En los años 60, una serie de acontecimientos y revueltas marcan la historia de los movimientos sociales y el anarquismo; uno de ellos, no lo suficientemente conocido, son los provos holandeses. Al igual que la Internacional Situacionista, uno de los elementos para despertar a la sociedad de consumo, atacar el Estado y combatir toda conservadurismo y pensamiento rígido era el sentido del humor.
El término «provo» fue acuñado por el sociólogo Bukhuizen, al parecer aludiendo a los Nozems, jóvenes descontentos de la época de posguerra en parte delincuentes y en parte Mods. Sería un joven estudiante, Roel van Duijn, quien sabría ver el potencial de los Nozems para tratar de transformar su agresividad en conciencia revolucionaria. El otro fundador del nuevo movimiento será Robert Jasper Grootveld, algo antagónico al intelectual van Duijn, ya que era un extrovertido artista que pensaba que la sociedad de consumo había convertido a las personas en un rebaño dócil, por lo que eran necesarias nuevas herramientas de actuación para despertarlas; sus happenings exhibicionistas, a principio de los 60, tuvieron una enorme afluencia de público en Ámsterdam. Frenta a la mediocridad generalizada de la aburrida vida moderna, determinada por el consumismo y la televisión, se busca la subversión continua en el movimiento. De la clase media no podía esperarse demasiado, por lo que los provos pusieron el foco en los mencionados Nozems, los Beatniks, los artistas y los marginados en general. Las inspiraciones para los provos serán el dadaísmo, el pensamiento de Herbert Marcuse y, como no podía ser de otra manera, el anarquismo.
Teun Voeten considera que el movimiento provo tuvo como origen la alienación y el absurdo de la vida en aquel momento histórico, por lo que tuvo un enorme éxito en Holanda, incluso con la apariencia de haberse extendido a otros países. Uno de los frentes de lucha fue la legalización de la marihuana, para lo que Grootveld y su compañeros idearon el Marihuettegame, un juego de provocación y desinformación con el que volvieron loca a la policía con sus tácticas de desorientación en las que utilizaban sustancias parecidas a la marihuana, pero legales. Este tipo de juegos, en los que ponían en evidencia el autoritarismo del sistema se convertiría en modelo a seguir para los provos. Fueron antológicas y surrealistas las cruzadas antitabaco de Grootveld, que la emprendería contra esta industria como uno de los ejemplos de adicción y aborregamiento de las masas. Acciones espectaculares, algunas de las cuales le costarían caras, sería escribir la palabra «cáncer» en diversos estancos de la ciudad, crear auténticos rituales de misas negras para exorcizar el demonio de la nicotina o llegar a prender fuego a un estudio que había denominado como «templo antitabaco».
Sería una noche de mayo de 1965 cuando apareció van Duijn en uno de aquellos happenings para repartir folletos y anunciar que había nacido el movimiento provo para provocar a la sociedad y acabar con su «deterioro apático». Uno de aquellos folletos llevaba escrita la palabra «anarquismo», lo cual iba a suponer una reactivación de estas ideas en los años 60 del siglo XX. Muy pronto, la propaganda del nuevo movimiento estará mucho más elaborada y se anunciará la creación de los «planes blancos». Según la filosofía de los mismos, en los que el artista Constant Nieuwenhuis tendría un rol muy importante, el trabajo será visto como algo rutinario y obsoleto, especialmente el que corresponde a la fábrica. Esta visión sobre un elemento, que la ideología socialista clásica consideraba como muy valioso, es lo que sitúa a los provos como un movimiento rupturista que abría las puertas a la sociedad posmoderna. Una de las acciones más populares será el llamado Plan Blanco de las Bicicletas, diseñado por Luud Shimmelpenninck, que pretendía reemplazar por bicicletas gratuitas los nocivos automóviles de Ámsterdam. Los provos iniciaron el plan repartiendo unas 50 bicicletas, pero pronto la policía acabaría con el asunto confiscando los vehículos con la excusa de que se estaba incitando al robo, a lo cual se respondió robando las bicicletas de las propias fuerzas del orden. Muy exitosos fueron también el Plan Blanco de las Chimeneas, que consistía en pintar de blanco las más contaminantes, el Plan Blanco de los Críos, guarderías gratis, el Plan Blanco de las Viviendas, que pretendía acabar con la especulación inmobiliaria, o el Plan Blanco de las Mujeres, que buscaba su atención médica gratuita. Estos impagables planes blancos tenían elaboraciones muy diversas, desde los más preparados hasta otros más divertidos y espontáneos. Como podemos ver, acciones de plena actualidad para males que seguimos teniendo en una sociedad que no ha avanzado demasiado.
