres pasos: el primero, el del hierro: cadenas y grilletes. Luego redención por el trabajo (3) forzado diría yo. En tercera etapa, se dejaba al preso salir de la cárcel para trabajar, volver por la noche, para finalmente acabar en libertad condicional. Según se cuenta, su sistema fue tan bueno (comparado con lo que había antes de cadena en el tobillo con bola de cañón) que a Montesinos le encargarán la elaboración de los reglamentos penitenciarios del siglo XIX entre guerra y guerra que participa, llegando así al grado de Coronel.
Con diversos apaños, aderezos y adaptaciones, este es el sistema de grados que hay en España. Primero régimen cerrado para los berracos, segundo régimen ordinario para delincuentes vulgares, tercero régimen más abierto con permisos, cuarto libertad condicional. Mejoras en grado si cumples una serie de requisitos: buen comportamiento, pagar las indemnizaciones, devolver lo robado (salvo que seas rey, banquero o similar) y cosas así. Hay una Junta que evalúa al preso y decide si pasa de grado. Hay más factores pero bueno, básicamente es eso.
Este sistema prevé que todos los presos –salvo algún caso raro– acaben su condena en libertad condicional.
Sin embargo, solo el 13% (depende del año) lo consigue.
Para conseguir la condicional, hay que optar (en la práctica) a permisos. Y para obtener permisos, hay que tener mucha paciencia, tanta que la mayor parte de las veces, los permisos (teniendo derecho a ellos) son denegados. El interno entra en depresión y apatía, y ve pasar la vida entre cuatro paredes.
¿Por qué? Un motivo fundamental, para mí, lo constituye la campaña de prensa y televisión (en manos de la derecha) que desde los años 80 se inicia exigiendo el cumplimiento total y máximo de condena en casos de terrorismo y de lo que sea menester. La barbaridad es tal que recuerdo en un ¿debate? televisivo de reaccionarios, afirmar que un «asesino» afirmaba que se arrepentía para poder salir antes. «¡Pide perdón a las víctimas para que lo suelten!» –gritaba la tertuliana. Total, puestos así, ¿pa qué va uno a tener buen comportamiento, estudiar, acudir a los talleres, arrepentirse, pedir perdón a las víctimas… Si va a dar lo mismo…?
Otro día sigo porque como haga esto muy largo, no lo lee ni dios.
NOTAS
(1) Que abolir las cárceles es algo que se les atraganta a los poderosos lo manifestaba claramente Matteo Panttedosi, Ministro del’Interno en Italia en una rueda de prensa que daba sobre el caso Cospito, el preso anarquista que lleva más de cuatro meses en huelga de hambre. Con absoluta estupefacción le escuché decir que no van a ceder al chantaje de un preso para que se elimine el régimen de aislamiento, porque no se trata solo de eso, sino de que los anarquistas quieren abolir todo el sistema carcelario… O sea, se pasa de la huelga de hambre de un preso por un hecho puntual, a una cuestión ideológica que ha de ser combatida a muerte. Está en italiano:
https://www.interno.gov.it/it/conferenza-stampa-sul-caso-alfredo-cospito-sciopero-fame-cospito
(2) Manuel Montesinos y Molina (1796-1862), conocido como Coronel Montesinos. El tipo se alistó voluntario con 12 años para combatir en la Guerra Napoleónica. Los gabachos lo trincaron en el Sitio de Zaragoza y lo plantaron en la La Bagne de Tolón donde aprendió mucho. En ese penal se inspiró Victor Hugo cuando escribió «Los Miserables». https://es.wikipedia.org/wiki/La_Bagne_de_Tol%C3%B3n
(3) No sé en el siglo XIX qué efecto disuasorio tendría el trabajar de albañil o cargando sacos de trigo, en un falsificador de moneda. A mí me lo hacen, y seguramente sudaría mucho, pero poco más. Eso de que el trabajo rehabilita… No sé yo, ¿eh?