Léo Ferré fue uno de los grandes de la canción francesa. Considerado el cantante más prolífico en lengua francófona, la obra de Ferré, junto a sus diversas facetas, no tiene parangón, ni siquiera comparada con la de otros dos grandes de la chanson como Georges Brassens o Jacques Brel.
Léo Ferré compuso más de 40 álbumes originales durante un periodo de casi medio siglo. También escribió la novela, de tintes autobiográficos «Benôit Misère». Su bibliografía incluye ensayos, críticas y monólogos. Tal vez, el origen de su faceta rebelde se remonta a su estancia en el colegio cristiano de Saint-Charles en la localidad italiana de Bordighera; la sordidez y el egoísmo que le rodearon en aquel lugar le empujaron con seguridad a desarrollar un pensamiento crítico y a cuestionar la autoridad. Aunque estudió leyes, Filosofía y Ciencias Políticas, en el París de los años 30, lo que verdad le apasionó, afortunadamente para la historia, sería la música y la poesía. Una de las grandes de la canción que le ayudó en sus inicios fue Edith Piaf, algo por lo que Ferré siempre se mostró agradecido. Otros grandes intérpretes acabarían posteriormente entonando sus grandes temas: Henri Salvador, Juliette Greco, Yves Montand…
Sus ideas anarquistas le llevaron a crear canciones como «Ni Dieu ni mâitre» o la censurada «Mon general». España era una de las grandes inspiraciones para su obra como demuestran sus temas «Le bateau espagnol», «Franco la muerte» (escrita tras el asesinato del dirigente comunista Julián Grimau) o «L’espoir». Según sus propias palabras: «Estoy fascinado sin conocerla, pero no por España, sino por el pueblo español. Los franceses y los italianos tienen las ideas detrás de la cabeza. Los españoles son de otra manera». En «Les anarchistes», tema de 1968, rezaba: «No llegan al uno por ciento y sin embargo existen / la mayoría, españoles, vaya usted a saber por qué». Como ácrata y poeta, amaba las palabras y detestaba la autoridad. Siempre ayudó, a nivel personal y económico, al movimiento anarquista.
A diferencia de Brassens, otro de los grandes de la canción francesa, también anarquista, de cierta templanza en su exposición ideológica, Ferré se mostraba más bien colérico y lleno de furor al mostrar sus críticas e ideas. Sus recitales pueden considerarse verdaderos mítines libertarios: «Hablo, ladro como un perro. Soy un perro», decía en el tema «Le chien». Un ejemplo de su ira musical y literaria es la anteriormente mencionada canción censurada «Mon general», dedicada a De Gaulle, al que reconocía su papel en la resistencia francesa, pero nada más. Otros blancos de su crítica serían el papa Pio XII y, por supuesto, el dictador Franco.
En 1968, tuvo un significativo papel en el mayo francés, aunque posteriormente respondería siempre, al preguntarle sobre aquello, la lamentable evolución burguesa que tuvieron muchos de sus protagonistas. De forma paradójica, Ferré sería acusado en alguna ocasión de pequeño burgués por cierta izquierda, recurso muy habitual en una crítica al anarquismo que se remonta a viejos enfrentamientos. Curiosamente, Ferré moriría un 14 de julio, el día de la fiesta nacional en Francia, aunque para entonces llevara ya tiempo refugiado en la Toscana italiana. Entre las grandes satisfacciones que reconoció, se encontraba el haber llevado a los oídos de la gente común, a través de la música, a poetas como Apollinaire, Rimbaud, Baudelaire o Verlaine. Otra, seguramente la mayor, el haber apoyado la causa ácrata.