Multitud de personas formando la A de anarquismo

Pluralismo y experimentación, rumbos vitales para el anarquismo

“La alternativa anarquista es aquella que propone la fragmentación y la escisión en lugar de la fusión, la diversidad en lugar de la unidad, propone una masa de sociedad y no una sociedad de masas.”
Colin Ward

Muy significativa es esta afirmación de Colin Ward, pero también muy forzada. Sobre todo porque hay que tener la certeza, y también la capacidad, de demostrar que las formas organizativas que se basan en un centralismo en la dirección no han funcionado como declaraban las premisas. En otras palabras, significa que la organización de la vida social, en todas sus variantes, cuando se centra en una secuencia jerárquica no satisface las necesidades comunes de la vida.

El modelo social dominante en todo el mundo prevé estructuras centrales de gobierno y apelando a la racionalidad, a la eficiencia y a la relación positiva entre costes y beneficios, se presenta como el único sistema organizativo que se puede proponer.

Podemos constatar, con la misma evidencia, cómo este modelo fracasa sistemáticamente en todas las organizaciones de servicios sociales (educación, sanidad, producción, distribución, etc.) menos, obviamente, las instituciones que se rigen precisamente por este mecanismo (pienso, por ejemplo, en el Estado, el Ejército, el Gobierno, etc.)

Una mirada escéptica, o al menos un poco abierta, no puede dejar de verificar como la rigidez jerárquica y la burocrática estructura social no pueden, en vista de la mayor complejidad de la vida social, ayudarnos en la gestión de los servicios esenciales en nuestra vida cotidiana. Está ahora tomando fuerza un cierto conocimiento de que este fracaso sistémico solo puede ser superado proyectando una alternativa basada en una red de elementos conectados directamente entre sí, en vez de estarlo a través de un centro.

Se hace por ello muy actual aquella luminosa definición de anarquía escrita para la Enciclopedia Británica  en 1910, que debemos a Piotr Kropotkin, según la cual, en una sociedad sin gobierno la armonía social es el resultado de una continua adquisición y readquisición de equilibrio entre un gran número de fuerzas e influencias. Estas se materializan en una “tupida red compuesta de una variedad infinita de grupos y federaciones de todo tipo y dimensión: locales, regionales, nacionales e internacionales, que pueden ser temporales o más o menos permanentes; unificadas para cualquier posible objetivo: producción, comercio y consumo, sanidad, educación, protección mutua, defensa del territorio, etc.; que permitan responder a un número creciente de necesidades sociales, artísticas, científicas o literarias”.

Pensar la complejidad de forma atenta y distante

Estas afirmaciones, como es fácil comprender, contienen numerosas palabras clave que merecerían ser profundizadas y discutidas. Solo por citar algunas, quiero recordar: equilibrio, federaciones, temporalidad, objetivos, etc. (sobre todas ellas sería interesante reflexionar y discutir).

Pero lo que creo prioritario es asumir un punto de vista diferente –oblicuo, me atrevería a decir- respecto al Poder, que produce inevitablemente un condicionamiento complejo y engañoso. Hay que pensar la complejidad de forma atenta y distante.

De hecho, tras la referencia a la complejidad de los problemas, se puede insinuar una interpretación extraña con respecto a nuestra sensibilidad. Frecuentemente se utiliza el “espectro” de la complejidad para inducir a la impotencia o para justificar la necesidad del Estado, de la jerarquía, de la centralización.

La complejidad, al contrario, es seguramente una dimensión importante para nuestro punto de vista, en cuanto que permite no incurrir en las simplificaciones de eslogan que caracterizan tantas opiniones políticas actuales. Sabemos bien, ante un determinado problema, lo mucho que es necesario escrutarlo desde diferentes puntos de vista para poderle conferir la dignidad real y, sobre todo, para poderlo resolver.

Dicho esto, si bien de forma esquemática, creo importante subrayar cómo un cambio de paradigma, incluso en el imaginario libertario, se impone de forma evidente. Si pensamos en una complejidad y variedad de formas sociales que convivan entre sí y que, recíprocamente, se unan y se separen libremente según los objetivos y las libres sensibilidades que las conformen, hay que nutrir una visión de una sociedad diferente, libertaria, que se caracterice por una acentuada vocación pluralista y experimental.

Probar y volver a probar

Una “masa de sociedad” en lugar de una sociedad uniforme, rígida, esclerotizada y arbitraria. Pero esto lleva consigo, inevitablemente, algunos problemas que merece la pena al menos señalar, en la imposibilidad obvia de afrontarlos en profundidad en un artículo.

Pensar y realizar una pluralidad de experiencias que puedan responder a las necesidades y los objetivos que mujeres y hombres de toda edad tienen que afrontar es inevitable. Pero debe ser un elemento que califique y caracterice el estar juntos, incluso en el caso de la idea de multiplicidad de federaciones.

Este punto de confluencia es, para nosotros los anarquistas, el rechazo de toda forma de dominio y las más amplias y completas igualdad y solidaridad posibles. Dentro de este horizonte tenemos necesidad de construir una masa de sociedad que tenga la posibilidad concreta y real de experimentar soluciones diferentes y variadas ante los diferentes problemas que se presentan en la vida cotidiana.

No debemos, por tanto, temer la experimentación, sino que hemos de animarla siempre y en todo lugar, sin por ello incurrir en su deterioro, representado en el experimentalismo como fin en sí mismo. No es un desafío fácil conjugar pluralidad y unificación libremente reconocida y negociada, pero no creo que sean alternativas sino fugas hacia adelante inconcluyentes, cuando no contraproducentes. Escoger la solución antiautoritaria respecto a la autoritaria, más conocida y aparentemente más eficaz, cada vez que nos encontramos junto a los demás frente a una cuestión organizativa, empeña nuestra voluntad e implica intensamente nuestra dimensión ética de la vida. Pero tenemos necesidad de que funcione, que sea verdaderamente útil para permitirnos vivir mejor nuestra existencia.

Muchas veces no podemos saber si la solución que tenemos en mente es verdaderamente practicable y en qué medida puede funcionar mejor que otras. Aparte de que resulta del todo evidente el hecho de que, como ya defendía Proudhon, no es posible imaginar una sociedad sin conflicto; se trata entonces de desarrollar una fuerza y no una debilidad.

Como se ve, nada es fácil, pero nada es imposible. No queda más que probar y volver a probar, proceder por continua aproximación, sin temor a la dificultad, el fracaso, problemas que no suelen anunciar su aparición.

Tenemos de nuestra parte la convicción y la experiencia de que solo la coherencia entre fines y medios puede garantizar una clave de lectura y de valoración del camino que emprendamos para hacer evidente a cuantas más personas mejor que este mundo no es lo que el dominio nos quiere hacer creer y que, sobre todo, un modo más libre y diferente para estar juntos no solo es posible sino que además cada vez es más urgente y necesario.

Francesco Codello

Publicado en el  periódico Tierra y Libertad # 374, Madrid, diciembre 2019

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