A propósito del reciente atentado en Algeciras donde murió una persona en una iglesia, por parte de un tipo de origen magrebí machete en ristre, y al parecer vociferando en nombre de Allah, las necedades interesadas no han dejado de oírse. Hay que aclarar que no está muy claro a día de hoy si el homicida en cuestión actuó por fanatismo religioso o por problemas psiquiátricos, y uno se pregunta si ambos factores no están estrechamente relacionados, disculpad el razonamiento obvio. El caso es que la inicua ultraderecha patria, arrimando miserablemente el ascua a su sardina, ha insistido en la represión sobre inmigrantes («ilegales», claro); mientras, el líder de la derecha oficial del Partido Popular, no muy distante de ese engendro escindido llamado Vox y al conocer bien a los votantes por los que compite, ha asegurado que los cristianos hace siglos que no matan en nombre de su deidad. Ahora entraremos en eso, pero adelantamos que una vez más se resucita el fantasma amenazador de una supuesta organización terrorista, de creencias e ideologías adecuadas a los nuevos tiempos, ya que sabemos o deberíamos saber a estas alturas que los poderes fácticos necesitan y moldean a su gusto. Sobre el fanatismo religioso, algo que considero una especie de pleonasmo, diré que no suelo entrar en si tal o cual creencia sobrenatural es más propicia a ello o en nombre de la cual se ha asesinado más a lo largo de la historia. Lo que ocurre es que, al menos en este inefable país que llamamos Reino de España, supuesto Estado aconfesional (donde se favorece a esa institución arcaica llamada Iglesia Católica), pues algunos lo hacen evidenciando su propio interés y/o fanatismo.
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