ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Relatos históricos infames

Me entero de que un libro del repulsivo Pío Moa, Los mitos de la guerra civil, que data de hace casi dos décadas, se publica ahora en Francia. Para quien no sepa quién es este personaje, hablamos de un tipo que fue comunista, nada menos que militante del Grapo, para después convertirse en ultraderechista defensor de la dictadura franquista y autor de libros de ambición historiográfica en los que defendía las tesis fachas de siempre. Hubo un tiempo en que sus libros se vendían mucho, en este inenarrable país, y el Partido Popular daba cierto pábulo a Moa, pero la cosa era intelectualmente tan ridícula y descabellada, que le acabaron retirando el apoyo, al menos, oficialmente. Hoy, creo que encuentra sustento en Vox y sus medios afines y, al parecer, en el país vecino ha encontrado quien cree poder sacar rédito de su obra. Ha habido, afortundamente, voces galas que le han puesto en su sitio y le han calificado de mero falsificador de la historia de España. En lo que no estoy muy de acuerdo es en calificar a Moa de «revisionista», ya que, al margen de falacias, no sé qué diablos hay de original en culpar a la izquierda del conflicto civil y en considerar que Franco y sus secuaces no tuvieron más remedio que sublevarse para salvar al país de la horda roja. Es una narrativa fomentada por la dictadura durante décadas, con un auténtico lavado de cerebro para varias generaciones, que llega hasta el día de hoy; valga como ejemplo más reciente la inauguración de una infame estatua en la capital del Reino, en la que se homenajea el centenario de la Legión, un cuerpo expedicionario de historial sangriento, fundado por el filofascista Millán-Astray, que tanto ayudó al triunfo de los reaccionarios en la guerra civil (y social).

Pío Moa, no dejando de jugar al victimismo por ello, ha sido descalificado por una gran mayoría de expertos, que señalan la contradicción de sus teorías con toda investigación historiográfica seria, al margen de lo propagado por la dictadura durante décadas. De hecho, la obra en cuestión publicada ahora en Francia no tiene demasiado recorrido intelectual y resulta de forma obvia una colección de tópicos actualizados de la historiografía franquista; el hispanista británico Chris Ealham, que conocí personalmente hace unos años, y que tan buenos libros ha escrito sobre el movimiento libertario, calificó a Moa de mero propagandista, algo que me parece el calificativo más adecuado. Puedo señalar a numerosos autores que han refutado a Moa, pero no quiero tampoco ensalzar la voces académicas, ya que a menudo el estudio histórico es un campo de batalla para defender un determinado relato histórico, incluso, para justificar el presente; cuántas supuestas eminencias en historia han despreciado, por «tendenciosos», a autores que han interpretado el conflicto de España en clave revolucionaria, como es el caso George Orwell, Frank Borkenau, Gaston Leval, Augustin Souchy, Mary Low o Emma Goldman. Sí, lo de Moa y algún otro escribidor de relatos históricos, es claramente ridículo, pero otros autores, supuestamente prestigiosos, usan también la historiografía dentro de una determinada cultura política para dar forma a su identidad. Simpatías tenemos todos, y yo no niego en absoluto las mías, pero con un mínimo de rigor, decencia y honestidad.

Volvamos a Moa y es que por mucho que el partido mayoritario de la derecha, de ese indescriptible país, no apoye explícitamente sus tesis neofranquistas, que encuentra en Moa un autor prolífico y pertinaz, es el relato histórico que se sigue fomentando en gran parte del imaginario social al no condenar abiertamente ese atentado contra los derechos humanos que fue el llamado alzamiento de los genocidas generales. Señalaremos, una vez más, que derecha y ultraderecha son algo muy parecido en este inefable país. Sí, como he dicho, lo de Moa puede resultar abiertamente irrisorio en su fondo intelectual, pero debemos vivir en tiempos confusos para un mínimo rigor, consenso y moralidad sobre lo que debe ser la narrativa histórica. Supongo que las nuevas tecnologías, con la inmediatez de los medios digitales y de las redes sociales, no han ayudado precisamente a ello; a eso se une lo de siempre en esta sociedad del lucro tan falta de escrúpulos, los que se muestran ávidos por recaudar caja sin importar las tesis infames que difundan. Los más indigante es que defender lo indefendible pase, como se nos quiera hacer ver, por fomentar el debate, como han dicho al parecer los responsables de la edición francesa de Los mitos de la guerra civil y se esgrima la libertad como bandera de no sé muy bien qué. Negadores irrisorios de la aberraciones cometidas por nazis o estalinistas, por poner los ejemplos más obvios, los ha habido siempre e incluso lo han impreso negro sobre blanco, pero lo de este país donde triunfó una forma de fascismo ya es, efectivamente, otra historia.

Juan Cáspar

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