Hay cosas que se leen estos días: que el poder domina nuestras mentes como nunca lo hizo, que hay una conformidad que da pánico, que los ricos están ganando mucho dinero con sus maquinaciones, que el control social a través del miedo por parte del Estado es total, que hay programas de reconocimiento facial, espionaje con videocámaras, destrucción de empleo, que la subida del SMI será la catástrofe… Desde luego, como uno se deje llevar de la voz de tanto predicador que pronostica el apocalipsis chungo, es que te acabas cagando en los pantalones.
Personalmente, es solo una opinión, no creo que la domesticación a día de hoy, sea mayor que la que había en la Edad Media, cuando un siervo estaba adscrito a un señor, y el cura de la parroquia impartía los domingos la consigna. Ahora tenemos internet, cierto, y hay para todos los gustos: por ejemplo, leo por ahí que la mortalidad es muy baja en el coronavirus porque es como una gripe… Ajá. Claro, como que sólo se muere una vez, es por eso muy poca gente fallece. Si pudiésemos diñarla dos o tres veces, moriría más gente, y teniendo en cuenta que hay tanto viejo, es normal… Y que la vacuna nos va a convertir en seres transgénicos…
En fin, entre verdad y verdad verdadera, las cosas están como siempre: jodidas. Siendo personas que vivimos en el Reino, estamos en crisis de toda la vida, ¿no? Deberíamos estar curados ya de espanto. Es más, yo no tengo miedo, en líneas generales, más que si veo que me van a llevar a juicio, que eso sí que me da mal rollo, más que nada por el papeleo y los gastos. Es decir, que si diera positivo con la PCR, me quedaría tan pancho porque yo no tengo miedo a la muerte (de los demás). Pero si me anunciasen un juicio por ruidos del gato, eso sí que me daría un buen susto. Y si no fijaos en el pobre de Assange, que lleva diez años metido en la trituradora del sistema judicial de tres democracias avanzadas: Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. Dos monarquías y una República.
A lo que voy: el problema es el mismo de siempre, ¿Qué queremos? ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo llevamos a cabo? Todo lo demás es palabrería, porque el único proselitismo que creo que merece la pena, es aquel que se basa en los actos. Y ya que actuamos, que siempre se puede, que sea para estar mejor de lo que estamos. Y es mentira que este momento sea el peor de los posibles. ¡Mentira! Que es el peor, de acuerdo: es el peor (o el mejor) porque no hay otro. Pero ojo, que en eso de empeorar (o de mejorar), siempre hay grandes posibilidades. Y siempre, a ser posible, sin miedo.