El magonismo es una corriente de pensamiento que se ha definido como indígena-libertaria, y que inició como su nombre indica Ricardo Flores Magón, la cual impulsa al pueblo mexicano a hacer la revolución social. El propio Flores Magón, nacido en 1874 en San Antonio de Eloxochitlán (Estado de Oaxaca, México), tenía un origen indígena y humilde; sigue sus estudios en México D.F., donde se iniciará en la política a través de la lucha contra el dictador Porfirio Díaz junto a sus hermanos Enrique y Jesús.
En 1900, Flores Magón crea el periódico Regeneración y será uno de los principales animadores de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. En 1904, se exilia a EE UU, sin que vuelva a pisar territorio mexicano; murió en circunstancias no aclaradas el 21 de noviembre de 1922 en el penal de Leavenworth (Kansas), en el que había sido recluido después de lanzar un manifiesto animando a la lucha a todos los anarquistas del mundo. El nacimiento del magonismo está determinado por dos factores: por el mencionado periódico Regeneración, a través del cual pudieron difundir sus ideas y establecer las praxis, y por el Partido Liberal Mexicano, nacido en 1905 y, a pesar de su nombre, inequívocamente anarquista. Puede decirse que las influencias del magonismo fueron principalmente tres corrientes: el liberalismo mexicano, el anarquismo europeo y la comunalidad indígena. Tal y como el propio Flores Magón señaló, en México vivían en aquel momento unos cuatro millones de indios, que unos años atrás se regían por el apoyo mutuo, no conocían autoridad alguna y tenían el derecho común a la tierra, al agua y, en general, todos los recursos naturales. Esas costumbres sencillas duraron hasta que la autoridad del Estado se hizo fuerte y se garantizaron los privilegios de la burguesía.
Si en un principio, los magonistas quisieron educar a la gente en el liberalismo para despertarla y que se enfrentara a la dictadura, cuando evolucionaron al anarquismo buscaron la libertad económica a través de la insurrección, auténtica emancipación para los humildes. Hay que atribuir al magonismo un pensamiento original, formado tanto por sus análisis teóricos como por su intención instrumentalizadora para la acción. El tránsito del liberalismo, de la confianza en el progreso y en el crecimiento económico, al anarquismo constituyó una verdadera revolución teórico-política. Por supuesto, no es que desapareciera su antigua formación liberal, sino que adoptará una nueva realidad teórica; frente a la revolución democrático-burguesa del maderismo y el constitucionalismo, se construirá una alternativa anticapitalista y libertaria. Los magonistas fueron conscientes de que los derechos políticos preconizados por los liberales poco significaban para el proletariado, obligado a vender sus fuerza de trabajo e imposibilitado para acceder a los medios intelectuales. La libertad política liberal, basada en la libertad de expresión o en el derecho a practicar un oficio propio, se convertía, por lo general, en ilusoria. El análisis magonista se convertirá en plenamente anarquista: para poder gozar de la libertad política, es necesario conquistar la libertad económica liberándose el proletariado del trabajo asalariado y apropiándose de la tierra y de los medios de producción.
Los magonistas considerarán la propiedad privada de la riqueza material e intelectual el origen de todos los males sociales. Así, es necesario subvertir este tipo de apropiación de la riqueza para dar lugar a nuevas y superiores formas de propiedad. El trabajo en común, la propiedad colectiva de la tierra y la industria, la libre asociación de los productores y la distribución de lo comúnmente producido, según las necesidades de cada persona, harían posible la abundancia económica con un menor esfuerzo individual. En 1902, Flores Magón conocía ya los textos anarquistas, llegando a publicar ese año La conquista del pan; se notaba la influencia de Kropotkin, ya que el propósito del nuevo sistema sería distribuir la riqueza según las necesidades, y no según la capacidad, para no crear nuevos privilegios ni divisiones sociales. Del mismo modo, se deseaba igualmente subvertir esa contradicción social a la que daba lugar la división del trabajo entre las labores intelectuales y las actividades manuales. Como se ha dicho, no fue el anarcocomunismo la única influencia para los magonistas; las comunidades indígenas ofrecían un hermoso ejemplo vivo de propiedad común de la tierra, los bosques y el agua.
