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Las fosas de la infamia

Recientemente, he conocido a un arqueólogo vasco, que ha llevado a cabo diversas exhumaciones en fosas de la Guerra Civil y el franquismo. Los obstáculos que ponen las diversas administraciones, no así en el País Vasco, que cuenta con su propia partida prespuestaria para ello y no se ponen trabas en el proceso, pasan por que el gobierno regional de turno niega de una u otra manera el trabajo de exhumación.  Algo, tal vez, no muy sabido o que no interesa lo más mínimo que se sepa es que existe un Derecho Internacional Humanitaro que ampara el derecho de los familiares de la víctimas, en cualquier tipo de contienda o producto de algún régimen autoritario, a recuperar los restos y rendirle el lógico tributo. He dicho, claro, en «cualquier tipo de contienda», por lo que España, ni es diferente, ni es una excepción. Rectifico, España es diferente porque seguimos esclavos de una mezquina Transición donde se dejó todo «atado y bien atado». Hay que ser muy hipócrita y muy interesado, especialmente aquellos que se llenan la boca de respeto a la ley, para no respetar un derecho fundamental basada en la más básica conducta ética que podamos imaginar.

En este inefable país existe todo un aparato mediático y político esforzada en seguir perpetuando ese espíritu de la Transición, que al margen del grado de honestidad que pudiera haber en algunos de los que participaron en ella, no es a estas alturas más que seguir negando  la historia y otorgando continuidad a la visión de los vencedores de la contienda. Luego incidiremos en ello, ahora continuemos con la ética más elemental. Cuando se habla de todas las víctimas, en cualquier tipo de conflicto o sistema político, creo que se quiere decir exactamente eso. Es tan patética y tan débil, por no decir falaz, la excusa de que no se quieren abrir heridas o, más inicuo y estupido aún, se habla del resentimiento y afán de venganza de los derrotados, que debería ser sencillo desmontar esos viles argumentos en nombre del derecho más elemental. No, no lo es, esto es España y más de cuatro décadas después de la muerte del dictador así estamos. Claro, esto es solo una parte la llamada memoria histórica, que apela como he dicho al Derecho Internacional Humanitario en nombre de víctimas y familiares.

Otra parte de la memoria histórica, más complicada aún que la anterior, es fundamentar y legitimar de verdad la democracia en nombre de la historia. Si hace faltar explicar esto, que lo hará a mucho gente, es por supuesto parte del problema. Espero que se me entienda, no es que yo me crea, ni mucho ni poco, la democracia en que vivimos. Ni la de ahora, en un país casposo y permanentemente injusto barnizado de modernidad o, más patético aún, posmodernidad. Ni la de los años 30, con una Segunda República, esperanzadora por supuesto, progresista en algunos aspectos, claro, pero perpetuadora en gran medida de los se siempre con otras formas. No obstante, a pesar de sus problemas, de los numerosos conflictos sociales no resueltos, de la gran violencia política por parte de prácticamente todas las corrientes políticas, aquello era la democracia de la que se llenan la boca hoy tanto. Cuando se reconozca sin ambages que el golpe de Estado militar de julio del 36 y la posterior y eterna dictadura fueron, sencillamente, un vil atentado contra los derechos humanos, algo estará empezando a cambiar en este país. Al menos, para empezar, no neguemos los derechos de las víctimas. Tal vez, con ello, ingenuo por mi parte, vayamos reconstruyendo un poco la historia y creando algo de conciencia en esa vulgo tan poco proclive a ello. Lo dicho, ingenuo, pero seguiremos batallando por ello.

Juan Cáspar

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios sobre “Las fosas de la infamia”

  1. El fascismo no ha dejado de gobernar España desde el 39. Por eso los cargos públicos del actual régimen bloquean exhumaciones de fosas y cunetas, falsifican la historia, humillan a las familias de las miles de personas asesinadas. Piensan que cuando muramos los últimos que exigimos memoria, verdad, justicia, reparación, no quedará nadie que siga luchando por esta causa universal.

  2. Comprendo, Juan Cáspar, tu indignación porque en este país haya aún tanta gente en negar «los derechos de las víctimas» de la guerra civil y de la «posterior y eterna dictadura»; y tu esfuerzo por crear «algo de conciencia» al respecto.
    Pero, ¿qué valdrá esa conciencia si se es cómplice de una infamia, peor que la de las fosas, aceptando una Ley (la de Memoria Histórica) que divide a las víctimas de la represión franquista en dos categorías, según que hayan sido ejecutadas antes o después de 1968?
    En el caso de las fosas, la infamia la cometen los que no se identifican con las víctimas y justifican la existencia de esa infamia. En el caso de la Ley de MH, la infamia es de los que promulgaron esa ley y de todos los que no denuncian tan infame discriminación, pese a pretender defender «los derechos de las víctimas» del franquismo. ?
    ¿Hay peor infamia que esa?

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