Este uno de mayo, como es mi costumbre, acudí a la manifestación convocada por los sindicatos que me son más afines. Iban en la marcha diversas organizaciones como el SAT, la CGT, USTEA, CoBas y claro que sí, la CNT. No me fijé si había alguno más y que me perdonen si no les nombro. También marcharon diversas asociaciones políticas: una representación de Podemos, que estuvo bastante discreta, una bandera republicana, algún partido trotskista, los estalinistas… En fin. El paseo fue agradable, con un solecito de unos treinta grados o poco más, y finalizó con la lectura de un manifiesto unitario.
Yo acudo a esta manifestación por un motivo fundamental: encontrarme con compañeros y compañeras con los que he compartido momentos en los que nos han unido sentimientos comunes y aspiraciones colectivas. Tal vez en un piquete, tal vez en una reunión. Me separa de ellos por cuestiones ideológicas… Todo lo demás. Con estalinistas y trotskistas, ni te cuento, más brutos que un saco de martillos. Los nacionalistas, buf. Con los electoralistas la pesadumbre de verlos hacer el canelo una y otra vez. Con los y las anarquistas la mollera tan dura que gastan. Con la CNT, bloque en el que estuve marchando, pues también hay cosas, entre algunas y bastantes, que no me gustan.
Es decir, que si por gustos personales fuera, si buscase una total sintonía, no me juntaría con nadie.
Pero allí estoy otra vez, porque también soy sociable, y un tanto racional, y me alegra estar más unido que enfrentado, y encuentro sintonía en otras cosas. Prefiero colaborar en algo que aunque esté «mal», funcione de alguna manera, que en algo que de bien que funciona, no anda… Me imagino las reuniones insufribles que habrán tenido que soportar los delegados para elaborar un simple manifiesto. Estar en ese ámbito obliga a poseer capacidad de negociación, de síntesis, de compartir valores en lo que tal vez nos hace seres humanos con problemas similares. Por eso prefiero colaborar, a obstaculizar…
Hay otra cuestión a tener en cuenta, que a la gente del común, le gusta la unidad. Cualquiera que haya estado en conflictos entre medianos y grandes conoce que esa unidad, no es solamente importante para ganar en lo que sea, sino una exigencia que hace eso que llaman «la base» porque de más sabe el que participa en una huelga y arriesga empleo y sueldo, que como no exista unión, la empresa gana. Así que hay que acostumbrarse a lidiar con gente de pensamiento diverso.
Por mi parte asistí con la compañía de una amiga del barrio. De edad avanzada como yo. Cuando ella me preguntó por lo del uno de mayo, que qué era, le respondí que era el día del trabajo, que haríamos un paseo, que al final comeríamos algo en el sindicato y que la cerveza sería de esta tierra. No di más explicaciones. Me salió así. Yo es que eso del adoctrinamiento personal, no lo llevo bien. Y, claro, es lo que pasa, que te llevas la sorpresa, cuando en plena marcha la señora sacó su cartel. Un cartón con letras bien grandes que ponía «¡Viva el Trabajo!». Y cuando empezó a gritar «¡queremoh trabajá! ¡viva er trabajo!», tuve que secundarla por vergüenza gitana. Nos faltó gritar «¡Abajo el domingo, vivan los lunes!»… Nadie –sea dicho de paso–, hizo ni caso a dos vejestorios.
Y es que en el Primero de Mayo, Día de los Trabajadores, y en todos los días del año, yo prefiero colaborar, aunque me cueste, a obstaculizar.
Acratosaurio rex
¡Bastagos del Kaos!: ¡no creáis en los sabios!
¡El camino celestial os ampara!
¡Volveros débiles y derrotad al fuerte!
En mis profundos aposentos:
¡Un saludo!