UN SIMPLE ACCIDENTE

«Un simple accidente», venganza o justicia en el régimen de los ayatolás

Especialmente en los últimos años, y en los circuitos de versión original en los que hay mayor cabida para este tipo de obras de autor y de carácter social donde el público no va a rechazarlas por pertenecer a filmografías exóticas, el cine iraní estrenado en España, de una manera u otra, ha mostrado esta demencial represión del Estado teocrático y ha servido como denuncia de un régimen intolerable. Un ejemplo de ello es la obra de Jafar Panahí, que ha recibido habitualmente elogios de la crítica y ha tenido reconocimiento en los más importantes festivales internacionales. Uno de sus films más conocidos es El círculo, del año 2000, donde ya denunciaba la situación vejatoria de las mujeres en la sociedad iraní, eminentemente patriarcal, una obra que fue objeto de censura y, finalmente, prohibición en su país, aunque sería premiada con el León de Oro en Venecia; incluso, Panahí introdujo innovadores elementos narrativos cinematográficos, transgrediendo las normas usualmente respetadas en el cine iraní, como es el caso de primeros planos o la utilización de una técnica documental. Otra conocida película de Panahí, con amplia difusión internacional, es Fuera de juego (2006), que en clave de comedia cuenta el intento de una joven para asistir vestida de hombre a un partido de fútbol, ya que las mujeres tienen prohibida la asistencia a los estadios; un pretexto argumental, el de la afición a dicho deporte, para reivindicar los derechos de las iraníes. Como el mismo Pahaní ha declarado, la etapa entre los inicios de su carrera a mediados de los 90 y Fuera de juego, a pesar de que obviamente fuera objeto de ciertas presiones, estuvo más marcada por sus problemas como realizador cinematográfico. Posteriormente, al sufrir ya una represión evidente, iniciará una etapa que le empujará a un enfoque hacia sí mismo y las circunstancias que estaba viviendo.

En 2009, fue asesinada una joven iraní durante unas protestas electorales a manos de la milicia Basij (fuerza paramilitar fundada por Jomeiní en los inicios de la revolución islámica, usada para el control y la represión); al asistir al entierro de la mujer, Panahí fue detenido, se le retiró el pasaporte y se le prohibió viajar fuera de Irán. A partir de entonces, nuevas detenciones se sucedieron bajo la acusación de hacer un cine contrario al régimen con el peregrino argumento de estar atentando contra la seguridad nacional. En el Festival de Cannes de 2010, a pesar de haber sido elegido miembro del Jurado y de las reiteradas protestas de cineastas de diversos países, Panahí no pudo asistir; a finales de ese año, fue condenado a 6 años de prisión, a 20 de inhabilitación para realizar películas y a la prohibición de viajar fuera del país o conceder entrevistas. A pesar de ello, en condiciones de arresto domiciliario esperando la apelación sobre su sentencia, logró filmar el documental Esto no es una película (2011), que fue llevado de modo clandestino de Irán a Francia en un dispositivo USB y proyectada en Cannes. En esta obra, durante un día de su coartada existencia, el director muestra la situación del cine iraní y reivindica la resistencia creativa frente a la tiranía. Otra película semidocumental destacada, rodada de modo clandestino con una cámara más o menos oculta en el salpicadero de un coche (que le es finalmente robada, argumento ingenioso para evitar problemas posteriores con las autoridades), fue Taxi Teherán, que ganó la Berlinale en 2015; en otro ejercicio de resistencia, el propio Panahí conduce un vehículo y va conversando de manera libre con diversas personas mostrando la realidad del país con toques de comedia y tragedia.

