Ante las próximas elecciones habíamos pensado publicar un artículo explicando que los anarquistas no votamos y lo que significa esa opción. Queríamos incidir en la inutilidad de desalojar del poder a unos para que se encaramen otros, por muy progresistas, izquierdistas y demás que se proclamen. Pero nos cayó en las manos una carta de Élisée Reclus (1830-1905) y nos pareció que resultaba muy oportuna en estos momentos. La reproducimos traducida.
Clarens, Vaud, 26 de septiembre de 1885
Compañeros:
Pedís un a hombre de buena voluntad que no es ni votante ni candidato, que os exponga cuáles son sus ideas sobre el ejercicio del derecho de voto.
El plazo que me concedéis es muy corto pero, al tener convicciones bien claras sobre el tema del voto electoral, lo que os voy a decir puede expresarse en pocas palabras.
Votar es abdicar; nombrar uno o varios amos para un periodo corto o largo es renunciar a la propia soberanía. Ya se trate de un monarca absoluto, de un príncipe constitucional o simplemente de un mandatario provisto de una pequeña parte de realeza, el candidato al que llevéis al trono o al sillón será vuestro superior. Estaréis nombrando a hombres que están por encima de las leyes porque se encargan de redactarlas y su misión es haceros obedecerlas.
Votar es ser un ingenuo; es creer que hombres como vosotros adquirirán de repente, al tocar un timbre, la virtud de saberlo todo y de comprenderlo todo. Vuestros mandatarios se encargarán de legislar sobre todas las cosas, desde las cerillas hasta los barcos de guerra, desde el podado de los árboles hasta la exterminación de poblados rojos o negros, pareciéndoos que su inteligencia aumenta en proporción a la inmensidad de su tarea. La Historia nos enseña que ocurre todo lo contrario. El poder siempre ha trastornado, la palabrería siempre ha embrutecido. En las asambleas soberanas, la mediocridad prevalece fatalmente.
Votar es evocar la traición. Sin duda, los votantes creen en la honestidad de aquellos a los que entregan su voto, y quizá tengan razón el primer día, cuando los candidatos están todavía con el fervor de su primer amor. Pero cada día tiene su día siguiente. En cuanto cambia el medio, cambia el hombre con él. Hoy el candidato se inclina ante vosotros, y puede que se agache aún más; mañana, se enderezará y puede que más alto. Mendigaba los votos, os dará órdenes. El obrero, convertido en contramaestre, ¿podrá seguir siendo como era antes de haber obtenido el favor del patrón? El apasionado demócrata ¿no aprende a doblar el lomo cuando el banquero se digna a invitarlo a su despacho, o cuando los lacayos del rey le hacen el honor de darle conversación en la antecámara? La atmósfera de esos cuerpos legislativos es malsana, enviáis a vuestros mandatarios a un medio corrupto; no os extrañe si salen corrompidos.
No abdiquéis, no impliquéis en vuestro destino a hombres incapaces por fuerza o a futuros traidores. ¡No votéis! En lugar de confiar a otros vuestros intereses, defendedlos vosotros mismos; en lugar de buscar abogados para proponer un mundo futuro de acción, actuad. No faltan las ocasiones para los hombres de buena voluntad. Arrojar sobre los otros la responsabilidad de su conducta es falta de valentía.
Os envío un saludo muy cordial, compañeros
Élisée Reclus
Publicado en Tierra y libertad núm.335 (junio de 2016)
Aparte de que los amos » elegidos» no son los que mandan.
Quienes eligen amo merecen ser esclavos.