ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Vías filosóficas (y vitales) ácratas

En una ocasión, escuché a cierto «intelectual», que antaño escribió una interesante tesis sobre el pensamiento libertario en España y que, hogaño, se encuentra bien apoltronado en el mundo académico soltando una sandez tras otra, que si bien en su juventud se sintió apasionado por la filosofía anarquista, luego comprendió que poco había aportado en realidad. Hasta su interlocutor en ese momento, otra figura poco sospechosa de afanes transgresores y revolucionarios, intervino rápidamente aclarando que le parecía una somera injusticia lo que estaba oyendo. Veamos, sin ánimo alguno de ser imparcial ni objetivo, pero con todas las intenciones de penetrar hasta el fondo y zaherir la insondable estupidez humana. Cierto es que los «clásicos», leáse Proudhon, Bakunin o Kropotkin, todos ellos con nombre en la historia del pensamiento por derecho propio, son a veces nombrados hasta el hastío en el mundo libertario y que da la sensación, a menudo, de no haberse revitalizado y revisado sus propuestas. No diré yo que el dogmatismo (algo que siempre he considerado vinculado a alguna suerte de papanatismo) sea siempre algo ajeno al mundo libertario, donde la autocrítica y capacidad de renovación deberían estar constantemente activadas, pero matizaremos. En primer lugar, hay aspectos de esos «padres fundadores» que sencillamente se dejan a un lado, siendo el caso más evidente el de Proudhon y su visión arcaica sobre la mujer, algo superado de manera inmediata por el anarquismo posterior, aunque con dificultades para llevar a la práctica una verdadera igualdad entre sexos.

Por otro lado, no queremos ni pensar lo que estos abuelos pensarían sobre una condición sexual apartada de lo heteronormativo, por poner otro ejemplo. Hoy, resulta imposible un solo anarquista que no considera la diversidad como parte indispensable de la emancipación, no solo sexual, en todos los aspectos de la vida, pero no siempre ha sido así en el pasado. Los libertarios rompieron muchas barreras, algo loable, pero no todas, y desgraciadamente fueron «hijos de su tiempo» también en algunos aspectos; lo hicieron según sus valores antiautoritarios, sin coacción ni represión algunas, pero conviene recordar que aquella era su mentalidad para no caer en un lamentable y «reaccionario» culto al pasado que imposibilite la renovación para un horizonte libertario amplio. Esta lúcida reflexión mía, en primer lugar, pero es que luego niego la mayor. Es decir, es falso que no haya habido una renovación permanente el pensamiento libertario, y podemos aquí mencionar infinidad de nombres en diversas disciplinas del ámbito humano en los últimos tiempos; sin un imposible ánimo de exhaustividad y, desde ya bien entrado el siglo XX, hasta la actualidad: Vernon Richards, Marie Louise Berneri, Nicholas Walter, Herbert Read, George Woodcock, Alex Comfort, Albert Camus, Murray Bookchin, Paul Goodman, Ursula K. Le Guin, Noam Chomsky, David Graeber…, por no mencionar nombres de la a veces abstrusa y controvertida filosofía posmoderna como Saul Newman o Hakim Bey, entre muchos otros.

De acuerdo, ninguno de ellos con intenciones «doctrinarias» mayestáticas, pero es que tal cosa siempre ha sido ajena al anarquismo (a diferencia, huelga decirlo, de otras doctrinas, incluida la imperante). Es por esto que la filosofía libertaria, que tiene unas valores sólidos en la práctica y un rico corpus histórico, pero que paradójicamente no posee una teoría fuerte proclive al dogmatismo, se adapta tan bien a estos tiempos posmodernos en los que se ponen en cuestión los grandes discursos ideológicos. Por otra parte, e íntimamente relacionado con lo anterior, la también habitual acusación al anarquismo de no tener tampoco un movimiento organizado de carácter poderoso, algo cierto a nivel específico, puede resultar otra contradicción en los términos si nos ceñimos a aspiraciones autogestionarias de la sociedad civil. Puede vislumbrarse «lo libertario» en las grandes insurrecciones ciudadanas de los últimos años, que demandan auténtica fraternidad, justicia social y una libertad no restringida de manera fraudulenta solo a lo económico: el 15M y movimientos similares de hace más de una década, la revolución kurda, los logros de las mujeres a nivel social, las luchas contra el muro en Israel, el Black Lives Matter, las interminables revueltas en Francia… Hace ya algunos años, Aute cantaba que «la anarquía está ahora instalada en el mercado» y esa es otra, la lucha que tiene que hacer el verdadero anarquismo, horizontal y solidario, con eso tan falso y grotesco llamado anarcocapitalismo. Pero, sabemos que para una mente bien oxigenada la diferencia está clara. No es mera filosofía, es la vida misma.

Juan Cáspar

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