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Anarquía y feminismo

Uno de los temas que mereció mayor interés y análisis desde que el Movimiento de Mujeres comenzó a tomar forma orgánica en el mundo todo, es el de la participación de las féminas en los mismos. Se han esgrimido innumerables razones que intentan explicar la problemática, que se presentó casi siempre de manera similar: la dificultad de lograr una participación más o menos importante en el número de militantes activas en los grupos específicos y, por consiguiente, en el Movimiento de Mujeres.

Algunos condicionantes

A continuación presentaremos algunas situaciones que condicionan la participación femenina en los grupos específicos de problemática de género, a saber: las cargas familiares; el trabajo extradoméstico; la difícil situación económica; la carencia de un nivel sociocultural medio; la ausencia de una ideología permeable a las injusticias y a su propia situación; la influencia eclesial; etc.

No obstante, la experiencia demuestra que todas estas situaciones, si bien contingentes en algunos casos, tienden a relativizarse, y puede encontrarse una solución intermedia para cada caso, si es que verdaderamente existe el interés de hacer aunque sea una mínima militancia individual o colectiva, a través de grupos específicos, en el Movimiento de Mujeres.

La mujer en la vida política-social

Es recién a mediados del siglo XIX cuando, con el surgimiento de los sindicatos, el advenimiento del socialismo, y la conformación de los primeros grupos de  mujeres en el mundo todo, que las féminas se lanzan, aunque en escaso número, a la escena político-social. Desde entonces, tuvieron que enfrentarse a circunstancias que no por reiteradas, son menos difíciles de resolver, y que asimismo se les presentaron y presentan, como un “costo a pagar”, por atreverse a una militancia cuyos sujetos son ellas mismas, y cuyo objeto, es el mejoramiento de la condición femenina, y en un sentido amplio, la liberación de las mujeres.

Las precursoras

Cuando nuestras predecesoras, muchas de ellas mártires, lucharon desde su sindicato o grupo de mujeres, lo hicieron convencidas de que el fruto de sus luchas sería un paso más en aras de la liberación de la mujer de su opresión ancestral, y que esta, a su vez, redundaría en la liberación de los sexos, en relaciones interpersonales e intersexos más armónicas y felices, lo que no significa precisamente “un lecho de rosas” mas sí una vida digna de ser vivida. Así, junto a tantas otras militantes de las diversas tendencias del socialismo, acuñaron el término “Feminismo”, que desde entonces denominó al movimiento que en todo el mundo lucha por la obtención de los derechos de la mujer y la liberación de las mismas de toda opresión en igualdad de condiciones con sus pares los varones. Por cierto, los grupos de poder de aquellos tiempos, y desde entonces, se encargaron de vaciar de contenido este vocablo, y, en su lugar, de cargarlo de prejuicios y calumnias que aún encuentran terreno fértil en numerosas mujeres y varones, aún entre muy activos militantes anarquistas.

Principales problemas de la militancia femenina

A lo largo de la historia, desde la época de nuestras precursoras hasta la actualidad, dos son los problemas fundamentales a los que hubo que enfrentar en los grupos de mujeres. El primero —que tiene su correlato en todos los grupos de mujeres socialistas—, se vincula con aquellas compañeras que poseen doble militancia, es decir, la militancia en un grupo mixto, generalmente sindicato, ateneo, biblioteca o centro de estudios, y el segundo, con la escasa participación de otras mujeres a quienes se dirigía o dirigen las actividades, inclusive compañeras de grupos mixtos.

En cuanto al primer problema, se trata de la falta de apoyo solidario de los varones para con las actividades planteadas por las compañeras organizadoras, que históricamente fueron de carácter abierto y participativo. A nuestro entender, se trataría de un comportamiento poco ético, por cuanto en los grupos mixtos, las mujeres —antes y ahora— participan de la organización de actividades a la par que sus compañeros varones, lo que explica el sentido reclamo de las compañeras. Pero existirían también otras razones válidas para los dos problemas fundamentales de la militancia femenina que desarrollaremos paso a paso.

En lo referente a la escasa participación de las destinatarias de las actividades, el problema se complejiza, debido a que algunas de sus características son comunes con el problema anteriormente mencionado, mientras que otras son propias y distintivas de los grupos de mujeres.

El tema de los condicionantes con que normalmente se enfrentan las mujeres a la hora de plantearse la militancia en grupos específicos de problemática de género, es, como lo expresáramos al comienzo, relativo en gran número de casos, pero convengamos que estos “condicionantes” se transforman en “determinantes”, es decir, se convierten en problemas insolubles al ser potenciados en realidad, por otros a los que suele hacer frente la mujer anarquista.

