Mitos de la Transición
Hoy, ha sido interrogado Rodolfo Martín Villa acerca de su papel como Ministro, equivalente a lo que hoy se conoce como Interior entre otras responsabilidades, durante la llamada Transición a la democracia. Por iniciativa de una juez argentina, la única que ha investigado los crímenes del franquismo, se le responsabiliza de varios homicidios y se le acusa de delitos de lesa humanidad. Conviene recordar quién era Martín Villa, que para algunos pasa por una especie de heroico protagonista de la Transición, y solo hace falta ver el apoyo recibido por parte de todos los inefables expresidentes vivos de la denominada democracia: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. No solo estos personajes, también, algo que ha sorprendido a algunos, no tanto al que suscribe, los antiguos líderes sindicales Nicolás Redondo, Antonio Gutiérrez, José María Fidalgo y Candido Méndez. Todos ellos han alabado el papel de Martín Villa en el supuesto paso a la democracia de la nación española, le han rendido admiración, le han eximido de cualquier delito e, incluso, le han elevado a los altares, al igual que a la misma Transición, como una etapa de reconciliación entre españoles, que ha supuesto cuatro décadas de paz y libertad. Si hace unas semanas, el manifiesto de apoyo era hacia el corrupto Juan Carlos I, los defensores de ese mito democrático que se tambalea se esfuerzan en sostenerlo de un modo patético y yo diría que desesperado.
Para unos, los querellantes contra los criminales franquistas, es un criminal genocida más; para otros, los defensores de la Transición, responsables y privilegiados líderes políticos y sindicales, se trata de todo un «héroe» (sic). ¿Cómo es posible semejante abismo entre dos supuestas verdades? Cosas de este inefable país. Hay que decir que yo estoy de acuerdo, Martín Villa representa a la perfección lo que supuso la Transición. Insisto, conviene rememorar, eso de lo que estamos tan necesitados, algunos hechos objetivos. Un tipo que tuvo diversos cargos de responsabilidad, políticos y sindicales, durante la cruel dictadura del genocida Franco, se encuentra a la muerte de este como ministro de Relaciones Sindicales. Durante los primeros meses de 1976, hubo importantes movilizaciones obreras e infinidad de huelgas, durante los cuales se produjeron los llamados Sucesos de Vitoria en los que cinco obreros fueron asesinados a manos de la policía. Martín Villa era conocido por la especial dureza de la represión policial durante su mandato; del mismo modo, diversos mandos policiales franquistas, conocidos torturadores, fueron condecorados gracias a él. No conviene olvidar tampoco que, igualmente durante su cargo como Ministro de la Gobernación, se produjeron atentados terroristas que podemos calificar de Estado.
Entre ellos, el llamado caso Scala, con la muerte de cuatro trabajadores, dirigido contra la central sindical CNT, tras su auge en esos primeros años de la Transición, y el movimiento libertario en general. Se demostró posteriormente que dicho atentado fue una acción policial provocada por un confidente infiltrado, pero el daño mediático acusando a los anarquistas estaba realizado; de hecho, el mismo Martín Villa fue reclamado para declarar en el proceso contra los cenetistas juzgados, pero no se dignó aparecer. Para una verdadera Transición de una dictadura a la democracia, en primer lugar, habría que realizar una auténtica depuración de las fuerzas de seguridad franquistas. No hace falta recordar que no solo no se realizó tal cosa, sino que los antiguos cargos policiales siguieron estando muy presentes en los cuerpos de la llamada democracia e, incluso, repulsivos torturadores fueron reconocidos haste el fin de sus días. La impunidad de los crímenes franquistas, amparada en la ley de Amnistía de 1977, que efectivamente equiparaba a vencedores y vencidos, estaba servida. La carrera posterior de Martín Villa, con actas de diputado, primero con UCD y luego con el PP, e importantes cargos en grandes empresas privadas, es solo un ejemplo de otro fulano que cierto día se acostó franquista y se levantó demócrata. Hoy, Martín Villa es un octogenario y, además, creo que los crimenes de los que se le acusa, a él y a otros cargos franquistas, estarían prescritos. Contra el repulsivo lugar común, repetido como una simpleza hasta el hastío, nadie quiere revancha, solo reconocimiento de la verdad histórica. Sirva este proceso para derribar de una vez los mitos de la Transición, no es casualidad que las siniestras figuras que la protagonizaron se replieguen en una patética defensa.