Los conflictos son complejos, sí, mientras las personas sufren y mueren

No pocas personas, cuando se mencionan los más de 50.000 palestinos asesinados desde octubre de 2023 por el Estado de Israel, tuercen el morro y argumentan que el conflicto es «complejo». Veamos si somos capaces de exhibir datos objetivos, al menos con toda la objetividad (y honestidad) de la que somos capaces. En primer lugar, lo que llamamos sionismo puede definirse como un movimiento nacionalista, que aspiraba a la creación de un Estado judío en lo que supuestamente era la Tierra Prometida para este pueblo, localizada en la Palestina histórica. La primera emigración masiva judía tuvo lugar en los años 30 del siglo XX, como consecuencia de la persecución nazi, y desde entonces la comunidad hebrea no paró de crecer con las tensiones y enfrentamientos con la población palestina que ya estaba allí. En 1947, una Resolución de Naciones Unidos establece dos Estados, uno árabe y otro judío, adjudicando a este último el 54% del territorio. En 1948, Israel gana una guerra, que se ha definido como «de independencia», adjudicándose el 77% de la región y dando lugar a la Nakba (desastre o catástrofe) produciendo una expulsión masiva de la población árabe (los datos varían, pero se habla de al menos 700.000 personas), convirtiéndose en refugiados en países vecinos o en desplazados a Gaza y Cisjordania. Más de siete décadas después, los refugiados superan los cinco millones y, aunque hay una Resolución de la ONU del mismo 1948 que reconoce el derecho de retorno e indemnización de los palestinos expulsados, es papel mojado que sigue sin cumplirse.

Saltamos a 1967, donde el Estado de Israel demuestra su poderío militar ganando la Guerra de los Seis Días a Egipto, Jordania y Siria, para ocupar la totalidad de Gaza y Cisjordania provocando otro éxodo palestino de medio millón de personas. Se trata de lo que puede llamarse «comienzo oficial», hace más de medio siglo, de la ocupación y colonización de los territorios palestinos. Uno de los focos más polémicos ha sido la ciudad de Jerusalén, que en origen tenía un estatus administrativo internacional (signifique lo que signifique eso), con santuarios importantes para las tres religiones del libro, pero que en 1980 Israel se apropió como su capital. Desde principios de los 90, ha habido algunos intentos de un proceso de paz (signifique eso lo que signifique), que no llevaron a nada y que dividieron Cisjordania en tres zonas, la menor de ellas bajo control palestino y la mayor, con tierras, mejores carreteras y recursos clave, bajo control civil y militar israelí. Además, desde 2002, Israel no ha cesado de levantar muros, restricciones, bloqueos y puestos fronterizos, los cuales facilitan las vías y comunicaciones a los colonos israelíes, mientras que dificultan la libertad de movimiento de la población palestina aislada y con escaso acceso a recursos. Gaza se ha definido como la prisión más grande del mundo, uno de los lugares más densamente poblados con unos dos millones de personas. Los datos son escalofriantes, más de la mitad en situación de pobreza y pasando inseguridad alimentaria, gran parte de la tierra agrícola inaccesible y las aguas de pesca casi totalmente inoperantes, mientras que los medicamentos esenciales se encuentran agotados.

Desde 2007, Gaza está bloqueada por el Estado israelí, de ahí que sea una auténtica cárcel, con la excusa de que está gobernada por Hamás, que considera una organización terrorista. En 2018, una protesta en la Franja, conocida como la Gran Marcha del Retorno, que pedía el regreso de los desplazados a sus hogares de Cisjordania, produjo una brutal represión israelí con centenares de muertos y miles de heridos. Hay que llamar terrorismo a muchas cosas mientras la comunidad internacional apenas hace nada. Sin entrar en detalles, y como resulta lógico y evidente, las leyes vigentes protegen las propiedades y recursos de la población israelí, mientras que perjudican a los de los palestinos. Los asentamientos de los colonos israelíes, bien protegidos oficialmente, bien legitimados por «derecho bíblico», con toda violencia fáctica que sea necesaria, no han parado de extenderse desde el triunfo militar de 1967. La impunidad del Estado de Israel es un hecho totalmente objetivo, solo ha cumplido un 0,5% de las resoluciones internacionales en materia de derechos humanos. Como en tantos otros problemas que bien entrado el siglo XXI sigue sufriendo la humanidad, con infinidad de personas sufriendo, el problema no es la falta de leyes, sino la ausencia de voluntad política. Parece increíble que, a estas alturas, todavía el Estado de Israel, y sus poderosos aliados, sigan acudiendo a las manidas acusaciones de antisemitismo para deslegitimar las críticas. A todos estos hechos objetivos, que demuestran un auténtico apartheid sobre la población palestina, con incontables víctimas y sufrimiento constante, se suma lo producido desde octubre de 2023: el definitivo genocidio. Se está produciendo en estos momentos mientras escribo estas líneas.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/05/10/los-conflictos-son-complejos-si-mientras-las-personas-sufren-y-mueren/

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