Leo en cierto medio alternativo de izquierdas, por llamarlo de algún modo para que nos entendamos, una columna que aboga por la creación de un partido antiestatista (eso sí, matizando a continuación que «…o anticapitalista»). Para fortalecer su propuesta, acude a la historia mencionando el Partido Sindicalista, que fundó el bueno de Ángel Pestaña y que creo que tuvo una breve continuidad en los años de la llamada Transacción (perdón, «Transición» quería decir). Para los que no lo sepan, Pestaña fue un anarcosindicalista que en sus años en la CNT, junto a otros militantes, criticaba toda «aventurismo revolucionario» y consideraba que era necesaria una preparación durante un tiempo antes de llegar al comunismo libertario. Puede decirse que su decisión final de crear un partido, con el que él mismo llegó a ser diputado, suponía una continuación de su visión con la participación abierta en el sistema parlamentario y, a priori, sin renunciar a la revolución social. Algunos dirán que esto no le diferenciaba gran cosa de socialistas o comunistas, con el fracaso reiterado de la vía estatista para transformar la sociedad, y habrá que darles la razón. Pero, volvamos a esa propuesta actual de crear un partido antiestatista. De entrada, de algún modo se agradece el lanzar una crítica al Estado (al autoritarismo) en unos tiempos en que la izquierda en su conjunto lo identifica una y otra vez de manera pueril con los servicios públicos (y, llamémosle por su nombre, con el asistencialismo). Para otro espacio, dejaremos la profundización en unos servicios «públicos», autogestionados por los propios trabajadores (expertos en la materia) al servicio del conjunto de la sociedad, que no se equiparan a servicios estatales (burocratizados, centralizados y jerarquizados, cuya ineptitud estamos viendo una y otra vez en las diversas crisis sistémicas, este infernal verano son los malditos incendios).
Se menciona también en el texto como ejemplo, además del histórici Partido Sindicalista, una fuerza política actual en Chile llamada Izquierda Libertaria. Investigo un poco y, efectivamente, se trata de una apuesta de participación en las instituciones para tratar de llegar a algo parecido al comunismo libertario. Vivimos tiempo confusos, por no decir abiertamente falsificadores, en los que lo libertario se identifica con los partidarios del capitalismo más deshumanizado, mientras que conceptos como comunismo o socialismo evocan los regímenes más autoritarios. Así, «comunismo libertario» vendría a ser para muchos iletrados un oxímoron, pero no, es un bello ideal de raigambre histórica, con todas las dificultades para ser llevado a la práctica (y, por la vía estatista, permítaseme dudarlo todavía más). Los anarquistas clásicos ya advirtieron del desastre en que iba a desembocar usar medios autoritarios y las consecuencias actuales, ya lo adelantó también algún lúcido ácrata, son que gran parte de la gente odiara el término «comunismo». Se nos propone ahora, una vez más, crear una fuerza política parlamentaria en critica abierta a los dos demonios del anarquismo (Estado y capitalismo) en aras de desmantelarlos desde dentro del propio sistema (aunque, ojo, siempre digo que dentro del sistema estamos todos en abierta tensión con él). Es decir, entiendo, se trata de lograr tener el poder suficiente para transferir el poder, político y económico, al conjunto de la sociedad en vías de la deseada autogestión. ¿Es esto posible? ¿Ha habido algún asomo de ello en la historia?
Tendríamos que dejarlo de proclamas tipo «el poder conquista a sus conquistadores» (aunque tenemos la suficientes experiencias históricas para pensar que es así), supongamos que un grupo de gente honesta asuma ese rol para participar en las instituciones, ¿Permitiría el sistema realmente esos cambios radicales? El movimiento 15M, con su evolución posterior descentralizadora con las asambleas de barrios, es el mejor ejemplo de una vía para transformar la sociedad desde abajo. Las propias dificultades intrínsecas, junto a la creación de Podemos, con sus Círculos supuestamente horizontales finalmente vaciados y sucumbidos a la jerarquía, y sus itinerantes estrategias electorales, anuló en gran medida el movimiento autogestionario. Se nos dirá que la élite podemita recogía una tradición marxista autoritaria, que no había auténticos anarquistas, esos superhumanos capaces de conducir a la sociedad por el rumbo verdadero (sí, es sarcasmo y autocrítica). Yo no poseo todas las respuestas y, como dije al principio y sin estar en absoluto de acuerdo, bienvenido sea todo planteamiento honesto para tratar de superar un sistema basado en el poder y el beneficio de una minoría con infinidad de de seres humanos sufriendo en el planeta. No soy ningún fanático de ningún tipo, siempre digo que allá cada cual con lo que haga individualmente en época electoral, pero ya me parece ir muy lejos (nada nuevo, por otra parte) crear algo como un partido libertario (eso sí parece una abierta contradicción en los términos). Al margen de purismos, la vía creo que es muy clara para quien quiera emprenderla, trabajar en la sociedad desde abajo de modo horizontal, solidario y propiciando la autogestión. Palabra de ácrata con, de forma paradójica o no, fuerte tendencia nihilista e individualista.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/08/23/un-partido-antiestatista/