Para ser parte de la historia, hay que participar en ella

No sé si sabéis que los primeros blindados que liberaron París de los nazis en la IIGM, los manejaban soldados encuadrados en una Compañía de la División del General Leclerc llamada «La Nueve». Eran soldados españoles, y en su mayor parte anarquistas y miembros de la CNT, que habían continuado la guerra contra el fascismo en Europa. Eran fuerzas de choque. Lucharon en Francia y en el asalto a los últimos bastiones de los nazis en Alemania. Casi todos ellos murieron en combate, quedaron heridos gravemente, desaparecieron volatilizados…
Desintegrados. Como en los espectáculos de magia.

Hoy día toda la prensa libertaria les considera unos héroes, a pesar de que, atentos a esto: eran soldados (anarquistas), encuadrados en el ejército aliado, bajo mando de un general francés, que servía a los intereses de Estados imperialistas y sistemas capitalistas.
Viene esto a cuenta de las críticas que reciben los anarquistas que han participado en las movilizaciones habidas en Cataluña tras la sentencia del TS. ¿Qué dirían los críticos de esos compañeros que se implican en manifestaciones, de los soldados de La Nueve? ¿Que apoyaban al imperialismo militarista burgués?

En estos últimos años, he visto como montones de movimientos radicales de la población de diversos países, han sido desprestigiados mostrándolos como manipulados por la extrema derecha (chalecos amarillos), por Estados capitalistas (revoluciones de colores en Europa del Este, levantamientos en Venezuela y Nicaragua), por burgueses nacionalistas (Cataluña), por fanáticos religiosos (primaveras árabes), por el lumpen sin ideología (disturbios en Francia de 2005), por la clase media (15-M), porque no-es-el-momento (Revolución en Asturias 1934)… Hay decenas de ejemplos en los que aparecen análisis que aconsejan, no solo no participar, si no directamente ponerles a parir.

Yo en cambio pienso que sí que hay que involucrarse en cualquier movida que implique población indignada, por lo siguiente.
Primero, que la derecha o la izquierda partidista intentará por todos los medios emplear la fuerza de la población en su beneficio, es de esperar. Lógico. Al fin y al cabo, es su papel. Y que aparezcan los anarquistas intentando llevarse el gato al agua, o haciéndose notar, contrarresta esa intención en la medida de la fuerza que pongan en juego. Lo contrario, inhibirse y abandonar el campo de juego, a lo que lleva es a que se cumpla la profecía de quienes aseguran, que todo está controlado por el tenebroso Sistema. Porque al final la población es o derrotada, o asimilada. Ese pronóstico entonces, no cuesta ningún trabajo hacerlo.

Lo segundo, es que movimientos de masa protestando contra el gobierno, implican expresión de un malestar, que se traduce –cuando va pasando el tiempo– en ataques a las instituciones que son identificadas como generadoras de ese malestar. En un futuro tal vez no tan lejano, el fuego arrase sucursales bancarias, locales patronales, o sedes de la Bolsa, de la misma manera que en su día se demolió la Bastilla, se quemaron conventos o se incendiaron comisarías. No estoy diciendo que eso sea deseable, si no que pasa siempre que alguien muy cabreado, decide emplear gasolina para llevar a cabo su catarsis. Y puede que de alguna manera, como siempre ha sucedido, un incendiario cualquiera desencadene un follón de padre y muy señor mío. ¿Si tú no estás por allí, quién estará?

En resumen: primero, para evitar que la reacción se adueñe del campo, hay que dar el callo en el campo; y segundo, para ser parte de la historia, hay que participar en ella. Porque desde ya te lo digo, como seas muy exquisito, o exquisita, nada te va a cuadrar.

Acratosaurio rex

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