Violencia para dar y tomar

Las manifestaciones de las últimas semanas en defensa de la libertad de expresión siguen trayendo cola y de qué manera. Por cierto, en más de una ocasión se ha visto publicado que dichas protestas era en defensa de Pablo Hasél y llegué a leer a un fulano en su legítimo derecho de expresión, lo cual no está reñido con la más flagrante estolidez, iba más allá y aseguraba que se producían «en defensa de su líder». Como el nivel es bastante preescolar, tendremos que aclarar una vez más que muchas personas pensamos que, incluso los botarates o los borricos (o ambas condiciones, que a menudo coinciden), tienen derecho a decir lo que piensan. Es más, me congratula saber que numerosos colectivos han defendido los derechos y libertades del inefable rapero, pero al mismo tiempo han criticado sus posicionamientos machistas y abiertamente autoritarios. Yo añadiré que, lo mismo que defiendo su libre expresión, no simpatizo en lo más mínimo con la ideología de Hasél y que algunas de sus frases, en letras de canciones o en tuits, me causan repulsión. Por otra parte, es indiferente para el caso si el tipo tiene o no talento literario-musical, algo que comprende cualquiera con un mínimo de intelecto, que claramente no es el caso de la presidenta de la Comunidad de Madrid.

Me gustaría buscar un paralelismo con otro tipo que nos repugnara ejerciendo su libertad de expresión, y que haya sido procesado por ello, por ejemplo, alguien abiertamente fascista, pero no se me ocurre ahora ninguno. De hecho, los fachas suelen escupir odio y mentiras a nivel cotidiano y, la verdad, no veo que la maquinaria estatal represiva se movilice demasiado, al menos, como con Hasél. En cualquier caso, las manifestaciones y protestas por la libertad del rapero, y por acabar con leyes represivas, han tenido tanta repercusión, que a pesar del ruido y distorsión que se ha tratado de crear, una gran mayoría social lo tiene bastante claro. Esto es así que hasta la izquierda parlamentaria, normalmente puesta de perfil en casos controvertidos que puedan perjudicar su estatus de poder, se ha visto obligada a posicionarse señalando al menos que la prisión es excesiva para casos donde entre en juego la libertad de expresión. La realidad es que, pese a todo ese apoyo, las manifestaciones han tratado de criminalizarse, con la ayuda inestimable de los medios generalistas ignorando las feroces cargas de los cuerpos armados del Estado, y se han acabado deteniendo a decenas de personas. Se está publicando en medios alternativos las estrategias para acabar reventando las protestas; no, no es conspiranoia alguna, busquen en Google por ejemplo «Síndrome de Sherwood».

Dentro de este triste panorama, nos preguntábamos cuánto tardarían en aparecer anarquistas de una forma más concreta, los cuales es sabido que dan mucho juego mediático y represivo. Efectivamente, acabaron apareciendo al menos ocho supuestos anarquistas, la mayoría de procedencia extranjera (también reparte juego esto), detenidos por la policía catalana, la cual considera que este grupo ácrata es nada más y nada menos que responsable de la organización y materialización de los disturbios producidos durante varios días en las protestas. Es algo ridículo solo en la forma de expresarse; montaje que esperamos, como tantas otras veces, quede en nada, pero el daño ya se está haciendo a nivel mediático. Otro delito más concreto que tambien se les atribuye, convenientemente magnificado por los medios, es el incendio de un furgón con un policía dentro (pero que salió totalmente ileso). La desvergüenza de ciertos medios llega hasta tal punto que han publicado nombres, apellidos y fotos de personas acusadas sin tener en cuenta la más mínima presunción de inocencia. De entrada, asusta lo que se ha construido en torno a este grupo de anarquistas: «delitos de pertenencia a una organización criminal, tentativa de homicidio, desórdenes, daños y atentado a agente de la autoridad». Particularmente, desconozco quiénes son estas personas, lo mismo que lo que han hecho o no, pero como tantas veces en la historia, parecen culpables ya solo por ser anarquistas. De lo que estoy seguro es de que la violencia sigue dando mucho juego y que la principal la sigue ejerciendo el Estado. Y de muchas formas.

Juan Cáspar

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