Se ha dicho que la concepción desarrollada por los integrantes del PLM sobre la revolución de 1910 es una de las más originales. Por la influencia anarquista, fueron conscientes que las grandes revoluciones en la historia no habían supuesto que sus principales actores fueran finalmente los usufructuarios, debido al nacimiento consecuente de una clase directora que no había tardado en regenerar la opresión y la explotación. Así, las revoluciones se habían visto integradas hasta entonces por tres actores principales: por cierta clases que hacen la revolución (que podía ser el proletariado junto a algunos sectores de la burguesía y de los intelectuales), por aquellas clases o sectores contra los que se empuñan las armas y, finalmente, por las clases directoras que acaban usufructuando los resultados de la tragedia social. Lo que se trataría de lograr entonces es que el actor que realiza la revolución fuera finalmente el mismo que obtuviera el beneficio de la misma. Los magonistas considerarán lo pernicioso en la revolución mexicana de la dirección burguesa del maderismo; una de las originalidades de la teoría revolucionaria magonista es haber comprendido la necesidad de una doble lucha: contra el gobierno de Díaz y contra el capital. Al contrario que algunos sectores socialistas del PLM, que priorizaban la lucha contra la dictadura para, después de un largo proceso educativo y organizativo, emprender la batalla contra el capitalismo, los magonistas deseaban orientar la rebelión hacía los dos objetivos; es una lucha en lo que insistirán los anarquistas en otros conflictos históricos, como es el caso de la Guerra Civil Española.
Recordaremos el análisis anarquista que vincula el Estado con el privilegio, por lo que hay que acabar con la autoridad para destruir el capital, y viceversa. Los magonistas, fieles a esta visión, consideraban que la conquista del poder se acaba volviendo un fin en sí mismo, ya que su ejercicio da lugar a intereses y corrompe a los hombres. Tal y como escribe Flores Magón: «Los hombres más sinceros cuando se han encontrado encima de los demás hombres se han sentido superiores y aunque antes de alcanzar el poder hubieran manifestado su respeto al pueblo y su deseo de ser un verdadero servidor de los demás, ya arriba no se han encontrado dispuestos a obedecer a nadie más que a sí mismos»; nada más ilustrativo para este análisis que la película ¡Viva Zapata! (Elia Kazan, 1952). Si los determinantes económicos y sociales del poder son la propiedad privada y el monopolio del conocimiento, los subjetivos son la sumisión de las masas y del individuo. Así, no se quieren solo cambios sociales y económicos, sino que cada individuo debe adquirir autonomía y ser consciente de su capacidad intelectual liberándose de toda una cultura de la sumisión. Estos principios éticos guiaron a los magonistas durante la Revolución Mexicana, el lema fue «¡Gobernaos por vosotros mismos!». La destrucción del poder, preconizada por los magonistas, iba pareja obviamente a una propuesta constructiva y organizativa de autogobierno y autogestión económica por parte de las clases humildes. Tal y como se ha dicho en la fundamental Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913 (Rubén Trejo, Cultura Libre 2005), el magonismo es de una actualidad innegable por su teoría revolucionaria, como antecedente de la práctica autogestionaria en México, por su espíritu antiautoritario y, en general, por su afán emancipador de la clase trabajadora.
Originalidad revolucionaria del magonismo
Rubén Trejo, en el libro mencionado, considera que la organización partidaria del magonismo demuestra la confluencia histórica del liberalismo y del anarquismo. Como dijimos con anterioridad, el Partido Liberal Mexicano evoluciona de posiciones liberales, por lo que adopta en un principio una dirección centralizada, a propuestas anarquistas. En cualquier caso, aunque Trejo considera que esa estructura se mantiene después de la conversión al anarquismo, la organización exhortaba a los militantes a pensar por sí mismos y no ser dirigidos por jefe alguno. A los propios hermanos Flores Magón no les gustaba el término «magonistas», ya que parecía que eso les convertía a ellos en dirigentes. A pesar de esto, la forma organizativa del partido entraba en contradicción con las ideas anarquistas, por lo que algunos libertarios internacionales creyeron ver en el PLM un partido más que luchaba por el poder. Hay que observar, insistiremos de nuevo, en la evolución que tuvo aquel partido (un término que, en aquellos tiempos, podía ser sinónimo de «movimiento») y comprender su organización desde ese punto de vista, desde una dialéctica entre liberalismo y anarquismo. Por las declaraciones de sus militantes, no cabe demasiada duda de que su propaganda y sus actos estaba dirigidos al bello ideal de la anarquía.
