Establezcamos la hipótesis de ver frente a nosotros a cinco asesinos, ladrones, estafadores, mentirosos, sádicos y otras cosas, junto a nuestro mejor amigo, de cuya corrección moral estamos razonablemente seguros y que, incluso si tuviera algún cadáver en el armario, sería sin duda poca cosa respecto a los otros cinco caballeros citados, entre lo que, como se diría en Roma, el más limpio tiene roña. Los seis en cuestión están encerrados en una habitación y han entablado una lucha mortal, con alianzas efímeras de geometría variable, mientras en el momento actual nuestro amigo está en el punto de mira de todos. En una situación similar debería ser retórica la pregunta de a quién ayudar. Sin embargo…
Salgamos de la metáfora y entremos en el mundo real del enfrentamiento entre potencias que se ha desencadenado en Siria y zonas limítrofes; aquí los intérpretes del drama son los siguientes:
1.- Los Estados Unidos de América, la principal nación capitalista del mundo, aparte de la mayor potencia imperialista mundial, que soporta a sus espaldas un genocidio y un número impresionante de acciones e invasiones militares –directas o indirectas, evidentes u ocultas– contra los pueblos de casi todo el planeta.
2.- La Federación Rusa, nación capitalista que, tras un periodo de decadencia, está reconquistando rápidamente el estatus de segunda nación imperialista en el mundo y que, también, tiene un currículo criminal muy respetable.
3.- La República de Turquía, país capitalista, bailarín menor, miembro oficial de la alianza militar dominada por los Estados Unidos de América, se distingue desde hace tiempo por una política de represión de la oposición interna y de las minorías étnicas, mientras que recientemente ha decidido destacarse por su apoyo, nada velado, a las tropas yihadistas –el Daesh en primer lugar– con una buena dosis de veleidad imperialista, aunque sea en tono menor.
4.- La República Árabe de Siria, otro país capitalista menor, que destaca igualmente por una política de represión a la oposición interna y a las minorías étnicas, aparte de por una estructura institucional dictatorial, y es tradicional aliado en la región de la Federación Rusa.
5.- Los diversos grupos yihadistas, organizaciones de mercenarios degolladores a sueldo de la mejor oferta, caracterizados todos –el Daesh especialmente– por la voluntad de crear una nación capitalista en el mundo árabe, todos ellos con miles de crueldades a sus espaldas.
6.- Los diversos grupos étnicos, grupos políticos e individuos que se han reunido en torno a la propuesta política del confederalismo democrático, que quieren superar tanto la realidad de la organización política estatal y jerárquica como las formas económicas capitalistas, y que han conseguido parcialmente hacer realidad estas ideas en algunas zonas del nordeste de Siria. Están bajo el fuego o dejados de lado por todos los sujetos citados anteriormente, con el riesgo concreto de que lo que es en este momento el experimento social más próximo a los sueños de todo aquel que tiene un corazón que late a la izquierda, sea destruido.
Tampoco aquí, en la realidad efectiva, debería haber duda sobre dónde alinearse para todos los que –grupos o individuos– se declaren anticapitalistas. Sin embargo, las cosas van por otro lado, al menos para algunos. En el semanario anarquista italiano Umanità Nova hemos documentado cómo se ha iniciado una campaña de descrédito hacia el confederalismo democrático y sus aliados de las Brigadas Internacionales, que se basaba y se basa en el hecho de que en algunas operaciones bélicas contra el Daesh, la YPG y las formaciones aliadas habrían atacado paralelamente a las fuerzas estadounidenses. Hoy, en cambio, la suerte de lo que –repitámoslo– es el experimento social más próximo en este momento a las esperanzas nacidas con el movimiento obrero y socialista, parece en ciertas áreas autodenominadas antiimperialistas quedar en segundo plano y poder ser consideradas totalmente sacrificable respecto a los intereses de la Federación Rusa y de la República Árabe de Siria.
Si hace algunas décadas estas realidades se denominaban “socialistas” y por ello se habría podido, si no aceptar, al menos entender la lógica de lo expresado más arriba, hoy, cuando estos Estados han abrazado la lógica del capitalismo, la cosa asume caracteres grotescos: grupos políticos que ondean banderas rojas y hacen constantes proclamas anticapitalistas se reducen, en la práctica concreta, a hacerse apologetas y palanganeros de un grupo de países capitalistas contra otros. Por cerrar con otra metáfora, hoy es como si asistiésemos al espectáculo de fervientes militantes por la legalidad burguesa poniéndose al lado de la mafia italiana contra las mafias rusas porque estas son consideradas en la actualidad como el verdadero “anti-Estado” y la italiana ha sido rehabilitada como ejemplo del pleno respeto a la ley.
Enrico Voccia
Publicado en Tierra y libertad núm.359-360 (Julio/Agosto 2018)