Hay términos que para la izquierda son intocables, uno de ellos es el de antifascismo. Os preguntaréis porqué vengo a sembrar dudas sobre este término, ¿quién no se siente bien bajo el paraguas del antifascismo? ¿quién no comparte su carácter mítico y heroico que procede del siglo XX?
Hace tiempo que empezaron mis dudas, pero sabedora del «jardín» en el que me iba a meter, preferí mirar hacia otro lado.
Es ya tradicional que el domingo más cercano al 20 de noviembre se celebre en el cementerio de Montjuïc, en Barcelona, un sencillo homenaje a Buenaventura Durruti (y con él a Francisco Ascaso y Francisco Ferrer y Guardia). Tras este homenaje anual que viene celebrándose desde hace más de veinte años hubo un trio de mujeres: Concha Pérez, Joaquina Dorado y Antonina Rodrigo. La iniciativa surgió cuando Concha y Antonina estaban despidiendo a Joaquina, que todavía vivía en París, en un restaurante de la Vía Layetana de Barcelona. Mientras charlaban de sus cosas las tres mujeres vieron pasar a un grupo de falangistas con su parafernalia de uniformes, boinas y correaje, preparando la conmemoración del 20 N para recordar a Franco. Antonina les dijo a sus compañeras: “Mira, estos preparando ya el aniversario del dictador y de José A. Primo de Rivera y ¿nosotras qué hacemos por Durruti, que murió ese mismo día?”. Y de ahí salió la propuesta de celebrarlo como “Mujeres Libres”. Tras las muertes de Concha y Joaquina, Antonina Rodrigo continúa manteniendo este homenaje.
Hace tiempo escribí un texto que empezaba tal que así: “El miedo siempre está presente. Es una emoción básica y uno de los motores para bien o para mal, de las sociedades humanas. Siempre he oído que hay que hacerlo cambiar de bando; pero el miedo está en ambos lados. Simplemente, unos tienen las armas y las herramientas para protegerse de sus miedos. Otros, nos las negamos.”
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