Con la ruptura con su pasado liberal, los magonistas propusieron nuevas soluciones para el problema agrario. No solo había que restituir las tierras a los pueblos y comunidades a los que se les había robado, se rechazó también la solución de la pequeña propiedad; se consideraba que la subdivisión de las haciendas en pequeñas parcela generaría una burguesía más egoísta y reaccionaria con la diferencia de una nueva esclavitud económica con más amos que antes. La propuesta magonista era la propiedad colectiva y el consumo en común de la tierra y sus frutos, ya que con el esfuerzo de todos los brazos reunidos se trabajaría menos y se cosecharía más; se quería evitar que la propiedad, con el tiempo, volviera a quedar en pocas manos en el caso de dividir la tierra. Considerando que el monopolio agrario era el problema fundamental de México, como es lógico, los anarquistas no iban a esperar a soluciones por parte del Estado y propiciaron la expropiación por parte de campesinos e indígenas (los sujetos de la revolución). Se consideró que la toma de la tierra iba a superar al capitalismo, de ahí el lema «Tierra y libertad», al igual que la toma de la fábrica, por lo que los magonistas trataron de juntar la acción revolucionaria del proletariado industrial y de los campesinos. Menos rígidos que los marxistas en sus análisis, los anarquistas consideraron la importancia de ambos sujetos en la revolución, el obrero y el campesino, dependiendo la mayor importancia de uno u otro de las condiciones históricas.
Los magonistas consideraron también la opresión de la mujer en un sistema injusto, por lo que debería ser liberada al lado del hombre. Flores Magón vio que las cadenas de la mujer eran, incluso, más pesadas e indignantes, ya que por mucho que se produjera el progreso en algunos sectores sociales la mujer seguía subordinada al hombre. Como es obvio, la lucha magonista no se limitaba a una igualdad jurídica o al mismo derecho para votar, sino que proponían las mismas oportunidades para desarrollarse siempre regidos por el apoyo mutuo entre ambos sexos. Tal y como escribió Práxedis Guerrero: «Mujeres y hombres hemos de luchar por esta igualdad racional, armonizadora de la felicidad individual y la felicidad colectiva, porque sin ella habrá perpetuamente en el hogar la simiente de la tiranía, el retoño de la esclavitud y la desdicha social». La lucha magonista hay que verla también dentro de una contexto de rebeldía internacional, ya que todo pueblo que luche por su verdadera emancipación no puede contemplar solo al opresor de casa y debe recibir el aliento de todos los trabajadores mundiales.
La revolución mexicana deseaba garantizar a todo ser humano pan, tierra y libertad; al movilizar el gobierno de los EE UU tropas a la frontera, se consideró que la burguesía internacional estaba defendiendo sus intereses y se exhortó a los trabajadores del mundo a apoyar su lucha. Los magonistas establecieron comunicación y nexos organizativos con los asalariados que trabajaban en Estados Unidos; fue una lucha en común por el sueño emancipador de los International Workers of the Word que deseaba unir lenguas, razas y culturas para acabar con el dominio del capital. No era un apoyo de unos rebeldes de una nación a otros, sino una rebelión conjunta que asegurara la emancipación de todos los pueblos frente a la autoridad y el capital. Incluso, se quiso aprovechar el estallido de la Primera Guerra Mundial para denunciarla como un nuevo conflicto entre poderosos, en el que luchan y mueren los humildes, y convertirla en una revolución mundial antiautoritaria; para conseguir tal objetivo, había también que combatir el delirio patriotero que obnubilaba a las masas.
Flores Magón pensaba que había una concepción vulgar de la utopía, propia de los conservadores de todos los tiempos, que la consideraba un sueño irrealizable. Sin embargo, los magonistas consideraron que la utopía de hoy es la realidad de mañana. Solo gracias al esfuerzo de los utopistas, es posible el progreso de la humanidad; no ha existido ningún revolucionario o reformador social profundo que no haya sido atacado por las clases dirigentes de su tiempo. No obstante, como anarquistas, los magonistas no eran simples idealistas y soñadores, nunca abandonaron su tendencia al rigor científico: se trataba de la persecución de un ideal, no como una mera creencia, sino siempre atendiendo al análisis de la ciencia. El propio Flores Magón escribió: «¡Utopía, ilusión, sueños! ¡Cuánta poesía, cuánto progreso, cuánta belleza y, sin embargo, cuanto se os desprecia! (…) ¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe».
Capi Vidal
Lo irónico fue que el pasado año 2022 el Gobierno mexicano de AMLO conmemorase el Centenario de la muerte de Ricardo Flores Magón, cuando él no quiso nada de los gobernantes…
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