Cuando uno juega fuerte, con la lengua ágil y sin miedo a nada ni a nadie, las palabras pueden parecer duras como piedras y hacer daño a sus destinatarios, que pueden poner buena cara al mal tiempo o censurar, querellarse, echar arena en el engranaje, segar la hierba bajo los pies y no dejar trabajar, como enseña la tradición mafiosa. Basta con el ejemplo del fabulador satírico Luttazzi, de verdadero Seguir leyendo Y siempre alegres hay que estar… Breve nota en la muerte de un artista de valor que ha sido a la vez cercano y lejano