En primer lugar —y si bien este aspecto es, en cierto modo, válido para todo tipo de grupos—, el traslado de los problemas personales al grupo de mujeres, adquiere una dimensión especial y de consideración, que junto al tema de la dinámica de los mismos, son dos problemáticas distintivas que desde siempre han tenido que abordar estos grupos desde la práctica. Decimos entonces que el traslado inconsciente de los problemas individuales al conjunto, no sería distinto de lo que sucede en otros grupos, sino fuera por los mismos temas que se trabajan en los grupos de mujeres, la fémina se ve, tarde o temprano, enfrentada a sí misma, esto es, a la cultura y educación recibida; a sus experiencias y sentimientos; en suma, a su historia personal; lo que en algunos casos se traduce en términos de permanencia en el grupo; en otros, de alejamiento temporario o también de distanciamiento definitivo. Esto implica, asimismo, que la mujer, desde una perspectiva de problemática de género, se ve enfrentada al sistema capitalista, patriarcal y misógino establecido y asume, a veces consciente y otras inconscientemente, que este hecho se ha producido por una vía mucho más rápida tal vez, que la proporcionada por otros movimientos sociales o por los grupos anarquistas tradicionales. Por otra parte, existe algo en nuestras militantes mujeres —y lo que también se observa con algunas características diferentes, en cierto modo, en los varones— que damos en denominar la “psicología anarquista”. Se trataría, de que los socialistas libertarios poseemos una manera bastante peculiar de enfocar el mundo que nos rodea, y no sólo por oponernos a la existencia de los poderes históricamente establecidos en la sociedad global, sino por que en numerosas ocasiones, damos por sobreentendidos, temas que en realidad no lo están, y el hecho es que distan mucho de estarlo, como, de la misma manera, a veces damos por sobreentendido que la gente va a comprender nuestros planteos tal y como acostumbramos a formularlos sólo porque somos anarquistas.

Esta “psicología anarquista” es lo que conduce a muchas militantes, a plantearse una generalización extrema por la cual suponen que haciendo una militancia anarquista individualista o en grupos mixtos, trabajan en pos de la liberación de la mujer cuando en realidad, la problemática femenina por sus características intrínsecas, merece una labor específica.

Cabe agregar, que respecto de la dinámica de los grupos de mujeres, por la calidad y cantidad de situaciones que abordan, operan de manera similar al psicoanálisis, es decir, con el correr del tiempo la fémina advierte que las bases de su personalidad se trastocan por efecto mismo de su militancia, lo que se convierte en otro factor más que decidirá su permanencia en el grupo.

Volvamos al tema de la falta de colaboración solidaria que a veces se observa en los compañeros varones. La opresión ancestral sufrida por los sexos, no ha sido siempre igual, en tanto la estructura y la superestructura sociales han ido cambiando; más lo que no se ha modificado, es la mayor o menor sutileza conque se oprimió a los sexos. Tomemos dos ejemplos de la Argentina actual y comparémoslos: la muerte del soldado Carrasco y la de María Soledad Morales. En el primer caso, el deceso se produjo tras una feroz golpiza; en el segundo, existió ingesta de alcohol (hasta donde se sabe), golpes, violación y recién entonces sobrevino la muerte. Es decir, a la mujer —por ser mujer— se le arrebató lo más preciado: su propio cuerpo, lo que no acaeció con el soldado Carrasco.

Si bien son dos casos extremos —como tantos otros—, lo que queremos decir, es que debido a la sutileza de la opresión que sufre el varón, este a veces no lo ve de este modo, lo traslada a los miembros del sexo opuesto, y, de alguna manera, “se siente cómodo” en su condición de tal, lo que en el mejor de los casos, a muchos varones le permite oponerse y luchar contra la opresión en un sentido “macro”, sin cobrar conciencia cabal de los ejemplos que a diario se suceden en la vida cotidiana. Además, asumir este problema de la opresión femenina supondría, en numerosos varones, derribar y reconstruir el enorme edificio de su personalidad; de su historia personal y de su propia existencia.

Las necesidades actuales de una militancia en grupo de mujeres anarquistas

En el presente, las militantes anarquistas estamos vinculadas a veces directa y otras indirectamente, a diversos movimientos sociales, como lo son la Ecología Social, el Cooperativismo; los Sin Techo; los Insumisos; los Movimientos Barriales; los de Derechos Humanos, etc. Es necesario comprender, entonces, que el Anarquismo, estos Movimientos Sociales, y la problemática de género, lejos de estar divorciados entre sí, son parte de un mismo todo y que como tal, deben ser abordados en la teoría y en la práctica, a fin de construir una sociedad mejor. Asimismo, entendemos que es preciso desarrollar función docente dentro y fuera de nuestro Movimiento, cargando nuevamente de significado a los vocablos “Anarquismo” y “Feminismo”, tan maltratados. Es también importante, y como complemento de lo anterior, conocer la vida militante de nuestras predecesoras tanto como el modo como se introdujo la problemática de género en el Anarquismo, porque conociendo y comprendiendo el pasado construiremos un presente y un futuro dignos de ser vividos.

Es absolutamente imprescindible que intentemos de una vez y para siempre consolidar grupos de mujeres estables en aras de lograr tres objetivos de mínima: 1) Formación ideológica. 2) Organizar actividades de apertura hacia la sociedad. 3) Multiplicar el número de militantes.

Palabras finales

Estamos convencidas que ninguna revolución será real ni completa si no comienza por lo minúsculo: la vida cotidiana. Las actitudes misóginas dentro del movimiento, o simplemente, pretender ignorar o dar por sobreentendido el tema de la problemática femenina, solo contribuyen al fracaso de cualquier intento de Revolucionar el cotidiano vivir. Al respecto, el planteo Feminista fue siempre el mismo: Liberarnos las mujeres para que juntos, los sexos, nos liberemos de la opresión de la cultura dominante.

Elda Munch

[Publicado originalmente en la Revista Diógenes # 12, Mendoza, septiembre 1998. Número completo accesible en http://documents.mx/documents/revista-diogenes-no-12.html.]

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