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Imaginario

Por mecanismos que me son ajenos, las personas, con diferentes grados, pueden dividirse entre aquellos que desean mejorar las cosas y otros que, sencillamente, piensan que vivimos en el mejor de los mundos posibles. ¿Progresistas y conservadores? Se me dirá que, hay que ver, que si el maniqueísmo, que si una visión simplista del mundo, y bla, bla, bla. Una vez, se equivoca esa gente de medio a medio y yo, por supuesto, me encuentro cargado de razón como demostraré ipso facto. En primer lugar, y sin ánimo alguno de claudicar, hay que aceptar que una gran parte de la población es, y es posible que lo fuera en cualquier otro modelo de sociedad, sencillamente conservadora. Esto es, en mi nada humilde opinión, que se limita, no solo a considerar que la sociedad es como es, sino que apuntala el sistema de manera obvia y consciente. Es cierto que apuntalar, apuntalamos todos en mayor o menor medida, en caso contrario, habría que mostrarse desobediente e insumiso en cada aspecto de nuestra vida: no pagar impuestos, buscar alternativas al consumo, etc., etc. Ya adelanto que el que suscribe no es ningún modelo al respecto y acepto falsamente contrito todas las críticas que se me puedan hacer al respecto. Sin embargo, una cosa es esa, que uno se vea más o menos obligado a vivir o sobrevivir en una sociedad que no le gusta, con arranques de valentía solo esporádicos, y otra muy distinta es ser un papanatas sin remedio.

Es decir, gente, leñe, que se supone que somos homo sapiens (a lo que creo que hay que añadir otro sapiens en la subespecie actual, pero ya me da vergüenza), un poquito de consciencia e incluso de profundidad intelectual, por favor. De acuerdo, el papanatismo y la actitud acrítica no son solo propios del bloque conservador, lo que trataré de matizar más tarde. También, hay conservadores razonablemente ilustrados, que profesan una ideología o imaginario en el que creen que hay que preservar ciertos valores y ello a pesar de la puta mierda de mundo en que seguimos viviendo.  Estos, apenas se diferencian de los abiertamente reaccionarios, que de una u otra manera bloquean la posibilidad de progreso. Y de progreso en todos los ámbitos de la vida, se crea o no que se produce de manera lineal, algo que a estas alturas es bastante cuestionable, estamos muy necesitados. Precisamente, ‘reaccionario’ es una palabra que me gusta mucho aplicar a aquellos que, sin ser tal vez unos fachas irremediables y sin entender demasiado el asunto, sí tuercen el gesto cuando uno sencillamente plantea la necesidad de mejora. Sea como fuere, hay que valorarlo así, una gran parte del personal no tiene el menor asomo de mejorar las cosas a nivel social. De hecho, los más conscientemente reaccionarios suelen alabar a ese tipo de ciudadanos, defenestrando de paso a la ideología que plantea posibilidades de progreso y señalándola como el germen de un desastre futuro.

Uso ex profeso la palabra ‘ideología’, que ya adelanto que no es de mi agrado y es un concepto al que puedo hacer una crítica general de lo más estupenda, ya que se utiliza peyorativamente por aquellos que quieren preservar ideas conservadoras (es decir, ideologías también, por supuesto). Hay una palabra que es más de mi agrado, se trata de ‘imaginario’, y aquí me voy a poner un poco fino y sesudo. Con ‘imaginario’ se alude a una serie de valores, deseos y aspiraciones que tenemos las personas en función de representaciones como pueden ser las instituciones, las diversas formas sociales, los mitos o las propias ideologías. A pesar de las críticas de conservadores y reaccionarios de diferente de diversa ralea, no hablamos de ninguna fantasía o ilusión, el llamado imaginario social o político tiene aspiraciones creadores y transformadoras la mar de pragmáticas y realistas. Por supuesto, el imaginario actual abunda en la forma de la democracia representativa, incluso para muchos de aquellos que se consideran progresistas, y en formas benévolas de dominación y explotación. Es decir, el deseo o ilusión de preservar o cambiar la sociedad se manifiesta en gran medida a través de formas estatales y, valga la redundancia, oligárquicas. Del sistema económico, mejor ni hablamos, ya que el concepto sagrado de «propiedad privada» encubre toda suerte de desmanes. Uno, como tiene aspiraciones morales e intelectuales de lo más elevadas, es partidario de extender un imaginario libertario con el siguiente contenido: un deseo eminente de no dominar ni ser dominado, anulación de toda forma estatal, democracia y acción directas, autogestión social y económica, paradigma predominante de solidaridad y apoyo mutuo, cierto afán nihilista y crítico que haga cuestionar permanentemente el sistema… Los puntos suspensivos son porque algo me dejo en el tintero, seguro.

Juan Cáspar

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