Me entero de que hay un grupo de personas que van a realizar un homenaje a la Columna Durruti y, para ello, van a llevar a cabo una marcha recordando lo que fue la defensa de Madrid en 1936. Para los que no la conozcan en este caso, hagamos un poco de historia para oxigenar el cerebro. En noviembre de 1936, el frente nacional (mezcla de tradicionalistas, fascistas y reaccionarios varios, sublevados contra un régimen democrático liberal homologable a cualquiera de la época) cruzaba el río Manzanares a la altura del Puente de los Franceses, avanzaba por la Ciudad Universitaria hacia el Hospital Clínico y, desgraciadamente, la caída de Madrid parecía un hecho inminente. Fue entonces cuando el gobierno de la República reclamó la ayuda de la Columna, que recibía el nombre del carismático anarquista leonés, para que dejara el Frente de Aragón y viniera a la capital a reforzar su defensa. Conviene recordar que para esa fecha varios ácratas habían entrado, sorprendentemente, en el gobierno republicano; más tarde, haré algún subjetivo comentario, seguramente no exento de lucidez, sobre este hecho. El caso es que los milicianos de la Columna Durruti, a mediados de noviembre, llegaron a Principie Pío, tomaron puntos clave de lo que entonces era el Cuartel de la Montaña (hoy es el Templo de Debod), de Argüelles, del Parque del Oeste, la antigua Cárcel Modelo (en la actualidad, del Cuartel General del Ejército del Aire), así como del ya mencionado Hospital Clínico hasta tomar posiciones en las Facultades de Medicina y Filosofía. El avance de los rebeldes (la palabra da lugar a equívoco, recordad, los facciosos) fue contenido, pero no antes de cruentos enfrentamientos con, no lo olvidemos en cualquier conflicto bélico, innumerables víctimas. Vaya por delante que, particularmente, no soy nada amigo de homenajes históricos (ni, seguramente, de ningún otro tipo, al menos no con ese nombre). ¿Me excedo?; muy probablemente, sí, pero mi condición algo nihilista me puede, lo lamento.
Dicho esto, viene al caso recordar que hace bien poco hablaba (repulsivamente) de la cantidad de monumentos históricos, realizados solo «a una parte» muy interesada de la historia, que estaban poblando la capital de este inefable Reino de España. Por supuesto, realizar loas a las élites y a las gestas militares, buscando una conexión y justificación con las instituciones coactivas actuales resulta especialmente detestable, por lo que lo diferenciaré bien de lo que voy a exponer a continuación. Si alguien desea convertir a Durruti, o a la Columna miliciana que recibió su nombre, a o cualquier logro histórico relacionado con ellos, en alguna suerte de monumento del tipo que fuere va a producir, inevitablemente, que tuerza el morro. No digo que sea en absoluto la intención de los que han convocado la marcha, más bien todo lo contrario, observando además que lo han realizado con muy buen humor (algo normalmente ajeno a los que quieren dar solemnidad y trascendencia a ciertos hechos presentes en la Historia). De hecho, participe o no en ello, me parece bien un acto que recuerda algo especialmente desconocido en este indescriptible país donde una vez el anarquismo fue el movimiento más importante. Y es que alguien dijo una vez que las y los anarquistas han sido los derrotados dentro de los derrotados (en un lugar donde venció una forma de fascismo), los olvidados dentro de los olvidados. Buenaventura Durruti, no obstante, no temo afirmarlo, creo que es una figura especialmente idealizada dentro del movimiento anarquista (es cierto, no comparable a otros mitos históricos en forma de personas, por dicho olvido de un movimiento, el verdaderamente contrario a cualquier forma de poder, y por su escaso alcance en la actualidad). Si hay quien quiere seguir por ese camino para extender el mito, lo siento, pero va a seguir produciendo que continúe torciendo el morro (que, a este paso, va a llevar a desfigurar mis bellas facciones).
Creo que los ácratas estamos especiamente obligados, precisamente, a escapar de cualquier tentación de papanatismo; con Durruti, o con cualquier otra figura histórica dentro del anarquismo, ya que todos tenemos luces y sombras, se puede ser también muy crítico (y se debe serlo en nombre siempre de algo mejor). Se puede usar su figura, o como en este caso la Columna que tuvo su nombre, dentro de esa desgracia que fue la Guerra Civil Española (el derramamiento de sangre no me parece nunca algo digno de ensalzar, dejaremos eso para los reaccionarios que realizan sus repulsivas gestas militares), para dar a conocer ciertos hechos históricos y a determinados movimientos algo olvidados. Estupendo. Pero, yo voy a ser un profundo enemigo (intelectual, se entiende) de todos aquellos (incluso, con buenas intenciones dentro del movimiento libertario) que pretenden relegar al anarquismo a un pedestal (o solo a la vitrina de un museo, que para este caso es lo mismo). Otra argumentación recurrente a la hora de valorar todos estos hechos históricos, incluso los contemporáneos con alguna conexión con la actualidad, es que «eran otros tiempos»; y, efectivamente, hay también que tenerlo en cuenta a lo hora del análisis libertario de un modo u otro. Se puede aprender mucho de la Historia, pero siempre siendo cauto a la hora de afirmar con rotundidad lo que es o no correcto. Por ejemplo, desconozco si lo fue o no, no tengo una opinión formada, el hecho de que los anarquistas entraran en un gobierno o que acabaran aceptando numerosos cargos militares; habría que estar en aquel momento, en circunstancias extremas enfrentadas a una sublevación militar reaccionaria, para tratar de comprenderlo o aceptarlo de un modo u otro (insistiré, «no lo sé», ya que tampoco soy amigo de purismo ácrata alguno). Pondré otro ejemplo, en una línea antibelicista que no se aplica normalmente al conflicto civil (y social) español. La mayor parte del movimiento anarquista se opuso, de manera pacifista, a la Primera Guerra Mundial (viéndola como un conflicto entre Estados, entre diferentes formas de poder con el pueblo como carne de cañón); sin embargo, hubo algunas figuras ácratas que sí consideraron que había que apoyar a los aliados, ya que representaban cierto progreso frente a los viejos imperios. Esas voces discrepantes, incluso hoy en el movimiento libertario, han sido vistas como una anomalía. Lo siento, una vez más habría que situarse en la época, no lo tengo tan claro; ¿hay tanta diferencia entre la Primera y la, ya poco cuestionada a nivel bélico para frenar al fascismo al igual que la de España, Segunda Guerra Mundial? Y esto lo dice un profundo antimiltarista, un ácrata con ciertos tics nihilistas muy saludables.