De nuevo, el director se interpretará a sí mismo en Tres caras (2018), historia en la que contacta con él una conocida actriz iraní, la cual ha recibido un vídeo en el que una joven parece acabar con su vida debido a las presiones de su conservadora familia para contraer matrimonio frustrando su deseo de ser actriz; Panahí se sirve de esta historia para una nueva reflexión sobre la creatividad cinematográfica y la situación de las mujeres. En 2022, con Los osos no existen, Panahí hace un ejercicio de metaficción, una vez más, interpretando él mismo a un cineasta que se encuentra en una aldea iraní cercana a Turquía, mientras que el equipo de rodaje, de una película que quiere contar los deseos de un pareja para huir del país, está al otro lado de la frontera; la historia nos muestra cómo el simple hecho de tomar una foto puede convertirse, en ciertos contextos culturales y políticos, en una pesadilla dentro de una obra donde se fusionan realidad y ficción. Debido a la solidaridad con otro cineasta represaliado, Mohammad Rasoulof, Panahí sufrirá de nuevo prisión entre julio de 2022 y febrero de 2023, por lo que su cámara, después de esa etapa de mirar hacia dentro, vuelve a dirigirse hacia fuera; no obstante, tras convivir esta vez con muchos otros encarcelados y tener con ellos largas conversaciones, adoptará una perspectiva diferente. Ambos cineastas, Rasoulof y Panahí, dedicarán sus siguientes películas a sus experiencias en la cárcel.

Así, recientemente, el 17 de octubre de este año 2025, llega a las carteleras españolas Un simple accidente, la que es la última película de Jafar Panahí, que escribe, dirige y produce él mismo, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes (lo cual completa, después de Venecia y Berlín, los principales premios del autor iraní en los tres grandes festivales europeos). Se trata, una vez más, de una obra realizada sin permiso de rodaje en la república de los ayatolás y, como no podía ser de otra manera, ferozmente crítica con el régimen, más bien espeluznante en los detalles que da sobre el encarcelamiento de las personas. La historia se inicia con el tránsito de una familia (padre, madre embarazada y una pequeña hija) en coche produciéndose el accidente del título, el atropello de un perro, algo que sirve como detonante para dramáticos acontecimientos. Cuando el padre acude a un taller, el dueño del mismo cree reconocerle como su torturador tiempo atrás, cuando estuvo encarcelado por protestas relacionadas con reivindicaciones laborales. La situación atrapa desde el primer momento al espectador, cuando el hombre decide secuestrar al que cree que fue su verdugo, sin estar seguro del todo, y acudiendo a otras víctimas para tratar de identificarle y decidir qué hacer con él. A pesar del fuerte dramatismo, el film tiene ciertos toques de comedia algo surrealistas (desconcertantes en un primer instante, pero finalmente efectivos) donde se realiza un pequeño periplo por un país sometido a un despotismo constante y corrupto en todos sus ámbitos.

Un simple accidente es una más que notable película, muy bien narrada e interpretada, que plantea una disyuntiva moral que forma tal vez parte de la condición humana, unas reflexiones fundamentales sobre el deseo de venganza o búsqueda de justicia por uno mismo como víctima, pero también sobre cómo la existencia de las personas queda, tantas veces, marcada por hechos trágicos fruto de la realidad política. Diferentes víctimas (dos de ellas, mujeres, y ambas sin hacer uso del hiyab), con distintos caracteres y formas de afrontar ese pasado traumático, que se comportan finalmente de modo humanitario con su propio verdugo, pero no antes de sonsacarle una estremecedora confesión en la que es difícil detectar el grado de consciencia y arrepentimiento sobre sus terribles actos. Dicha situación de no llevar a cabo venganza alguna, ante la discrepancia de uno de ellos, el aparentemente más exaltado, que les recuerda que no se trata de un mero sumiso al sistema, sino que representa en su persona el propio sistema de terror. Un final, más o menos abierto, quizá acabe tristemente dando la razón al personaje con el que, probablemente, menos puede identificarse el espectador más racional. En cualquier caso, podemos estar seguros, las intenciones de Panahí no son en absoluto realizar una apología de la venganza, en una situación difícilmente trasladable al mundo real, sino denunciar quién tiene el verdadero monopolio de la violencia y hacer que no olvidemos el sufrimiento de las personas ante regímenes intolerables.

Capi Vidal

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