Religion-Monoteismo-Fanatismo-Ateismo-Anarquismo-Acracia

En nombre del dios en que creo

A propósito del reciente atentado en Algeciras donde murió una persona en una iglesia, por parte de un tipo de origen magrebí machete en ristre, y al parecer vociferando en nombre de Allah, las necedades interesadas no han dejado de oírse. Hay que aclarar que no está muy claro a día de hoy si el homicida en cuestión actuó por fanatismo religioso o por problemas psiquiátricos, y uno se pregunta si ambos factores no están estrechamente relacionados, disculpad el razonamiento obvio. El caso es que la inicua ultraderecha patria, arrimando miserablemente el ascua a su sardina, ha insistido en la represión sobre inmigrantes («ilegales», claro); mientras, el líder de la derecha oficial del Partido Popular, no muy distante de ese engendro escindido llamado Vox y al conocer bien a los votantes por los que compite, ha asegurado que los cristianos hace siglos que no matan en nombre de su deidad. Ahora entraremos en eso, pero adelantamos que una vez más se resucita el fantasma amenazador de una supuesta organización terrorista, de creencias e ideologías adecuadas a los nuevos tiempos, ya que sabemos o deberíamos saber a estas alturas que los poderes fácticos necesitan y moldean a su gusto. Sobre el fanatismo religioso, algo que considero una especie de pleonasmo, diré que no suelo entrar en si tal o cual creencia sobrenatural es más propicia a ello o en nombre de la cual se ha asesinado más a lo largo de la historia. Lo que ocurre es que, al menos en este inefable país que llamamos Reino de España, supuesto Estado aconfesional (donde se favorece a esa institución arcaica llamada Iglesia Católica), pues algunos lo hacen evidenciando su propio interés y/o fanatismo.

A las declaraciones del líder de la derecha cabe espetar que en este indescriptible país, hace menos de un siglo, y algo que condiciona al presente, hubo una cruzada (cristiana, obviamente), donde un golpe de Estado desencadenó una sangrienta guerra civil, así como un régimen dictatorial de casi cuatro décadas; las víctimas se contaron por cientos de miles, asesinados directa o indirectamente muchos de ellos en nombre de un dios benefactor. Claro, la intolerable argumentación es que todo aquello fue necesario, entre otros motivos reaccionarios, para defenderse de los ataques contra una institución eclesiástica, siempre aliada de los poderes fácticos, y en franco retroceso ante el devenir de los tiempos. El generalísimo Francisco Franco, un asesino cuantitativamente mayor que cualquier otro yihadista contemporáneo, compartía creencias religiosas con tantos personajes actuales que insisten en que hace siglos que no se mata en nombre del dios judeo-cristiano. No debería hacer falta aclarar, pero inevitablemente hay que hacerlo, dados estos tiempos tan poco proclives para la profundización intelectual y la honestidad moral, que conozco gente estupenda cristiana, al igual que musulmana o adscrita a cualquier otra fantasía ultraterrena. Lo que ocurre es que la historia, el pensamiento y la moralidad parecen habernos enseñado que existe alguna suerte de mecanismo para que todas esas creencias absolutistas, sin que podamos denominar de otra manera a querer portar una verdad con mayúsculas legitimada en un ser sobrenatural todopoderoso, conduzcan en algunos a realizar las peores iniquidades sobre el prójimo.

Como dije, no voy a entrar en cuál religión es más inicua, algo difícil de valorar ante todo el entramado de intereses de poder (muy terrenales) que las circundan en sus derivaciones institucionales de uno u otro tipo. Persisten a día de hoy regímenes teocráticos intolerables, fundados muchos de ellos en el Islam, pero que se explican muy bien por intereses políticos y económicos. Occidente, compuesto de supuestas potencias liberales y democráticas, muestra su cinismo, crueldad e hipocresía al declarar la guerra a algunos de ellos, mientra apuntala a otros; en ambos casos, siempre por motivaciones, no humanitarias, sino económicas y geoestratégicas. Volvamos al cristianismo, manifestación cultural e ideológica que, como cualquier otra, algún día sera historia (esperemos que sustituida por algo mejor); entre sus imperativos morales, entre otros desvaríos abstractos, se encuentran el «no robarás» y el «no matarás». Son algo denominado con el eufemismo de pecados, pero que traducido a la lucha de clases se convierten en delitos para los pobres, mientras que los poderosos suelen adquirir la absolución de una u otra manera. La muy cristiana Iglesia católica, que auspició al muy cristiano dictador Franco, posee tierras y propiedades en este país desde hace siglos, máxime desde el cruento conflicto civil que llamaron «cruzada»; estaremos de acuerdo en que eso sí que es robar a manos llenas. Sin contar a los genocidas generales golpistas, todos ellos muy cristianos, la propia Iglesia apoyó, de una u otra manera en la posguerra, la ejecución de miles de personas que no comulgaban con sus creencias. Si todo esto no es matar, que venga algún inexistente dios y lo vea.

Juan Cáspar

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