Me insta la directora de alasbarricadas, Amalia, a que deje de meterme con los misterios del karma y de la reencarnación, ya que recibe muchas cartas protestando porque no tengo ni idea de esas cosas, perdemos lectores y quitamos esperanza. Así que he pensado en hablar un poco de ricos y pobres.
Da igual de quien se trate, está comprobado que a los pobres, les gusta seguir a los ricos. Todos los magnates son líderes en su campo. Y mientras más rico sea el tipo, mientras más lo manifieste a las claras, más se admiran los pobres diciendo «qué tío». Entrad en la consulta de un dentista de la privada. ¿Qué hay en las revistas, mientras esperas a que te empasten las muelas? Vidas de ricos, y el ejemplar gratuito del AVE. ¿Quienes salen en la tele dando alegría? Los ricos. Cuando sacan a los pobres, siempre son deprimentes, así que nadie en su sano juicio quiere seguir a un pobre, o adoptar su modo de vida.
Los líderes, además, suelen llevar modos de vida extravagantes en un 99% de casos. Coge por ejemplo, a Osho, que predicaba la meditación, la consciencia universal, el amor… Tenía millones de seguidores, levantó comunidades enormes, y disfrutaba de una flota de coches de alta gama y de escolta con fusiles de asalto y chalecos antibalas. Era como el Papa, pero mucho más modesto y sin casos de pederastia. Pues bien, es sabido que mientras más predique alguien la austeridad colectiva y el trabajo, más y más rico se hace y menos tiene que trabajar el predicador. Siempre.
Y ahora ved el Parlamento. ¿Qué hay en él mayoritariamente? Pues un montón de personajes pudientes, con dinero y sobre todo, con mayores posibilidades de tenerlo, que alguien nacido en Sant Roc. Y si llega alguien pobre por un milagro a diputado, entre el sueldo, ser portavoz de comisión, estar adscrito a comisión, ser vocal de comisión, ir a comisión, recibir dietas… Los seis mil pavos, no hay quien se los quite. Para que luego digan que los contratos temporales son malos.
Y es que en el siglo XIX, cuando se empezó a gestar la democracia, los ricos estaban preocupados. Pensaban que si daban el sufragio a los pobres, legislarían en contra de los ricos. Pero poco a poco se dieron cuenta de que –por el contrario–, no solo los siervos votaban por los amos, sino que cuando llegaban los pobres al Parlamento, acababan siendo ricos. Así que la legislación, favorecía siempre a los que tenían caudales.
Y eso, ha pasado siempre. ¿Qué es lo primero que hacen los que asaltan el castillo y toman el poder? Buscar la bodega. Bueno, eso en los primeros momentos de euforia. Luego sacan decretos adscribiéndose raciones suplementarias de todo. En ese momento, nace la nomenklatura, los advenedizos toman el cargo. Y los que no lo son, rápidamente se convierten. Krisnamurti, por ejemplo, era pobre. Pero en cuanto le educaron para vestirse bien y manejar un bastón con empuñadura de oro, ya no hubo quien se lo quitase de la mano. A lo bueno, uno se acostumbra rápido.
Esto ha sido así, es y será. Tomar el poder, convierte al aspirante en poderoso. Y siendo líder, para ser seguido por mucha gente, tiene que adoptar un modo de vida ostentoso y extravagante. De ahí por ejemplo, que la casita que se ha comprado la pareja en Galapagar sea no solo ética, sino también necesaria. Lejos de suponer una debacle electoral, los votantes premiarán a sus dirigentes que les sirven de ejemplo. Es más, podrían ir aún más lejos, y comparecer ante la prensa con gruesas cadenas de oro, coronas de rubíes y diademas de esmeraldas. A ver quién es capaz luego de decir que no han tenido éxito.
Por eso es congruente la izquierda: su mayor riqueza siempre estará en que millones de pobres, voten a unos cuantos ricos. Aunque dicho sea de paso, para eso está ya la derecha… Así que solo veo, melancólico, un camino para que desaparezcan los pobres: que dejen de existir los ricos.