El primer número de la revista Provo se publicó en julio de 1965, el cual incluía método obsoletos del siglo XIX para fabricar explosivos. Se pretendía, obviamente, provocar al sistema y a sus fuerzas del orden para buscar la revuelta y subvertir el estado de las cosas. Es en ese momento cuando los provos son vistos por el sistema como una crisis seria para la nación, cuya distorsión llegaba hasta el punto de considerarlo poco menos que un movimiento de masas, cuando la realidad es que fueron solo unos pocos. En las primeras acciones conocidas como happenings la actuación de la policía se limitaba a detener a Grootveld, visto como un inofensivo excéntrico. Sin embargo, en julio de 1965 comenzaron los problemas en diverso planes blancos con actuaciones más severas por parte de las fuerzas del orden y con titulares en los medios en los que se magnificaba a los provos como un gran peligro. El movimiento de los provos llegó a unirse a estudiantes izquierdistas contrarios a la guerra de Vietnam, por lo que en 1965 estas protestas tuvieron mayor calado; a pesar de ello, los happenings continuaron celebrándose. El movimiento provo se extendió por toda Holanda, hasta el punto de que cada ciudad tuvo su propia marca local con su revista específica y estatuas ante las cuales escenificar sus happenings. Si parte de la opinión pública estaba a favor de medidas severas contra el movimiento, una creciente masa simpatizaba con él y tenía dudas sobre las actuaciones policiales.
La monarquía, como máximo símbolo de la autoridad, sería anatema para los probos: por ejemplo, en un happening, se anunció que la reina se había hecho anarquista. En marzo de 1966, la princesa Beatrix se casaría con Claus Von Amsberg, antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas, lo cual impulsó un plan real de los provos, que a su vez provocó numerosas conjeturas alocadas sobre el mismo. Los provos se limitaban a preparar unas inofensivas bombas de humo, pero la policía, alentados por los medios, imaginó los más abominables actos de terrorismo. En el momento de la boda, frente a Palacio, las nubes de humo de las bombas provocaron una violenta reacción policial, que golpeó sin piedad incluso a invitados de la realeza ante numerosos testigos de la prensa extranjera. Esta situación supuso un nuevo episodio de la opinión publica indignada ante la actuación policial. La represión se incrementó a mediados de 1966, mientras los provos ya se habían unido, además de al movimiento anti-Vietnam, a los trabajadores en algunas protestas. En agosto de aquel año se creó un comité en el Congreso para paliar la crisis, lo cual tuvo como consecuencia la destitución del comisario de policía y, tiempo después ya en 1967, el cese del Alcalde de Ámsterdam. El fin de un movimiento alternativo y subversivo solo podía estar en su asimilación por el sistema. Así ocurrió cuando algunos provos empezaron a participar en las elecciones municipales, se extendió la comprensión y el «buen rollo» hacia ellos y algunos liberales y sociólogos se interesaron por el movimiento. Hay quien señala el legado de los provos, en políticas como la permisividad estatal hacia el cannabis o el uso de las bicicletas en Ámsterdam. Su aspecto provocador y subversivo, en una sociedad actual con unas males similares incrementados por una nueva fase del capitalismo, nos parece mucho más interesante.
Solo para dejar constancia de que algunos provos participaron en las acciones del Grupo primero de Mayo, de 1967 y 1968, en solidaridad con los libertarios detenidos en España y luego en la campaña de «solidaridad revolucionaria internacional» contra la guerra en el Vietnam.